Líbano exige por primera vez visado a los ciudadanos de Siria
El país es el hogar de 1,15 millones de refugiados siros y suponen el 25% de la población
El Gobierno libanés ha cumplido este lunes su promesa de terminar con la política de puertas abiertas a los sirios y ha implantado una nueva regulación, en vigor desde hoy mismo, que restringe la entrada de ciudadanos sirios al Líbano. Es la primera vez que los sirios tendrán que solicitar un visado para acudir al país que un día fue parte de Siria y que desde su independencia en 1943 han cruzado con total libertad.
“Las autoridades se ven obligadas a organizar la entrada y salida de los sirios como parte de la implementación de la nueva estrategia de seguridad. El Estado no está bloqueando ningún paso fronterizo o expulsando a ningún refugiado”, declaraba al rotativo Asharq al-Awsat el ministro de asuntos sociales libanés, Rachid Derbas.
La medida llega tras cuatro años de guerra civil siria que han hecho del Líbano el hogar de 1,15 millones de refugiados -un tercio del total de refugiados en la región- según datos de Naciones Unidas. La nueva regulación contempla seis tipos de visados sin precisar la cuantía por cada uno: turista, de negocios, estudiante, de tránsito, corta duración y por motivos médicos. No se hace mención de los refugiados.
La entrada en vigor de la nueva regulación ha sentado como un jarro de agua fría tanto a los refugiados como al Gobierno sirio. Ali Abdul Karim Ali, embajador sirio en Líbano, afirmaba no haber recibido noticias previas sobre las medidas. “La cuestión de la entrada y salida de los sirios necesita de una coordinación e integración entre los dos países concernidos. Es inapropiado”, comentaba en declaraciones a la prensa.
Sin embargo, las restricciones que este lunes entran en vigor llevan aplicándose desde el pasado mes de octubre, creando numerosas incertidumbres entre la población siria en el país. “No tengo muy claras cuáles son las reglas. Yo vendo frutos secos que traigo de Siria y entraba y salía sin problemas desde hace dos años. Ahora no sé si puedo regresar a Siria y me da miedo ir a la Seguridad General libanesa por si me expulsan”, dice Abou Shadi, vendedor ambulante sirio en el centro de Beirut. En noviembre centenares de sirios se quedaron atrapados en la frontera de Masnaa entre Siria y Líbano. Unos afirmaban haber pagado 160 euros por cada familiar para renovar el permiso de residencia, otros hasta mil euros por un permiso de trabajo. Con la aplicación de las nuevas medidas numerosas familias han quedado divididas entre ambos lados de la frontera.
Los organismos internacionales a cargo de la ayuda internacional han mostrado su preocupación ante unas medidas que pueden impedir que la ayuda llegue a los más vulnerables y que bloquee la huida de refugiados ante nuevos ataques en Siria. “El Gobierno libanés ha insistido públicamente en que no impedirá la entrada de los casos humanitarios más vulnerables, pero que estos serán tratados caso por caso. Entre ellos están aquellos que se han visto separados de sus familias, mujeres sin ingresos con hijos a su cargo, casos médicos graves o personas con traumas psicológicos severos debidos a la guerra. Nuestra mayor preocupación es poder seguir asistiendo a los más vulnerables”, comentaba en una entrevista telefónica Ron Redmond, portavoz regional del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Según el portavoz, los registros de refugiados en las oficinas de ACNUR han disminuido en un 50% desde octubre.
Sin embargo, la noticia ha sido bien recibida entre parte de la población libanesa, donde a diferencia de otros países de acogida vecinos el grueso de refugiados sirios supone un 25% de la población total que vive en el país –estimada en 4,5 millones de habitantes-. Muchos ven en la presencia de los refugiados la causa de la saturación de unas infraestructuras ya de por sí deficientes. La creciente escasez en el aprovisionamiento de servicios básicos como la electricidad y agua ha provocado numerosas protestas ciudadanas. Al hastío de los libaneses se suma la entrada de decenas de miles de sirios en el mercado laboral e informal a precios competitivos en plena crisis económica que han provocado el rechazo y en ocasiones ataques a trabajadores sirios.
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