Mitch McConnell, el republicano que quiere marcar el ritmo del Senado
El aspirante a liderar la mayoría republicana promete una actitud “responsable”, pero deberá controlar a los más radicales de su partido
Para Mitch McConnell, la diferencia entre ser el líder de la minoría en el Senado como los últimos cuatro años y pasar a convertirse en el jefe de la mayoría en la cámara recién recuperada por su Partido Republicano, es como la de entrenar a un equipo de fútbol americano: “Como líder de la minoría, eres el entrenador defensivo. Y es más difícil marcar puntos desde la defensa. Por el contrario, el entrenador de delanteros decide las jugadas y tiene más posibilidades de sumar puntos”, explicaba en uno de sus últimos mítines.
La victoria republicana del martes en las elecciones legislativas de Estados Unidos le abre las puertas al veterano senador por Kentucky a cumplir, a sus 72 años, “el sueño de su vida”, como lo describe el profesor de Historia de American University Allan Lichtman.
“Siempre ha querido ser el líder de la mayoría y esto sería el cumplimiento de ese deseo”, coincide Judd Gregg, el ex senador republicano de New Hampshire reconvertido en columnista del diario especializado en el Congreso The Hill.
The New York Times contaba el fin de semana que un alto miembro del Partido Republicano, viendo las cifras de intención de voto, le llamó ya para decirle que sería el próximo líder de la mayoría, y que la primera reacción de McConnell fue “una larga pausa”.
Y es que el camino no ha sido fácil. Hasta hace no tanto el republicano, un veterano de los pasillos del Senado al que fue elegido por primera vez hace exactamente 30 años, en 1984, parecía que podía perderlo todo en estas elecciones frente a su rival demócrata, Alison Lundergan Grimes.
Una intensa y costosa campaña -se gastó 55 millones de dólares- le permitieron a McConnell revivir su sueño pese a que jamás fue un político enormemente popular en su propio Estado.
Pero el objetivo tanto tiempo acariciado podría acabar convirtiéndose pronto en una pesadilla.
La recuperación del Senado le da al Partido Republicano el control completo del Congreso, lo que aumenta la presión para que los conservadores demuestren que pueden gobernar, sobre todo cuando ya ha comenzado inoficialmente la campaña para la próxima batalla: la de la Casa Blanca en 2016.
Además, como jefe de la mayoría en la Cámara Alta, McConnell será en buena parte responsable de demostrar que un partido que durante el mandato del demócrata Barack Obama ha basado su estrategia en tratar de obstruir sus iniciativas, también es capaz de sacar proyectos adelante.
Para ello, la misma noche del martes lanzó el primer cable al presidente demócrata.
“Tenemos la obligación de trabajar juntos en las cosas en las que podemos lograr un acuerdo. Creo que es un deber, porque el hecho de que tengamos un sistema de dos partidos no significa que tengamos estar en perpetuo conflicto”, dijo en su discurso de victoria.
Los problemas sin embargo podrían no estar en primera línea en la Casa Blanca y las amenazas de Obama de hacer un mayor uso de sus poderes ejecutivos, sino entre las propias filas republicanas del Capitolio.
Algunos de los legisladores más conservadores del Tea Party, de los que el senador por Texas Ted Cruz es una de sus cabezas más visibles, ya lo han criticado por decir que prefiere abordar pequeñas reformas en vez de iniciar grandes batallas.
Para el profesor Lichtman, esto promete convertirse en una “gran batalla en el seno del Partido Republicano”.
“De un lado van a estar los Mitch McConnells, políticos pragmáticos y no ideológicos que van a buscar pequeñas victorias, como revocar alguna parte de la reforma sanitaria (de Obama) o conseguir pequeños recortes de impuestos, que no van a darle una vuelta radical al país”, señala Lichtman.
“Y del otro están los republicanos más ideológicos como Ted Cruz, que dicen que no merece la pena hacerse con el Senado si no se va a a lo grande y se intenta una revisión total” de la política del país, agrega.
McConnell, que según quienes lo conocen bien no tiene amigos ni dentro de su propio partido, podría sin embargo contar con una inesperada ventaja. Según el periodista Alec MacGillis, autor de una reciente biografía del senador con el poco halagador título de “El Cínico”, ésta radica en que su ambición política empieza y acaba en el Senado, con lo que no se juega nada más en su carrera.
Ser el líder de la mayoría en el Senado “es lo único que siempre ha querido, al contrario que los otros 98 senadores, que piensan que algún día podrían convertirse en presidentes”, aseguraba MacGillis hace poco en una entrevista. “Su utopía es un gobierno en el que él sea el líder de la mayoría en el Senado. Y punto”.
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