Bay to breakers, una carrera festiva y centenaria
San Francisco celebra 103 años cruzando la península
De los casi 50.000 participantes, solo los que salieron a las ocho se lo tomaron en serio. Cuando Isaac Mukandi Mwangi (35 minutos y 25 segundos) y Jane Kibii (40 minutos y cuatro segundos) llegaron a la meta, ganadores masculino y femenina respectivamente, gran parte de los participantes estaban todavía en la orilla de la Bahía, enfundados en los disfraces más dispares, y siguiendo una extraña tradición que consiste en lanzar tortillas de harina y maíz al aire, como discos voladores entre risas y saltitos para superar el frío.
Bay to Breakers es, oficialmente, la carrera que se celebra consecutivamente durante más tiempo, 104 ocasiones, sin excepción, a pesar de las guerras. En 1912, con intención de subir el ánimo de la ciudad tras el devastador terremoto de 1906 se instauró esta competición que se ha convertido en una especie de desfile de disfraces y festival urbano que une a toda la ciudad, mayores, niños, de diferentes lugares, para cruzar la península donde se estableció la ciudad de este a oeste. Desde la Bahía al Pacífico. Un total de 12 kilómetros, siete millas, casi todos en llano salvo la pronunciada subida y posterior bajada de la calle Hayes. Bandas locales, comercios y diferentes espectáculos amenizaron el esfuerzo.
De ahí, rumbo al parque Golden Gate donde, poco a poco, muchos participantes se iban dispersando en puestos ambulantes y fiestas improvisadas cuyo reclamo ganó el pulso a las ganas de hacer deporte.
No faltaron los clásicos salmones, un grupo en hilera que va contracorriente, avisando al resto de lo confundidos que están por dirigirse al océano. Tampoco bandas de pasacalles o garajes con DJ’s.
Desde los atentados de Boston la creatividad se ha visto limitada. No se permiten mochilas, carritos o recipientes, tampoco vehículos colectivos, bolsas hinchables. Los disfraces de grupo son algo más modestos, pero no fue impedimento para que se parodiase UberPool, el servicio de viajes compartidos de la aplicación de transporte de pasajeros o que las pinturas Crayola se dispersaran por el recorrido. Hubo un grupo de souvenirs metidos en bolas de cristal con nieve, otro de valkirias, parejas de ketchup y mostaza, de beicon y huevos, sal y pimienta. Todo vale para espantar la sombra del terremoto. Se espera que en los próximos 30 años se dé en la zona uno similar o o peor que el que entonces terminó por arrasar casi toda la ciudad.
A las dos de la tarde no quedaba ni rastro del festejo. La policía local, cuyo lema es ‘oro en paz, fierro en guerra’, se prestó a todo tipo de bromas y selfies con los participantes. Tan solo hubo ocho detenidos, tres de ellos por consumo de excesivo de alcohol y drogas. El tercer domingo de mayo de 2016, más.
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