Suicidas extranjeros, la punta de lanza del Estado Islámico
El grupo yihadista usa a terroristas foráneos para abrir brecha como ha hecho en Ramadi
El asalto final del Estado Islámico (EI) a Ramadi, a un centenar de kilómetros al este de Bagdad, comenzó el pasado 16 de mayo con la conquista del edificio del Gobierno de la ciudad iraquí. Primero embistieron las excavadoras contra las barreras de hormigón. Una vez abierto el camino se perpetraron seis ataques suicidas. Ramadi cayó dos días después. Entre los terroristas usados por el EI estaba Abu Musa al Britani, según difundieron los yihadistas a través de las redes. Como su nombre señala (Al Britani, El británico) y los mensajes difundidos por los brazos mediáticos yihadistas relataron, el suicida había nacido en Reino Unido. No era el primer foráneo que hacía estallar su carga explosiva a las órdenes del grupo yihadista sirio-iraquí, una táctica sin duda esencial en la primera línea de fuego del EI.
Ya un año antes de que su líder, el iraquí Abubaker al Bagdadi, instaurase una suerte de califato entre el Éufrates y el Tigris, en julio de 2013, los yihadistas del entonces llamado Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) cosecharon uno de sus primeros grandes éxitos de campaña: liberaron a decenas de reos de la cárcel de Abu Ghraib, entre ellos a miembros de la rama iraquí de Al Qaeda. Según describe uno de los últimos y más recientes manuales yihadistas en la Red, El Estado Islámico (2015), la ofensiva se inició con la voladura de vehículos con explosivos a las puertas de la prisión. A esta maniobra le siguieron un grupo de terroristas suicidas y una lluvia de proyectiles de mortero y granadas.
Algo similar hizo el batallón del EIIL, aún en coordinación con milicias rebeldes moderadas, que asaltó un mes después la base militar siria de Menag, clave para el control del noroeste del país, junto a la frontera turca. Brigadas del Ejército Sirio Libre habían intentado desde incluso antes del verano de 2012 conquistar con incursiones nocturnas la base, controlada por el régimen pero casi inutilizada, con helicópteros y armamento pesado. No lo lograron hasta que llegaron los yihadistas en agosto de 2013. Dos suicidas extranjeros, uno de ellos de origen saudí, rompieron las defensas para abrir paso al ataque final.
Como señaló por entonces el experto en la contienda siria Aymenn Jawad al Tamimi al centro de análisis Middle East Forum "[los atentados suicidas] son muy efectivos como táctica militar y puedes en pocas horas lograr lo que el combate regular no hace en meses". El terrorismo suicida no ha sido sin embargo un recurso táctico capitalizado sólo por los yihadistas a órdenes de Al Bagdadi. Los primeros atentados suicidas en suelo sirio fueron perpetrados por la considerada hoy rama iraquí de Al Qaeda, Jabhat al Nusra. Este tipo de ataques son efectivos, siembran el caos de cara a la segunda línea de asalto y son difíciles de prever y defender. Necesitan además el fanatismo con el que los combatientes extranjeros viajan para hacer la yihad allí donde es requerida; un radicalismo que los milicianos nacionales, con otros objetivos, no siempre tienen.
El periodista irlandés Patrick Cockburn recuerda en su libro ISIS, el retorno de la yihad otras dos grandes ofensivas desencadenadas por terroristas suicidas: la toma de uno de los últimos complejos militares del régimen en Raqa, la primera provincia siria en manos del EIIL, en la que atentó el saudí Khatab al Najdi en julio de 2014, y, sin duda, los cuatro ataques suicidas que precedieron la conquista de Mosul, un mes antes.
La batalla de Ramadi, en la provincia de Al Anbar, es el último ejemplo de esta táctica terrorista. Pero no comenzó la pasada semana. El 13 de marzo, mientras el Ejército iraquí, con apoyo de Irán, recuperaba el control de Tikrit, cuna de Sadam Husein, 13 suicidas atentaban en Ramadi como respuesta. El grupo yihadista, según recogió Caleb Weiss en el diario digital The long war journal, los identificó como Abubaker al Belgiki (belga); Abu Abdulá al Australi (australiano); Osama bin Laden al Uzbeki (uzbeko); Abu Musa al Qauqazi (checheno); Abu Hasan al Shami (sirio); Abu Bara al Masri (egipcio); Abu Abdulá al Magrebi (marroquí); Abu Bara al Shami (sirio), y Abu Malik al Tunisi (tunecino).
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