Egipto vota entre la resignación y el miedo
Abdel fatá al Sisi, general golpista que depuso al presidente Morsi, cuenta como ganador seguro La ilegalización impide concurrir a los Hermanos Musulmanes en la carrera electoral
Las presidenciales egipcias se anuncian por todo El Cairo con una cartelería ingente que, aunque es bien diversa, reveló desde el primer día quién tiene todas las de ganar en las votaciones de este lunes y martes. Casi todas las pancartas, los letreros y los afiches que empapelan la capital de Egipto muestran solo al candidato Abdel Fatá al Sisi.
Junto a la plaza de Tahrir, escenario de las protestas masivas contra los dos presidentes anteriores en 2011 y 2013, un gran cartelón lo presenta al endiablado tráfico con terno, corbata y sonrisa civiles. Este es el Al Sisi político, papel que asumió hace dos meses para poder presentarse a las elecciones. Otras pancartas muestran, en cambio, al general y después mariscal que se alzó en valedor de la tradición egipcia del golpe militar, hace diez meses. Al Sisi depuso entonces al islamista Mohamed Morsi, el único presidente elegido democráticamente en Egipto. Después prohibió su organización, los Hermanos Musulmanes, antes de convocar las elecciones del lunes y el martes. Las ganará él.
La experiencia democrática de 2012 terminó con una ola represiva que ha culminado en una cadena de sentencias de muerte a miembros y dirigentes de los Hermanos Musulmanes. Con la principal oposición ilegalizada y encarcelada, la cita electoral casi se queda en un mero plebiscito para confirmar que Al Sisi será presidente. Las autoridades admitieron la candidatura alternativa del izquierdista Hamdín Sabbahi para evitarlo.
El joven político Belal Omar daba el domingo una estampa certera de este proceso electoral egipcio. Milita en el partido de la Constitución desde que lo fundó Mohamed al Baradei en 2012 y votará por Sabbahi, “porque así lo ordena el partido”. Pero a Omar le “encanta Al Sisi” y no ve en ello contradicción. Morsi y los Hermanos Musulmanes “no son todos criminales”, pero los enjuiciamientos masivos eran “necesarios en esta situación de emergencia”. Cree que muchos entre las decenas de miles de encarcelados “saldrán [en libertad] después de las elecciones”, cuando “las cosas se calmen”. A sus 24 años, Omar ha participado en las protestas que tumbaron a Hosni Mubarak y en las que preludiaron el golpe de 2013 contra los islamistas. Al ver cómo su interlocutor apartaba su mochila de una cucaracha errante en el cafetín donde contaba todo esto, Omar se levantó al rescate para zanjar el problema de un pisotón. “Egipto”, comentó con una gran sonrisa.
No esa fácil dar con críticos a Al Sisi entre los minaretes del casco antiguo de El Cairo. Vecinos como Ahmed Hasán, que el domingo cuidaba la entrada de una mezquita, recuerdan que a fin de cuentas nació en la zona hace 59 años. Aquí, decía Hasán, “hace falta estabilidad”. Se queja de que ya no hay turismo. Tras las espléndidas fachadas de la calle Al-Muizz, apenas algunos colegiales fotografiaban el domingo los artesonados los patios solemnes de las mezquitas mamelucas. La aparición de un forastero fue un acontecimiento para los escolares, que difícilmente compensarán la pérdida de ingresos por el hundimiento del turismo, también víctima de la represión y la violencia.
"Al Sisi", abunda en cuclillas el barrendero Shaban Said con las opiniones de Hasán, “es un hombre recto que no nos traicionará”. Hasán señaló a Said con la palma abierta “¿lo ve? Al Sisi entiende a la gente más sencilla”. Ambos votarán por él, lo mismo que Saad Nasar, una abuela de 59 años que salía del rezo de mediodía en una mezquita. Sus opiniones favorables al golpista atrajeron a un grupo de curiosos que le daba la razón con entusiasmo. “Un gran hombre, Al Sisi”, decía uno. La concurrencia asentía. Una docena de enfáticos votantes de Al Sisi pugnaba por ensalzarlo: “un devoto musulmán”, “un líder bueno”, “un militar”.
