Alemania ensaya la coalición roja
Los poscomunistas liderarán por primera vez un Estado con el apoyo del SPD y Verdes
Dos fotografías resumen lo atípico del hombre que está a punto de hacer historia en Alemania: Bodo Ramelow, que tiene todas las papeletas para convertirse en el primer poscomunista al frente de un Estado federado. En una imagen colgada en su despacho le da la mano a Gregor Gysi, líder federal de La Izquierda (Die Linke), formación heredera de los comunistas que dirigieron con mano de hierro la RDA durante 40 años. En la foto de al lado, sonríe junto al papa Benedicto XVI. Las negociaciones que mantiene con los socialdemócratas del SPD y Los Verdes catapultarán a Ramelow al liderazgo del Estado oriental de Turingia, justo cuando el país conmemora el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín y del régimen de Alemania del Este.
“Nuestra llegada al Gobierno es un síntoma más de la normalidad en este país. Hay que respetar la democracia”, asegura Ramelow, que, si no hay ninguna sorpresa, será elegido primer ministro de Turingia el próximo mes de diciembre.
Su partido, Die Linke fue, tras los democristianos de la CDU, el segundo más votado en las elecciones del pasado mes de septiembre. Por eso, el SPD se ha visto obligado a pasar por la humillación de ceder el puesto de mando y conformarse con un papel de segundón en la coalición rojo-rojo-verde que estos días se fragua en Erfurt, la capital regional. Tras el visto bueno al pacto de izquierdas de la dirección regional de los socialdemócratas, el lunes era el último día para que los militantes dieran su opinión. Los analistas esperan un sí claro. Esta no será la primera vez que los dos partidos se alíen para formar Gobierno en un land (Estado), pero sí la primera en que este lo encabece Die Linke.
El ascenso de Die Linke al poder
- Die Linke nace en 2007 de la fusión entre el heredero del partido socialista de la RDA y de una escisión del partido socialdemócrata (SPD).
- En las elecciones de Turingia del pasado mes de septiembre, la CDU fue el partido más votado, con un 33,5%. Le siguió Die Linke, con un 28%; y el SPD, con un 12%.
- El SPD regional decidió disolver la gran coalición con la CDU en la que había participado desde 2009 y aliarse con Die Linke y Los Verdes. Tras 24 años en el Gobierno de Turingia, la CDU pasa a la oposición.
- Está previsto que Bodo Ramelow sea elegido el 5 de diciembre el primer miembro de Die Linke que encabece el Gobierno de un Estado.
No todos están de acuerdo con la idea de que este es un cambio de Gobierno como otro cualquiera. Nadie duda que Ramelow es un candidato limpio de manchas del pasado. Este antiguo sindicalista procedente de la Alemania occidental se define como un “socialista democrático” y asegura que jamás habría entrado en el Partido del Socialismo Democrático —el partido del que procede Die Linke— si este no hubiera renunciado al estalinismo en 1989.
Pero sus rivales sospechan que el próximo primer ministro es tan solo “una fachada burguesa”. Es al menos la opinión de Mike Mohring, jefe del grupo parlamentario de la CDU en Erfurt, que responde con toda la fuerza de la que es capaz. “En ese partido siguen los antiguos ideólogos de la dictadura comunista, los oficiales que controlaban las fronteras, altos cargos de la Stasi [la temida policía política de la RDA]… Los conozco desde que era pequeño y están ahí”, subraya a unos pocos metros del despacho de su rival político.
Es cierto que en el grupo parlamentario que apoyará al Gobierno se sentarán, por ejemplo, dos antiguos altos cargos de la Stasi, pero Ramelow ha dejado claro que nadie relacionado con el aparato de seguridad de la dictadura entrará en su Gobierno. ¿Por qué no pueden estar en su equipo, pero sí en el Parlamento? “Porque a los diputados los eligen los votantes; y a los cargos de mi Gobierno los elegiré yo”, responde tajante, en medio de una conversación en la que le gusta hacer referencias continuas a España.
Unos ven la vuelta al poder de los jefes
Lo que estos días ocurre en Turingia traspasa las fronteras de este pequeño Estado con poco más de dos millones de habitantes. “Nunca se había hablado tanto de nosotros en la televisión”, comenta divertida una señora frente a la estación de tren de Erfurt.
El debate sobre si Die Linke es un partido tan respetable como cualquier otro para formar Gobierno hunde sus raíces en el pasado, pero tiene también una lectura hacia el futuro. Por una parte, la discusión gira sobre la legitimidad para llegar al poder de los herederos del SED [Partido Socialista Unificado de Alemania], la organización que dirigió la RDA durante cuatro décadas. Pero otros observadores se preguntan hasta qué punto Erfurt es un banco de pruebas para repetir la experiencia en el Gobierno central tras las elecciones de 2017.
El debate sobre el pasado lo retomó este fin de semana el presidente alemán, Joaquim Gauck. “Respetamos la decisión de los votantes, pero al mismo tiempo me pregunto si el partido del nuevo primer ministro ha cambiado realmente sus ideas sobre la represión desde los tiempos del SED. Para la gente de mi edad que vivió la RDA es difícil aceptarlo”, dijo en el primer canal de televisión el jefe del Estado y antiguo pastor luterano y activista por los derechos humanos en la Alemania del Este. “Vivo como una agresión personal cuando oigo que la RDA era un Estado injusto. Está claro que no era perfecto, pero tenía muchas cosas buenas”, responde Gabriele Haupt, una profesora de matemáticas simpatizante de Die Linke.
En el nuevo grupo parlamentario
Las palabras de Gauck este fin de semana han generado una polémica entre los que creen que el presidente —un cargo principalmente representativo— ha excedido sus funciones constitucionales al inmiscuirse en la lucha partidista, y los que defienden el derecho del político democristiano a expresar su opinión.
“Lo que pase en Turingia no tendrá, según mi interpretación, ningún efecto en las elecciones federales de 2017”, dijo este fin de semana el líder de los socialdemócratas, Sigmar Gabriel. No comparten este diagnóstico sus rivales democristianos. “Gabriel sabe que es su única oportunidad de ser canciller pasar por un pacto con Die Linke. Algún líder de su partido ha dicho que esto era un experimento, pero ¡los ciudadanos de Turingia no están para hacer experimentos!”, protesta Mohring en un café cercano al Parlamento regional.
En cualquier caso, un hipotético pacto de izquierdas en todo el país es muy difícil. El Gobierno de izquierdas de Turingia tendrá que ponerse de acuerdo en asuntos como la sanidad o la educación; pero en Berlín las diferencias en política exterior entre SPD y Die Linke —por ejemplo, en la visión del conflicto en Ucrania— hacen que, hoy por hoy, ese pacto sea inimaginable.
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