Los líderes de la UE, incapaces de pactar los altos cargos de la Comisión
El desacuerdo aplaza la designación de Luis de Guindos al frente del Eurogrupo
Las grandes crisis producen grandes nombres, decía el expresidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy. La Gran Recesión europea ha entrado ya por derecho propio en el panteón de las crisis mayores, pero los nombres que están llamados a liderar la nueva fase política que se avecina se alejan: tras la elección del luxemburgués Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea (el brazo Ejecutivo de la UE), los Veintiocho se enzarzaron anoche en una disputa interminable por el resto de sillones con mayor peso específico en el proyecto europeo. No hubo fumata blanca. A la vista de que no era posible limar diferencias, los Veintiocho se vieron obligados a dejar los nombramientos para finales de agosto.
Es algo desafortunado pero no dramático. Estoy seguro de que el 30 de agosto tendremos un acuerdo final con todos los cargos Van Rompuy
“Es algo desafortunado pero no dramático. Estoy seguro de que el 30 de agosto tendremos un acuerdo final con todos los cargos”, se justificó el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, al término de la cumbre, en referencia al nuevo encuentro que mantendrán los líderes europeos para cerrar lo que ayer no lograron. Pese a todo, la pretensión de Van Rompuy —y de la mayoría de los dirigentes antes de entrar a la reunión— era poder pactar los principales nombramientos de la UE y evitar una parálisis institucional.
La falta de consenso acerca de la próxima cúpula de la Unión refleja las diversas fracturas que han ido apareciendo a lo largo de siete años de vacas flacas: la principal es la corrosiva cicatriz Norte-Sur (acreedores-deudores), junto al resto de equilibrios que hay que respetar entre hombres y mujeres, entre las familias socialdemócrata, conservadora y liberal, entre el bloque del Este y el resto; incluso entre los países de la eurozona y los que no comparten moneda. Este miércoles, esas líneas de falla se pusieron de manifiesto con una batalla entre Italia, que quiere a toda costa el puesto de alto representante para la política exterior, y los países del Este, que le reprochan a Roma su tibieza con Rusia y quieren más protagonismo en el reparto de puestos relevantes.
Cuadrar el sudoku
La toma de decisiones en Europa siempre fue diabólicamente complicada. La cumbre de ayer fue convocada hace unas semanas con el objetivo de consensuar un paquete que incluyese varios cargos: el de presidente del Consejo, el de alto representante de política exterior, incluso el del presidente del Eurogrupo (la reunión de ministros de Economía de la eurozona). Pero ayer Merkel y Van Rompuy comprobaron que no será fácil cuadrar el sudoku.
La italiana Federica Mogherini es la favorita para dirigir la política exterior
A la vista de las discrepancias, a medida que transcurría la jornada el equipo de Van Rompuy apuntó que se daba por satisfecho con nombrar a la sucesora de la baronesa Catherine Ashton como jefa de la diplomacia europea. Pero ni siquiera eso fue posible. La italiana Federica Mogherini —sin apenas bagaje y con el bloque del Este en contra por la oposición italiana a medidas más duras contra Rusia— es la máxima favorita en todas las quinielas, pero puede que al final no sea caballo ganador si Italia no juega sus cartas con habilidad.
Mogherini es una apuesta personal del primer ministro italiano, Matteo Renzi, el nuevo hombre fuerte de la socialdemocracia europea después de haber barrido en las elecciones del 25 de mayo. Pese al bloqueo de los países del Este, en particular Polonia y los bálticos, Roma no cede: Renzi quiere explotar su fortaleza y ha prometido el puesto para su ministra de Exteriores. Ayer no lo consiguió. Si al final no sale, en la terna de favoritos para ese sillón figuran también la búlgara Kristalina Georgieva —respetada y capaz, pero sin apoyo claro en su propio país— y el ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski —a la ofensiva contra Vladímir Putin, pero muy debilitado tras una filtración en la que atacaba con fiereza al británico David Cameron, y mal visto por los países que no quieren pasar a mayores con los rusos—. El letón Valdis Dombrowskis podría tener posibilidades. Aunque ninguno de esos nombres parece a la altura de las aspiraciones de Juncker, que ha solicitado una personalidad fuerte e incontestable para el puesto.
La danesa Helle Thorning-Schmidt
aspira a suceder a Van Rompuy
Van Rompuy habló a finales de la semana pasada con los 28 jefes de Estado y de Gobierno para pulsar los apoyos de los nombres que más han sonado. Y tras esos contactos era cualquier cosa menos optimista. Especialmente en el caso de su sucesor en el Consejo Europeo, un puesto de “muy difícil” consenso, según ha manifestado el propio Van Rompuy a varias delegaciones, por la necesidad de conjugar los equilibrios de género y regionales, entre las familias políticas y entre los países del euro y los ajenos. La danesa Helle Thorning-Schmidt parte, en principio, con ventaja: es mujer, socialista y de un país que no pertenece al euro (frente al nuevo presidente de la Comisión: hombre, conservador y del euro), y está bien vista en Berlín y Londres. Pero tiene también detractores. Y aunque puede formar parte de la estrategia de negociación, ayer aseguró a los periodistas que no optaba al puesto. El italiano Enrico Letta podría tener opciones si Mogherini perdiera fuelle; aunque Letta no cuenta con el beneplácito de Renzi.
Ese es el cargo más abierto: en las quinielas circulaban anoche media docena de nombres, desde el polaco Donald Tusk al holandés Mark Rutte; del irlandés Enda Kenny al finlandés Jyirki Katainen. Pero sin el plácet para nombrar alta representante, los líderes no abordaron en profundidad la sucesión de Van Rompuy. “No se adivina un favorito claro, lo probable es que la presidencia del Consejo se deje para más adelante y acabe saliendo quien genere menos resistencias, y no el que suscite más entusiasmo”, explicaron fuentes diplomáticas.
Finalmente, el español Luis de Guindos parte con clara ventaja —y con respaldo alemán— en el Eurogrupo, aunque España podría tener que conformarse con la promesa de acceder a ese puesto a mediados de 2015.
En medio del extraño y sofocante orden político que se ha constituido en una UE en crisis de ideas e ideologías, los nombres son esenciales: en ocasiones pueden marcar la diferencia. Para bien o para mal: una tecnocracia que no produce resultados acaba llevando a un “déficit ejecutivo” a las instituciones europeas, según ha subrayado el filósofo Daniel Innerarity. De momento, lo único seguro es que Juncker presidirá la Comisión. Y su equipo no parecía anoche muy satisfecho con los dos nombres que más circulaban, los de la danesa Thorning-Schmidt para el Consejo y la italiana Mogherini para la diplomacia exterior. “Los tratados dicen que hay que respetar los equilibrios demográficos y regionales, y con esos dos nombres eso no funciona”, explicaron fuentes próximas a Juncker pasada la medianoche.
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