_
_
_
_
Atentado contra 'Charlie Hebdo'
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una nueva tragedia europea

Desde el asesinato del cineasta Theo van Gogh, el debate sobre las críticas al islam y los límites de la tolerancia no se ha cerrado

Guillermo Altares
El cineasta y escritor holandés Theo van Gogh.
El cineasta y escritor holandés Theo van Gogh.reuters

El asesinato en Amsterdam, del que se acaba de cumplir el décimo aniversario, del cineasta Theo Van Gogh por un holandés de origen marroquí de 26 años, Mohammed Bouyeri, que le disparó ocho veces en el estómago y luego le degolló en plena calle, supuso una conmoción tremenda para un país cuya tradición de respeto a las creencias ajenas y a la crítica le convirtió en un oasis en los tiempos de la Inquisición y las guerras de religión en Europa. El atentado de este miércoles contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo, que ha costado al menos 12 muertos, es un espantoso recordatorio de que se trata de un problema que está muy lejos de estar cerrado. Sobre el atentado contra el realizador holandés, que había dirigido un cortometraje crítico con el islam titulado Sumisión: Part 1 escrito por la activista somalí Ayaan Hirsi Alí, publicó el periodista Ian Buruma un ensayo, Asesinato en Amsterdam, cuyo epígrafe está más vigente que nunca: "La muerte de Theo van Gogh y los límites de la tolerancia".

El ensayo de Buruma reconstruía con precisión el atentado, las motivaciones de Bouyeri, cuyo verdadero objetivo era Hirsi Alí, pero sobre todo planteaba un debate que iba más allá de los límites de la libertad de expresión y del derecho a la blasfemia: ¿Las críticas contra el islam hacen el juego a la ultraderecha que campa a sus anchas por Europa? ¿Criticando al islam se falta al respeto a los millones de inmigrantes de países islámicos que viven en Europa? ¿Son compatibles las críticas al islam y la construcción de una sociedad multicultural en Europa?

El gran tema en los medios de comunicación franceses era estos días la nueva novela de Michel Houellebecq, Soumission, que describe cómo Francia se convierte en un estado islámico dentro de dos décadas. De hecho, Charlie Hebdo, que nunca se ha casado con ninguna religión sino que las critica a todas con la misma fiereza, dedicaba su última portada a reírse del escritor. La novela de Houellebecq ha suscitado la misma polémica que hace diez años provocó la película de Theo van Gogh y ha suscitado las mismas cuestiones. El periodista Edwy Plenel, fundador del diario digital Mediapart y que acaba de publicar un libro titulado Pour les musulmans, criticó en una entrevista con la agencia France Presse el protagonismo que había alcanzado el nuevo libro del autor de Plataforma: "Un libro es una ficción y los periodistas tenemos que ocuparnos de los hechos, de la realidad y no de escenarios futuros, de pesadillas inventadas por un escritor. En este caso, se trata de un escritor del que conocemos desde hace 15 años su islamofobia, el miedo, el odio al islam y a los musulmanes".

Aunque mucho menos conocido que Houellebecq, el ensayista Eric Zemmour también ha estado estos días en los titulares de la prensa francesa y belga porque la librería bruselense Filigranes canceló la presentación de su libro Le suicide français, criticado por ser antiislámico y antiinmigración. Zemmour, un personaje muy polémico que ha sido acusado de rehabilitar al régimen fascista de Vichy, se defendió diciendo que su libro era sobre la inmigración, "no antiislámico", aunque aseguraba a continuación: "Hay algunos barrios en los que casi no hay más que musulmanes, de los que han huido los demás porque ya no se sentían como en su casa en Francia. Nos encontramos de repente como en Arabia Saudí en el siglo séptimo".

El asesinato de Theo van Gogh fue condenado unánimemente como lo ha sido el atentado contra Charlie Hebdo pero el hecho es que, en 2006, le fue revocado el pasaporte a Ayaan Hirshi Alí y tuvo que irse de Holanda, un país en el que había encontrado refugio después de huir de un matrimonio forzado en Somalia. Hirshi Alí, que llegó a ser diputada, se convirtió en una estrella mediática de la lucha contra el radicalismo islámico y la defensa de la libertad de expresión, sean cuales sean las consecuencias. "Occidente se salvó porque fue capaz de separar la fe y la razón", explicaba en una entrevista con Russel Shorto, autor del libro Amsterdam. A history of the world's most liberal city (Double Day, 2013). Este ensayo acaba con el asesinato de Van Gogh, que es descrito como uno de los mayores desafíos que ha sufrido la tolerancia en la ciudad en la que, no se puede olvidar, el judío sefardí Baruch Spinoza escribió en el siglo XVII el primer gran tratado contra la religión. Este librepensador, inagotable y valiente, fue expulsado por su propia comunidad y tuvo que pasar a la clandestinidad, perseguido por todas las religiones, por defender que los Gobiernos debían basarse en la razón y no en la religión y mantener que los textos sagrados eran obra de hombres, no de dioses.

Cuatro años después de la polémica provocada por las viñetas de Mahoma que difundió el diario danés Jyllands-Posten, The Economist publicó en 2009 un artículo titulado "La ansiedad sobre la posibilidad de provocar ofensas religiosas reduce la libertad de expresión en Europa" en el que comparaba la reacción a la fetua contra Rushdie —Occidente cerró filas en defensa del novelista que tuvo que pasar años escondido y su libro fue publicado por una asociación de editoriales— frente a lo que ocurría en los últimos años. "Dos décadas después de la fetua impuesta contra Rushdie, parece que demasiados artistas, editores y Gobiernos occidentales están más dispuestos que en 1989 a sacrificar una parte de su libertad de expresión", asegura el artículo que concluía: "Eso no debe servir como un disfraz para permitir a los extremistas que crean que cualquier visión contraria a sus creencias no debe ser divulgada".

Charlie Hebdo ha seguido siempre a fondo el credo spinozista. El precio que ha pagado es infausto, porque este atentado se ha producido después de años de amenazas islamistas por una parte y acusaciones de alentar las posturas racistas del Frente Nacional por otro, olvidando que sus sátiras iban dirigidas contra todas las religiones. En 2007 el dibujante Joann Sfar describió la redacción del semanario como "la sucursal de una comisaría" por la cantidad de policías que protegían a sus dibujantes. Uno de ellos, Pierre Dragon, se prestó a contar el día a día policial al dibujante Frederik Peeters y de allí surgió un gran cómic, RG, cuyo primer volumen, titulado Ryad-sur-Seine, estaba dedicado a las redes del islamismo radical en Francia. La única condición que puso Dragon es que no hubiese nombres propios ni se pudiese identificar a los protagonistas. "Si es poesía, tenemos derecho", dijo el policía. Es un frase que hoy, en medio de la tragedia, cobra un nuevo sentido.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_