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Poroshenko acusa a Rusia de las muertes en el Maidán hace un año

Ucrania recuerda al centenar de víctimas de la protesta que derrocó a Yanukóvich

Pilar Bonet
Ciudadanos ucranios dejan velas y flores en homenaje a los muertos durante las protestas del Maidán.
Ciudadanos ucranios dejan velas y flores en homenaje a los muertos durante las protestas del Maidán. Sean Gallup (Getty Images)

Ucrania rememora la sangrienta culminación del Maidán de Kiev, la revolución que durante tres meses mantuvo en jaque al presidente Víctor Yanukóvich. Cerca de 100 personas (hay divergencia sobre la cifra exacta) perecieron en enfrentamientos con las fuerzas antidisturbios en el centro de Kiev o en varios incidentes relacionados con las protestas.

Los “héroes de la centuria celestial” son homenajeados esta semana frente al Ayuntamiento y en la plaza de la Independencia de la capital de Ucrania. El viernes, el presidente Petró Poroshenko dijo que el sacrificio del Maidán inspira a los que luchan en el este del país. “Se enfrenta a nosotros un poderoso enemigo, mucho más poderoso y por desgracia mejor armado. Desde hace años tiene planes para atacarnos y para ello ha preparado sus Fuerzas Armadas y ha formado una quinta columna dentro de nuestro país”, afirmó en la plaza.

Poroshenko dijo que Vladislav Surkov, asesor del presidente Vladímir Putin, “había dirigido la organización de un grupo de francotiradores extranjeros” en el Maidán y aseguró tener el testimonio de oficiales de cuerpos de intervención especial y también “grabaciones de las conversaciones telefónicas privadas de Yanukóvich con representantes de organismos militares y de seguridad de Rusia”. Rusia niega la intervención de Surkov en los incidentes.

El Maidán ha dejado un recuerdo amargo por la sangre derramada y por ser el origen de la cadena de descalabros sufridos por el país desde entonces. El último episodio de la guerra en el Este, la derrota de Debáltsevo, dolía a los asistentes a la ceremonia del viernes. “Europa no debería ceder al chantaje de Putin, que le hace creer en la posibilidad de una tercera guerra mundial. Putin no es un suicida. Si le dieran un puñetazo fuerte de una vez se contendría, pero nadie se atreve”, decía Stepán Jmara, un exdiputado y disidente encarcelado en la época soviética. A su alrededor, varios militares ya jubilados expresaban desencanto ante la “cobardía”, la “indiferencia” y la “hipocresía” de Europa.

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Paradójicamente, Europa fue la idea que desencadenó el Maidán, cuando Yanukóvich se negó a firmar el acuerdo de Asociación con la UE en noviembre de 2013. Después, cuando la policía reprimió a los estudiantes en la noche del 29 al 30 de noviembre, el Maidán dio un giro para concentrarse en la oposición a Yanukóvich, identificado con una corrupción insoportable.

Hasta ahora, la investigación oficial no ha determinado las responsabilidades por la violencia en el Maidán. En vez de informes rigurosos y juicios reales, las autoridades ucranianas hacen declaraciones políticas en las responsabilizan a Rusia de la tragedia y tienden a ignorar la existencia de la otra Ucrania, la que no se identificó con el Maidán por estar orientada a Rusia y Yanukóvich. En abril, Kiev emitió una orden de búsqueda y captura contra Yanukóvich, el ex primer ministro Nikolái Azárov y otros miembros de su Gobierno, hoy refugiados en Rusia. Moscú ha indicado que las solicitudes de extradición no serán concedidas. Y con ocasión del aniversario, Yanukóvich reapareció en la televisión rusa para decir que desea volver a su país en cuanto pueda.

Las primeras tres muertes del Maidán se registraron en enero, pero el balance más sangriento se dio en los días 18, 19 y 20 de febrero. Por entonces, el Maidán necesitaba de nuevos impulsos para mantenerse y los activistas planearon una “marcha pacífica” hacia el Parlamento, según la periodista ucraniana Sonia Kóshkina, autora de la primera investigación sistemática sobre aquellos sucesos.

La marcha se transformó en un intento de asalto que fue repelido con granadas por las fuerzas de intervención, las Berkut. Hubo 36 muertos y 80 heridos entre el 18 y el 19 de febrero. Al día siguiente, otros 53 muertos, entre ellos cuatro agentes del Ministerio del Interior. En Kiev se habían concentrado por entonces 11.000 agentes de orden público, todo un ejército. Mal alojados, mal comidos, expuestos al frío durante días, aquellos hombres contribuyeron después a aventar el descontento, al regresar a sus cuarteles de origen, en Crimea, en Lugansk o en Donetsk.

El 20 de febrero actuaron los francotiradores, explica Kóshkina. Pertenecían a distintos cuerpos especiales de los servicios de Interior y seguridad de Ucrania y el 14 de febrero les habían dado balas de combate y la orden de disparar, si los agentes que contenían el Maidán eran desalojados de sus posiciones, lo que sucedió cuando los manifestantes pasaron a la ofensiva y los Berkut retrocedieron de un modo caótico.

Koshkina, que señala que los documentos que acompañaban a las acciones de la autoridad durante el Maidán fueron destruidos, asegura que grupos del Servicio Federal de Seguridad de Rusia vinieron tres veces a Kiev. En concreto, cita una visita de 27 funcionarios, del 13 al 15 de diciembre, otra de seis, del 26 al 29 de enero, y una última de siete personas del 20 al 21 de febrero. “Aparecían tras un punto culminante de la tensión, tras los intentos de disolución de los manifestantes, estudiaban y analizaban la situación”, afirma.

Tras el desenlace del Maidán, los visitantes volvieron a Moscú y pocos días más tarde, en la noche del 26 al 27 de febrero estaban ya ocupando el Parlamento y la sede del consejo de ministros en Sinferópol (Crimea), afirma Kóshkina. Esa noche, el presidente Yanukóvich y sus colaboradores más próximos brindaban en el hotel Ukraina de Moscú, cuenta la periodista. Llegaron desde Crimea, en un buque de la flota del mar Negro, tras abandonar Yanukóvich su residencia de lujo en las afueras de Kiev en la noche del 21 al 22 de febrero. Primero fue a Járkov y de allí a Donetsk, donde Rinat Ajmétov, el hombre más rico de Rusia, le acogió y le aconsejó dimitir. Al darse cuenta de que su propio feudo no le apoyaba, Yanukóvich se vino abajo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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