Otros preferían no hablar ante extraños
El punto de orgullo con el que Ahmed Abdelhamid dijo ser “doctor” sugería que el farmacéutico del casco antiguo cairota no se tiene por gente sencilla. Tampoco se calla su opinión contraria a los candidatos de estas elecciones, en las que rehúsa votar. En 2012 lo hizo por los Hermanos Musulmanes, pero Morsi fue “una gran decepción”. A sus 24 años, Abdelhamid teme que la nueva decepción que “llegará cuando la gente se dé cuenta de que Al Sisi no lo puede arreglar todo" podría desencadenar “la verdadera tragedia” en Egipto. Abdelhamid enumera: Hosni Mubarak, derrocado en medio de protestas masivas y violencia en 2011 y su sucesor, depuesto mediante un golpe de Estado en 2013, "uno, dos, ¿por qué no tres?”. Esto, dijo sonriendo, “puede que no haya hecho más que empezar”. Insiste en que es su “opinión” y en que no tiene miedo. Su padre sonreía también, desde la trastienda.
Los jóvenes con educación son los más críticos. Tomando té en uno de los recovecos de la ciudadela, la veinteañera Esraa Kamal combinaba el domingo un atavío tradicional islámico con un desparpajo absoluto al reprobar la situación actual: “Todos los muertos, todo el sufrimiento… Todo, para nada”. Se siente, decía, “como si estos tres años” de revueltas y sangre “no hubieran existido”. Su amiga Youma Youssef, sentada frente a ella con un té, sonreía apenada. Consideran que ha regresado para quedarse una forma de gobierno autoritaria, como la de Hosni Mubarak “pero aún más implacable”. No votaron a Morsi en 2012. Ahora no votarán.
Mohamed Nabil, veterano militante del movimiento contestatario Juventud del 6 de Abril, ha visto “de primera mano cómo las gasta el poder” egipcio con sus críticos. Varios de sus dirigentes están en la cárcel. “Nos han ilegalizado con argumentos disparatados y testimonios falsos”, lamenta, "por espionaje y otras mentiras". La Juventud del 6 de Abril protagoniza protestas desde 2008 y fue uno de los agentes de movilización contra Mubarak en 2011. En 2013, también contra los islamistas Hermanos Musulmanes. Nabil tacha a Morsi de “mentiroso y traidor a la revolución” que hicieron juntos contra Mubarak. Pero ahora, comenta, “estamos tan mal como antes". El poder judicial “está fuera de control” y las instituciones en las que Mubarak basó su poder “siguen dominado el país”. Los jueces condenan a muerte a cientos de personas “como si trataran con ganado”, los medios “mienten e inventan” y el Ministerio de Interior y los militares se inmiscuyen en todos los asuntos públicos.
El experto en riesgos de 32 años negaba tener “ningún miedo por decir la verdad”, mientras fumaba durante una pausa de su trabajo, en un patio junto a un tremendo esqueleto de hormigón que no llegó a convertirse en un complejo de apartamentos planeado en 1995. Lleva abrasándose al sol desde entonces. Nabil lo contaba y sonreía, como todos en El Cairo cuando describen los variopintos abismos egipcios. Promete resistir y dice que no votará.
En algunas calles de El Cairo hay tanques, en muchas otras tanquetas y, por todas partes, policías armados y soldados. Ahmed Aly, “militante de los Hermanos Musulmanes desde hace 12 años”, se mueve entre ellos sin mayor problema. También él sonreía al enumerar: ocho amigos muertos en los últimos 10 meses, 25 encarcelados, cinco de ellos sentenciados a penas de hasta 20 años. Hay decenas de miles de personas encarceladas por delitos políticos y centenares de condenados a muerte. Los Hermanos Musulmanes se han llevado la peor parte en esta ola represiva, acusados de terrorismo y de tratar de montar una dictadura islámica tras su victoria electoral en 2012. Aly, que es ingeniero y trabajó para el Gobierno en 2012, niega las acusaciones y habla de la profunda corrupción en todos los estamentos estatales. La Hermandad, augura, “volverá para vencer a los golpistas”.
Otros, como la joven Kamal, no ven ningún cambio. Entre las risas de sus amigas contaba que estos tres años de disturbios y tensiones fueron como "una montaña rusa, con subidas muy difíciles y caídas brutales, que no han sacado a Egipto del mal sitio donde estaba".
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