Le Pen intenta lavar la cara al Frente Nacional para conquistar el poder
La líder ultraderechista del partido francés se plantea incluso cambiar de nombre a la formación pese a la oposición de su padre y fundador
Marine Le Pen, la presidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN) francés, ha emprendido una nueva etapa en su afán por limpiar la imagen de su partido y ampliar su electorado como única estrategia para conquistar el poder en las elecciones presidenciales de 2017. Le Pen, de 46 años, plantea incluso cambiar el nombre del partido. La estrategia pasa por alejarse más de su padre, Jean-Marie Le Pen, presidente de honor y fundador en 1972 de la formación, quien ayer consideró “una traición” esa posible modificación de denominación.
El FN fue la fuerza más votada en las europeas de mayo con el 26% de los votos. Los últimos sondeos indican que Le Pen sería ahora la más votada en la primera vuelta de unas presidenciales, según la encuesta de Ifop difundida en septiembre por Le Figaro. Lograría un 30% de votos frente a un 25% para Nicolas Sarkozy, si este fuera el candidato del centroderecha. En una segunda vuelta, en cambio, la líder del FN perdería ante cualquiera de los potenciales candidatos conservadores.
Primer intento de asalto al Elíseo
En sus 42 años de existencia, que se cumplen este mes, el Frente Nacional tiene por vez primera como objetivo acceder al poder, gobernar Francia. Así lo asumen públicamente no solo sus dirigentes, que lo reiteran con asiduidad, sino también los dos principales partidos del país: el gobernante Partido Socialista (PS) y la Unión por un Movimiento Popular (UMP), la principal fuerza de la actual oposición. De forma sistemática, a ambos se dirige el Frente Nacional denominándoles “UMPS”, porque sus apoyos electorales proceden en gran medida de los desencantados de las formaciones tradicionales, “de los olvidados”, como les califica habitualmente Marine Le Pen.
El primer ministro, Manuel Valls, alerta desde el verano de que el FN “está a las puertas del poder”. El primer secretario de su partido, Jean-Christophe Cambadélis, ha declarado a este periódico que el FN ya no es “el frente contestatario” de las pasadas décadas. “El de hoy quiere el poder”.
En su primera intervención pública tras su regreso a la primera línea política, el expresidente Nicolas Sarkozy señaló que volvía para frenar “la desesperanza y la cólera” que están llevando a muchos franceses a votar al FN.
En las presidenciales de 2002, Jean-Marie Le Pen ya consiguió el hito histórico de pasar a la segunda vuelta frente a Jacques Chirac, desbancando a los socialistas. Pero el fundador solo logró el 16,8% de los votos. En las pasadas elecciones europeas, el FN consiguió el 26% (en 2009 solo había llegado al 6%) y ahora los sondeos le otorgan el 30% si las presidenciales se celebraran hoy.
En una segunda vuelta, Marine Le Pen perdería ahora frente a cualquier candidato del centroderecha, que contaría con muchos votos de la izquierda para impedir la llegada de la ultraderechista al Elíseo. Y viceversa. Por eso, esta y su partido han emprendido la estrategia de ampliar a costa de estas dos formaciones su electorado, hoy concentrado en la llamada “Francia periférica”: clases populares de ciudades industriales, parados, áreas rurales... El voto al PS y la UMP se apoya especialmente en las grandes urbes y en los jubilados.
Consciente de esa limitación, Le Pen ha emprendido una nueva fase de modernización, de equiparación a un partido democrático tradicional y, sobre todo, de asimilación a “un partido de Gobierno”, como insiste en sus apariciones públicas. Para ello, busca un mayor distanciamiento de su padre, con quien mantiene unas tensas relaciones, y una ampliación de su espectro ideológico y temático para que sus mensajes calen también entre estudiantes, profesionales, el sector de la cultura o los trabajadores cualificados, que hasta hora le han dado la espalda.
“Tenemos que ser visibles en todos los temas, superando tabúes, haciendo entender que tenemos un pensamiento político ante todos los sectores”, asegura. Le Pen critica estos días las previstas reducciones a las ayudas de las familias y de los estudiantes, ha defendido a ultranza los servicios públicos y ha arremetido contra la austeridad económica. En paralelo, ha lanzado tres plataformas de activistas: Racine (raíz), para maestros; Marianne, para estudiantes, y Audace, para “jóvenes patriotas”.
En el alejamiento de su padre, de 86 años, él mismo se encarga de hacerle el trabajo con sus constantes exabruptos, incluidos comentarios antisemitas. Ayer, Jean-Marie declaró que el régimen de Vichy “hizo lo que pudo por intentar defender a los franceses”. Comentaba así un reciente, exitoso y polémico libro (Le Suicide Français) en el que su autor, el periodista Eric Zemmur, señala que, durante la II Guerra Mundial, el colaboracionista régimen de Vichy salvó a judíos de nacionalidad francesa. “No se puede salvar nada de Vichy”, le respondió Florian Philippot, vicepresidente del FN encargado de la comunicación.
Para Jean-Marie, que a veces apoya en contra de Marine a su nieta Marion Maréchal Le-Pen, cambiar ahora el nombre del FN “sería engañar a la gente y una traición a los militantes que han construido este movimiento”. “Algunos piensan, de forma equivocada, que cambiando el nombre se va a captar a más gente”, declaró Jean-Marie a la cadena BFMTV. Para el viejo fundador, nadie cambia su marca cuando le va bien. “Las marcas de güisqui o de coñac guardan cuidadosamente su nombre... desde 1815”.
En el terreno temático e ideológico, las dificultades para Marine Le Pen, que mantiene como principio básico la salida de la UE y del euro, proceden de su propio discurso. El miércoles pasado, convocó una conferencia de prensa para hablar de seguridad, uno de los temas que le ancla al origen del FN. Fue ahí donde dijo que “no es un tabú” someter a sus 75.000 afiliados, como va a hacer tras el congreso de noviembre del FN, incluso el cambio de nombre.
Jean-Marie Le Pen considera "una traición" el posible cambio de marca
En ese acto hizo comentarios como estos: “Los franceses quieren orden. Estamos a favor de la tolerancia cero. Si hacen falta más prisiones, se pueden utilizar antiguos cuarteles abandonados. Hay que abandonar el espacio Schengen. Hay que expulsar a extranjeros condenados penalmente. Una sociedad multicultural es una sociedad de conflictos múltiples. Hay una sumisión presupuestaria de nuestro país”.
En un comunicado oficial, el FN saludaba ayer el éxito de la manifestación del sábado en Milán convocada por la Liga Norte por el aumento de inmigrantes clandestinos: “Nuestras marinas nacionales debieran ser utilizadas para impedir la entrada de clandestinos en nuestros países más que para ayudarles”.
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