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La enrevesada diplomacia entre Cuba y EE UU

Hace décadas que EE UU y Cuba aprovechan visitas de políticos o personajes influyentes para enviarse mensajes

Silvia Ayuso
El ministro de AA EE, José Manuel García-Margallo, al llegar a Cuba
El ministro de AA EE, José Manuel García-Margallo, al llegar a CubaA. E. (EFE)

“No es verdad”. Así de tajante fue la respuesta de un alto funcionario del gobierno de Estados Unidos a la afirmación de fuentes diplomáticas españolas de que el ministro de Relaciones Exteriores de España, José Manuel García-Margallo, llevaba “mensajes muy concretos” de Washington a La Habana, donde se encuentra de visita oficial.

Desde el Departamento de Estado, presunto origen de la supuesta petición, la respuesta era menos contundente y más abierta a la interpretación: “No confirmamos. Nos remitimos al gobierno de España para cuestiones sobre el viaje del ministro”, replicaron a preguntas de EL PAÍS.

Bajo el mandato de Barack Obama, el gobierno de EE UU ha empezado a hablar cara a cara con algunos de sus enemigos históricos, como muestran las intensas negociaciones del secretario de Estado, John Kerry, con su par de Irán, Mohamed Javad Zarif, este fin de semana en Viena.

Pero aunque ha habido no pocos contactos entre funcionarios de nivel intermedio de Cuba y EE UU -para tratar desde temas migratorios a la reciente epidemia de ébola en África- el vis à vis de sus más altos responsables está aún por ocurrir.

La oportunidad para ello no está sin embargo lejos: tanto Obama como Raúl Castro están invitados, en abril, a la Cumbre de las Américas, la reunión que cada tres años reúne a todos los jefes de Estado y gobierno del hemisferio y que en esta ocasión contará también, por primera vez, al presidente cubano, por reclamo casi unánime de sus colegas latinoamericanos.

Dado que la invitación no ha sido aún girada oficialmente por el gobierno panameño, Washington no ha tenido que confirmar por el momento su asistencia, ni a qué nivel lo hará. Pero crecen las presiones para que acuda, y que lo haga al más alto nivel, es decir, que vaya Obama, como ha hecho en las dos citas anteriores.

Ello haría que, con gran probabilidad, se produzca un encuentro cara a cara entre los presidentes en activo de EE UU y Cuba eludido durante más de medio siglo, salvo el breve apretón de manos entre Obama y Castro hace ahora un año en el funeral por Nelson Mandela.

La presión hacia Washington no proviene solo de América Latina y de algunos de sus máximos aliados en la región, como Colombia. El influyente The New York Times lleva semanas criticando el embargo contra la isla y la falta de gestos hacia Cuba desde sus páginas editoriales, donde han salido publicados ya seis artículos sobre el tema, en inglés y español, en poco más de un mes.

Pero para que la inédita imagen de un presidente estadounidense sentado en la misma mesa que un líder de la revolución cubana se produzca, hay que superar primero un escollo diplomático con nombre y apellidos: Alan Gross, de cuya detención en La Habana está a punto de cumplirse el simbólico quinto aniversario.

Washington ha puesto como condición innegociable para cualquier gesto hacia Cuba la liberación de este contratista de 65 años, condenado a 15 de cárcel por introducir equipos con acceso a Internet. La Habana por su parte ofrece un canje de Gross por los tres de los cinco agentes cubanos que aún cumplen largas condenas de cárcel -uno de ellos incluso dos cadenas perpetuas- por espiar a la disidencia.

Aunque el gobierno estadounidense ha rechazado oficialmente este canje, expertos en las relaciones bilaterales coinciden en que prácticamente solo una negociación en este tema podría dar resultados. Y ponen como ejemplo la Crisis de los Misiles que medio siglo atrás enfrentó a los icónicos John F. Kennedy y Fidel Castro y que puso al mundo entero al borde de una guerra nuclear total. La crisis se resolvió cuando el líder soviético Nikita Jruschov accedió a retirar sus cabezas nucleares de Cuba. A cambio, en secreto, EE UU se comprometía a no invadir la isla y a desmantelar, unos meses más tarde, los misiles nucleares Júpiter que había desplegado en Turquía.

La negociación de la liberación de Gross y los tres espías cubanos podría seguir el mismo patrón, señalan los analistas: primero Gross, pero con el acuerdo sellado de que los cubanos saldrán de prisión poco después.

Pero es difícil hilar tan fino cuando no hay conversaciones directas, y ahí aparece de nuevo la importancia de potenciales emisarios: políticos o personajes influyentes con una buena relación con los dos gobiernos que puedan establecer un canal de comunicación lejos de los focos.

“Una cosa es que España le diga a Cuba que (liberar a Gross) sería un buen paso, y nosotros lo saludaríamos. Pero no vamos a sugerir que estamos trabajando a través de España en esto”, señalan fuentes oficiales estadounidenses al respecto.

Precedentes no faltan. Como cuentan William LeoGrande y Peter Kornbluh en su recién publicado “Backchannel to Cuba”, desde Gabriel García Márquez a periodistas, empresarios o políticos de terceros países han servido para pasar mensajes entre La Habana y Washington durante el último medio siglo de relaciones congeladas.

Tras la visita del presidente de Uruguay, José Mujica, al Despacho Oval el pasado mayo, el semanario uruguayo Búsqueda afirmó que Obama le había entregado un mensaje para Raúl Castro. Ninguna de las partes lo quiso confirmar. Con García-Margallo, pese al desmentido de Washington, podría abrirse de nuevo la puerta.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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