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La inacción de Turquía ante el EI enciende la ira de los kurdos

Al menos 21 muertos en protestas prokurdas en Turquía Crece la presión internacional para que Ankara intervenga en Kobane

Disturbios en Turquía poe la falta de apoyo a los kurdos en Kobani, Siria.Foto: reuters_live

La presencia de combatientes yihadistas del Estado Islámico (EI) en la ciudad siria de Kobane (Ayn el Arab, en árabe y situada en la frontera con Turquía), donde ya ondea la bandera negra del EI, visible desde el lado turco, y violentas protestas prokurdas en Turquía no han servido para que el Gobierno de Ankara se decida a intervenir en la defensa de esta ciudad, a pesar de las voces que se lo exigen y de que el Parlamento dio la semana pasada permiso al Ejército para lanzar operaciones en Siria e Irak.

“Se lo estoy diciendo a Occidente: dejar caer bombas desde el aire no va a ser la solución. El terrorismo no se va a acabar (…) hasta que no haya colaboración para una operación en el terreno”, señaló este lunes el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Turquía, cuyos tanques están desplegados junto a la frontera y que cuenta con el segundo mayor Ejército de la OTAN, sigue exigiendo varias condiciones a la coalición internacional antes de unirse a las operaciones militares contra el EI: el establecimiento de una zona tapón y de exclusión aérea en el norte de Siria, y que rebeldes sirios moderados reciban entrenamiento y la coalición tenga como objetivo la caída del régimen del presidente Bachar el Asad.

“Han pasado varios meses pero no se ha conseguido ningún resultado y Kobane está a punto de caer”, dijo también Erdogan. El EI lleva desde verano atacando Kobane, aunque redobló su ofensiva hace tres semanas, lo que ha provocado que unas 200.000 personas de la zona hayan huido hacia Turquía. Gracias a su mayor número de militantes y de armamento, que incluye tanques y artillería pesada, los yihadistas han ido poco a poco avanzando hacia la ciudad, defendida por las Unidades de Protección Popular (YPG, en kurdo), la milicia local kurda que defiende Kobane con poco más que armas ligeras.

La importancia de esta ciudad radica en su posición estratégica, justo en la frontera turco-siria. Si cayera en manos de los yihadistas, la región kurda en Siria quedaría dividida y EI ganaría el control de varios pasos fronterizos y de una larga e ininterrumpida franja de territorio fronterizo en el lado sirio. Por su parte, la población kurda en Turquía y en Siria ve la frontera como un sinsentido y ha convertido Kobane en el símbolo tanto de su resistencia frente al EI como del deseo de autonomía kurda en ambos países.

Además, fue también en esta ciudad donde Abdulá Ocalan, fundador y líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, en kurdo y que se alzó en armas contra Turquía en 1984), pasó un tiempo durante su estancia en Siria huyendo de las autoridades turcas. Aunque sus militantes, muy cercanos a las YPG, están también luchando contra los yihadistas en Siria e Irak, y Turquía y el PKK están negociando un proceso de paz, tanto Ankara como la Unión Europea y Estados Unidos la consideran una organización terrorista.

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Turquía se ve ante la difícil tarea de escoger entre defender Kobane, y apoyar así a las milicias kurdas que reclaman más autonomía y a las que considera terroristas, o no hacer nada y permitir que los yihadistas tomen el control de una gran parte de su frontera con Siria. Por su parte, muchos kurdos culpan a Ankara de permisividad o incluso apoyo directo al EI durante la guerra en Siria, y ciertos informes hablan de que habría hasta 3.000 turcos entre los combatientes del Estado Islámico, que usaría territorio turco como su retaguardia y para reclutar militantes. Además, el propio Ocalan dijo la semana pasada en un comunicado que la caída de Kobane podría significar el fin del proceso de paz.

“Creo que Ankara está completamente atascada entre una serie de posibilidades que le resultan muy arriesgadas”, comenta Hugh Pope, director para Turquía del International Crisis Group, una organización dedicad al estudio de los conflictos. “Turquía se enfrenta a enormes consecuencias haga lo que haga, y ya está pagando un precio muy elevado con inseguridad en su frontera y 1,5 millones de refugiados (sirios)”.

La pasividad del Gobierno turco ha enfurecido a su población kurda, que en los últimos dos días ha protagonizado protestas muy violentas en todo el país, aunque centradas en la región mayoritariamente kurda del sudeste de Turquía. Al menos 21 personas han muerto en estas manifestaciones, varios en enfrentamientos entre seguidores del PKK y presuntos miembros y seguidores del llamado Hizbulá turco, una organización islamista radical y sin conexión con el grupo libanés del mismo nombre, también mayoritariamente kurda pero opuesta al PKK.

También ha habido manifestaciones prokurdas y por la defensa de Kobane en otros países en Europa, y el propio enviado de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, declaró ayer que “la comunidad internacional no puede permitirse que otra ciudad caiga en control [del EI]. Lo que se necesita ahora son acciones concretas. El mundo, todos nosotros, vamos a arrepentirnos profundamente si ISIL (como se conocía antes al EI) toma [Kobane]”.

Durante el día de ayer, ataques aéreos de la coalición internacional resultaron en la retirada de los yihadistas de algunas posiciones que ya habían tomado en Kobane. Estados Unidos, que lidera esta alianza contra el EI, también está cada vez más frustrado ante la falta de acción por parte del Gobierno turco, según publicó ayer el New York Times.

“Aunque es improbable un cambio significativo en la política de Turquía hacia Siria como respuesta a la violencia en las calles, el Gobierno sí querrá demostrar un cierto apoyo para los kurdos en Siria, posiblemente permitiendo el paso de suministros y de combatientes kurdos a Kobane”, asegura Mehmet Muderrisoglu del Eurasia Group, una consultora internacional sobre riesgos.

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