Qué fue de #YoSoy132
Los ‘líderes’ del que fuera uno de los movimientos más grandes de México siguen activos
“Yo soy el 132”, dijo un internauta anónimo. Horas antes, 131 alumnos de la universidad mexicana privada Iberoamericana habían grabado un vídeo identificándose como estudiantes de este centro. Fue la respuesta a algunos medios que habían afirmado que los jóvenes que protestaron el 11 de mayo de 2012 en su campus contra el entonces candidato a la presidencia, Enrique Peña Nieto, no eran alumnos de la Ibero. Las redes sociales explotaron. Y surgió el hashtag #YoSoy132. México se unió en uno de los movimientos estudiantiles más grandes de las últimas cuatro décadas. Escuelas privadas y públicas se tendieron la mano en una acción excepcional y cantaron a coro: “Ibero aguanta, el Poli (universidad pública) se levanta”.
Han pasado casi tres años desde que estos jóvenes, que entonces ni habían terminado la carrera, contagiaron al país con la ilusión del cambio. De mayo a julio de 2012 organizaron un debate con los candidatos a la presidencia, estructuraron asambleas interuniversitarias e impulsaron inmensas marchas. “Para nosotros Peña Nieto era la punta del iceberg. Nuestra protesta iba dirigida contra un sistema político que quería imponer a un candidato. Exigíamos medios de comunicación transparentes y sin manipulación”, explica Ignacio Rosaslanda, uno de los primeros impulsores del movimiento. Pero el 1 de julio Peña Nieto se llevó la mayoría de los votos y ese gran levantamiento juvenil se quedó, aparentemente, cabizbajo. Algo, sin embargo, había crecido entre los estudiantes. Para los líderes —aunque ellos rechacen este sustantivo— nada volvió a ser como antes.
“El 132 cambió mi vida. Fue un símbolo increíblemente cabrón, todos nos sentíamos identificados. Ya no puedo ver mi vida sin hacer algo social”, cuenta Ana Rolón, la chica que dio el último clic para publicar el vídeo de los 131 alumnos de la Ibero. Ahora, esta comunicóloga de 24 años tiene una agencia de publicidad, Fósforo, dedicada a que colectivos sociales den a conocer sus objetivos con un lenguaje más cercano. Uno de sus proyectos es un videoblog de un muppet llamado Lugo, que informa y responde a dudas sobre las drogas. “La idea es dar una salida a los informes larguísimos sobre consumo de drogas que publica la ONG Espolea de una forma clara y entendible”, explica Rolón.
María Elena Meneses, investigadora de Internet de la universidad Tecnológica de Monterrey, acaba de escribir Ciberutopías, un libro sobre las redes sociales y los movimientos-red. “El 132 fue un reclamo, una reivindicación de la identidad del joven mexicano urbano y educado. Luchaban por el derecho a la información ante la parcialidad de la televisión del país”, explica Meneses. Esta doctora, de 53 años, concluyó en su investigación que el movimiento no fue coyuntural. “El levantamiento quedó en reposo después de la victoria de Peña Nieto. Hubo fugas, claro, pero aquellos que tenían mayor convicción encontraron diferentes vías para continuar con el activismo y ese capital social está en descanso para cuando México lo necesite”, asegura. Para Meneses una prueba de ello han sido las manifestaciones por los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Más de 131, el colectivo que conserva el primer nombre del movimiento estudiantil, sigue vivo. Sus 12 integrantes se juntan todos los lunes para discutir proyectos y analizar la realidad. Uno de sus trabajos más destacados es la grabación de documentales que proyectan en sus propias casas en un ambiente entre mezcal y cerveza abierto a todo el que quiera acudir. Los últimos dos tratan de pueblos indígenas mexicanos, los rarámuris y los otomíes, etnias que pelean contra un megaproyecto industrial que perjudica a sus comunidades. “Con el 132 nos dimos cuenta de que esto es lo que nos gusta y queremos continuar”, cuenta Ignacio Rosaslanda, comunicólogo de 26 años.
#Opinión131: El manejo mediático de #Ayotzinapa
Otra de las organizaciones que despertó con el movimiento fue la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D). Carlos Brito, periodista de 27 años, es uno de sus fundadores, y fue uno de los moderadores del debate entre candidatos a la presidencia en 2012. “Ganó Peña Nieto y necesitábamos hacer una agenda en torno a la democratización de los medios de comunicación. Así surgió R3D. Luchamos por un Internet para todos, por influir en la reforma de telecomunicaciones desde la sociedad civil y por explicar en qué consiste. Luchamos por la libertad de expresión”, explica Brito que ahora también apoya a la plataforma de denuncia ciudadana, Méxicoleaks. Los entrevistados coinciden en que el 132 marcó un antes y un después en sus vidas y, sobre todo, en que a partir del movimiento se formó una red de colaboración que sigue muy activa.
Algunos prefieren guardar el anonimato. No por miedo, sino para evitar la tentación del estrellato. Como el colectivo Rexiste, que cuenta vía correo electrónico que su proyecto está formado por 14 personas de entre 21 y 30 años. “Hacemos intervenciones del espacio público, pero no tenemos un objetivo específico. Asumimos Rexiste como parte de la vida cotidiana. Nos organizamos por chat y en reuniones con clamatos (cerveza con jugo de tomate)”, explica uno de los miembros.
La lucha por conservar el colectivo de Rexiste como un movimiento sin nombres propios se debe a lo ocurrido con uno de los voceros más mediáticos del movimiento 132, Antonio Attolini, considerado un traidor por haber aceptado un trabajo en la cadena de televisión Televisa después de liderar la marcha contra esta institución. Este estudiante de Ciencias Políticas, de 24 años, opina que juzgarlo así fue una lectura errónea de la realidad: “Ya me había deslindado del movimiento cuando me ofrecen un programa de una hora a la semana. Para mí fue una oportunidad de democratizar los medios incorporando marginalmente un discurso distinto”. Ahora es asesor parlamentario en el Senado y tiene un blog en el diario El Universal. A pesar de las críticas que recibió, asegura que lo volvería a hacer. “El 132 fue un catalizador, nos dimos cuenta de que había 132 agendas olvidadas”, subraya Attolini, cuya capacidad de oratoria, pese a su juventud, se asemeja a la de un experimentado político.
El movimiento 132 fue un momento histórico y un punto de inflexión en la sociedad mexicana. Fue aplaudido y criticado. “Los medios tradicionales trataron mal al movimiento. Eran muy jóvenes y los locutores no dejaban de pedirles objetivos claros. De verdad, ridiculeces”, asegura la profesora Meneses. Vivieron días eufóricos y días complicados, pero ocurrió. Sin previo aviso y como respuesta a un hartazgo generalizado. “Borramos con corrector eso de la Generación X”, cuenta Ana Rolón, quien todavía recuerda las palabras que le dijo a su novio cuando no sabían si publicar el vídeo 131 alumnos de la Ibero responden por miedo a represalias: “Güey somos unos niñitos de la Ibero enojados y ofendidos porque nos llamaron acarreados, con esto no vamos a hacer ningún movimiento social”
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