Netanyahu sufre para formar nuevo Gobierno a punto de expirar el plazo
Ultraortodoxos y extrema derecha negocian concesiones a cambio de su apoyo
Cuando los negocios salen razonablemente bien en Israel, todos coinciden en destacar que se trata de una nación avanzada e innovadora. Pero cuando se producen fallos o retrasos, de inmediato se alega que el país no está en Europa o Estados Unidos, sino en Oriente Próximo. En este entorno de bazar oriental, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, afronta un descarnado regateo de última hora para formar Gobierno con otros cinco partidos. A punto de que se cumpla el plazo para cerrar un pacto de coalición, que expira a las ocho de la tarde del miércoles, el líder del Likud, que obtuvo 30 escaños en los comicios del pasado 17 de marzo, sólo ha firmado hasta ahora acuerdos con dos formaciones políticas. Si para entonces no logra constituir una mayoría de al menos 61 diputados en la Knesset (Parlamento), el presidente de Israel, Reuven Rivlin, tendría que encargar la formación de Gabinete al líder del Partido Laborista, Isaac Herzog.
Netanyahu —que aspira a un cuarto mandato para convertirse en el primer ministro que más tiempo ha gobernado en Israel—, no permitirá que esto suceda. Pero antes tendrá que lidiar con las exigencias de un partido ultraortodoxo y con las de sus socios nacionalistas y de extrema derecha.
El pasado miércoles pudo cerrar los primeros pactos políticos. Vuelven al Gobierno los ultraortodoxos askenazis (judíos procedentes de Europa del Este) de Unión por la Torá y el Judaísmo (seis escaños), que asumen la cartera de Sanidad. A cambio de su apoyo recibirán fondos estatales para las escuelas rabínicas, la supresión del IVA para productos de primeras necesidad y el compromiso de que ningún ultraortodoxo será sancionado por negarse a cumplir el servicio militar.
También regresa al Ejecutivo Moshe Kahlon, que ya fue ministro de Comunicaciones con el anterior Gobierno de Netanyahu y que logró una gran popularidad al haber introducido la competencia entre los operadores de telefonía móvil para forzar una rebaja de las tarifas. Kahlon, que será un superministro de Finanzas en el nuevo Gabinete, ha logrado también para su nuevo partido centrista, Kulanu (10 escaños), las competencias sobre planeamiento urbanístico, a fin de poder afrontar las reformas necesarias para rebajar el coste de la vivienda, una de las principales causas de malestar social en Israel. Como primera medida ha anunciado la imposición de una tasa disuasoria a quienes adquieran viviendas como inversión especulativa. Kahlon también ha advertido que saldrá de la coalición y forzará la caída del Gobierno si se intenta alterar el estatuto para designar a los miembros del Tribunal Supremo —que generalmente actúa como un freno ante la deriva conservadora de Netanyahu—, como había planteado el Likud.
Con los otros tres partidos las negociaciones siguen abiertas. “Sus exigencias son alucinantes y propias de extorsionistas”, aseguraba un alto cargo del Likud al diario Haaretz. El ultraortodoxo Shas (siete escaños, que representa a los judíos sefardíes) y los nacionalistas de Hogar Judío (ocho escaños) parecen próximos a cerrar un acuerdo a falta de los últimos ajustes sobre los repartos de las carteras de Educación y Asuntos Religiosos. Con el apoyo de estas dos fuerzas Netanyahu sumaría los 61 diputados que le otorgan la mayoría absoluta.
El primer ministro parece estar teniendo muchas más dificultades con las exigencias de Avigdor Lieberman, el líder de Israel, Nuestra Casa, que puede aportar a la coalición otros seis parlamentarios a la coalición. Lieberman aspira a mantenerse al frente de Asuntos Exteriores.
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