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La triste historia (política) del payaso Lagrimita

Las trabas a los candidatos independientes hacen casi imposible competir con los políticos de carrera Solo 22 de 4.496 aspirantes a la Cámara de Diputados harán campaña sin partido

Luis Pablo Beauregard
Guillermo CIenfuegos, el payaso Lagrimita.
Guillermo CIenfuegos, el payaso Lagrimita.

La política le ha borrado la sonrisa al payaso Lagrimita. El comediante Guillermo Cienfuegos ha quedado definitivamente fuera de las campañas políticas que comienzan este domingo en México y que culminarán con la elección del 7 de junio, donde se renovarán los 500 escaños de la Cámara de Diputados, más de mil alcaldías y nueve gobernaturas. Lagrimita, un payaso que protagonizó un programa televisivo en los años noventa, buscaba ser candidato independiente a presidente municipal de Guadalajara (Jalisco), la tercera ciudad más importante del país. Estas serán las primeras elecciones que permitirán a ciudadanos de a pie postularse a cualquier cargo sin tener que ser cobijados por algunos de los diez partidos políticos.

El 2 de marzo Lagrimita acudió ante la autoridad electoral. “Aquí les traigo un regalito”, dijo cargando pesadas cajas. Cada paquete envuelto con papel verde y moños de colores contenía copias de las identificaciones de los ciudadanos que respaldaban su candidatura. La ley le pedía entregar al menos 23.887 firmas, el 2% del padrón nominal, recabadas en la mitad de las secciones electorales de una ciudad de 1.5 millones de habitantes. El payaso entregó 26.400 firmas.

Las autoridades electorales, sin embargo, confirmaron la noche del sábado que 5.000 firmas no eran válidas. Entre las irregularidades hallaron que 184 personas fallecidas habían presentado sus documentos para apoyarlo. Hasta ahí llegó la carrera política del payaso Lagrimita. Sus detractores afirmaban que su candidatura era patrocinada por el PRI, que gobierna el Estado, y que era usado para restar votos de candidatos de la oposición que lideran la intención de voto en Guadalajara, al occidente del país.

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Lagrimita llamaba a los políticos “payasos, pero de los malos” y admitía en las entrevistas ignorar los conceptos más básicos del servicio público. No todos los aspirantes a las candidaturas independientes tenían un perfil tan estridente.

Mario Arriagada, de 38 años, quiso ser delegado (alcalde) de Cuauhtémoc, el corazón del Distrito Federal. Internacionalista por el reputado Colegio de México y con un posgrado en la London School of Economics se topó, sobre el terreno, con las estrictas reglas del juego creadas por la reforma política promulgada en enero de 2014, que dio origen a este tipo de candidaturas.

“Los de partido no tienen que juntar firmas del dos por ciento del padrón y no se les castiga haber militado antes en otro partido”, dice. Simpatizante de la izquierda progresista, se convenció de competir después de ver el “triste panorama” que aguarda a la elección y el “desencanto” que le provoca la actual situación del PRD.

Su precampaña la hizo en los parques públicos armado con un megáfono. Pronto se dio cuenta del corsé que los legisladores diseñaron. “Hay restricciones sobre hacer propuestas en el periodo de recolección de firmas, pero estas parecen no aplicar o no ser castigadas para los partidos”, afirma. “Nos dieron los 30 peores días del año, del uno al 30 de enero y los políticos empezaron después. Las reglas de financiamiento y fiscalización nunca estuvieron claras sino hasta unos días antes de la fecha límite para el reporte”.

Hay restricciones sobre hacer propuestas en el periodo de recolección de firmas, pero estas parecen no aplicar para los partidos Mario Arriagada, aspirante a candidato ciudadano

No pudo cubrir las áreas de la delegación porque no tenía dinero. Sus rivales, que sí contaban con recursos, hicieron equipos que visitaban casa por casa, lo que resultó más eficaz. Se gastó 4.500 pesos (300 dólares) de su bolsillo, pero calcula que se necesitan al menos 100.000 (6.700 dólares) únicamente para la precampaña. Aún reflexiona sobre su fallida experiencia.

“Para que esto no solo se gane a billetazos y que siempre triunfe un empresario con fortuna personal, deben cambiar las reglas y bajar las barreras”, reconoce. Le gustaría que los partidos fueran más democráticos, que presentaran mejores agendas y mejores candidatos. “Eso es más urgente, pero para eso los partidos deben cambiar. ¿Cómo asustarlos? Quizá con mejores independientes”, dice.

Las estrictas reglas a las que se somete a los independientes han hecho que la presencia de este tipo de aspirantes en estas elecciones sea prácticamente testimonial. El árbitro de los comicios, el Instituto Nacional Electoral (INE), otorgó la noche del sábado el registro a solo 22 de los 122 ciudadanos que buscaban una candidatura independiente a la Cámara de Diputados. El total de abanderados que hará campaña por algún partido es de 4.474.

La cifra también es baja en las principales entidades. En la Ciudad de México solo hay 14 candidatos. En Nuevo León 22, entre ellos Jaime Rodríguez un expriísta que se hace llamar El Bronco y que tiene buenas posibilidades de ser elegido gobernador del Estado industrial de México. Y en Jalisco, la tierra de Lagrimita, únicamente cuatro ciudadanos harán campaña en contra de la aceitada maquinaria partidista.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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