Schengen, capítulo dos
La Comisión Europea ultima la reforma del sistema de control fronterizo tras los atentados terroristas de París. Estas son las claves
Grecia amenaza con abrir sus fronteras para dejar paso a la inmigración procedente de la vecindad Sur como medida de presión para su negociación sobre el rescate. Reino Unido pretende limitar los beneficios sociales a los ciudadanos procedentes de la UE; Bélgica ha empezado a hacerlo. Alemania pone trabas para que la libertad de circulación se amplíe a países como Rumania. Con Charlie Hebdo en mente, Francia presiona con fuerza para endurecer los controles en el territorio Schengen; España ha hecho algún que otro guiño en ese sentido. Hay mil y un ejemplos más en esa línea: los socios de la UE insisten en entremezclar los desafíos derivados de la inmigración, el terrorismo y los límites de la libertad de movimiento de los ciudadanos, que exigen respuestas distintas, ante la constatación de que con la crisis la idea romántica de Europa pierde atractivo en favor de un repliegue hacia los intereses nacionales. Bruselas trata de abordar cada problema por separado, aunque difícilmente va a poder sustraerse a la presión de los Estados: la revisión de Schengen está casi lista. Y la Comisión prepara también un paquete legislativo sobre inmigración. Aunque en ningún caso esas propuestas llegarán tan lejos como pretenden algunas capitales.
La alarma por los atentados de París y, en general, por los desplazamientos de presuntos yihadistas europeos que van y vuelven de Siria e Irak con intenciones terroristas, han puesto en guardia a los gobernantes. La Comisión Europea ultima cambios en el código de Schengen para permitir controlar mejor a los posibles terroristas. Las nuevas reglas se anunciarán en mayo, según las fuentes consultadas en el Consejo Europeo y la Comisión Europea.
No habrá revolución: esas novedades excluyen completamente la idea de limitar la libertad de movimientos dentro de los 26 Estados europeos que conforman ese espacio. Lo que se plantea es establecer controles sistemáticos para perfiles de riesgo en los desplazamientos de ida y vuelta de europeos a terceros países.
El Tratado de Schengen, que entró en vigor hace justo 20 años, elimina los controles en lo que se denominan fronteras interiores de la UE. Los viajeros están obligados a mostrar sus documentos de viaje y de identidad, pero sólo se verifica que coincidan. El control en las fronteras exteriores es distinto: la identidad de los viajeros con nacionalidad de un país Schengen puede confrontarse con las bases de datos policiales si presentan un perfil de riesgo. Ese perfil de riesgo es lo que ahora está en revisión.
Lo que se plantea es establecer controles para perfiles de riesgo en los desplazamientos a terceros países
A la luz del caso tipo del combatiente extranjero (europeos que luchan en Siria), la Comisión Europea está redefiniendo lo que considera un caso de riesgo. Esas directrices no son ni serán nunca públicas: si se conoce lo que van buscando los guardias de frontera, las reglas pierden efectividad. Pero es muy probable, según fuentes europeas, que los vuelos hacia o desde Turquía —principal vía de entrada a Siria— figuren entre los afectados por los cambios. También los vuelos fragmentados, es decir, aquellos que realizan diferentes escalas en sitios más o menos remotos precisamente para evitar dejar huella de las motivaciones yihadistas. Por ejemplo, un belga de origen árabe que pretenda viajar a Estambul puede dirigirse primero a otro país sin relación ni proximidad con el conflicto en Siria e Irak y desde allí dirigirse a la zona. Esos criterios tienen un límite: no pueden estigmatizar a ninguna raza ni procedencia concreta. Es decir, no se puede decir a la policía que pida la documentación a todos los jóvenes con rasgos árabes.
Los expertos alertan del riesgo de cambiar las reglas en un momento tan complicado para el proyecto europeo, con la amenaza latente de los atentados terroristas entrelazándose con otras crisis geopolíticos —el conflicto con Rusia o el fracaso de las primaveras árabes—, el ascenso de los populismos o los devastadores efectos de la crisis del euro, que han revivido los estereotipos Norte-Sur con sus falsas antinomias. “Sería un error modificar la libre circulación por la presión de los atentados o las de inmigración por las presiones de algún primer ministro con objetivos electorales”, alerta Heather Grabbe, exasesora de la Comisión. “Reabrir el melón de Schengen con tantas elecciones a la vista y con el populismo al alza es complicado. Bastaría con que los Estados miembros utilizaran de veras las herramientas para compartir datos de inteligencia que ya ofrece el sistema Schengen, y revisar toda la normativa relativa a los combatientes en el extranjero. Pero eso da pocos votos: los Gobiernos presionan para que sus ciudadanos tengan la sensación de que actúan con firmeza”, abunda Camino Mortera-Martínez, investigadora del Centro para la Reforma de Europa.
El verdadero reto del sistema consiste en aprovechar las posibilidades que ofrece de compartir información
El verdadero reto del sistema consiste en aprovechar todas las posibilidades que ofrece de compartir información. Schengen dispone de una base de datos de carácter policial en la que las fuerzas de seguridad pueden informar de personas sospechosas y permitir que salte una alerta automática cuando la identidad del viajero se coteja con esa base. Bruselas se queja de que los Estados no alimentan suficientemente ese registro, uno de los principales beneficios de Schengen. Los socios de la UE se comprometieron tras los atentados de París a fomentar esos intercambios, aunque está por ver si superarán los recelos de las fuerzas de seguridad nacionales —en especial de los servicios de inteligencia— a compartir datos sensibles con otros Estados miembros. “El viejo drama existencial de la UE aparece incluso con Schengen: ¿Cómo ceder soberanía a Bruselas en un momento de resurgimiento del Estado-nación, con los populismos asomando la cabeza y la idea de Europa cotizando a la baja?”, se pregunta una fuente diplomática.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.