El valor de Xinjiang
La región autónoma es importante para la seguridad, el suministro de energía y exportaciones
La región autónoma de Xinjiang, de mayoría étnica musulmana uigur, es fundamental para el futuro económico de China porque representa la puerta de entrada al país del gas y el petróleo de Asia Central, y la salida de miles de millones de dólares en exportaciones a través de una extensa red vial y ferroviaria. El Gobierno de Pekín centró más que nunca su atención en las exrepúblicas soviéticas centroasiáticas después de la primavera árabe. Las revueltas en el norte de África y Oriente Próximo dejaron al descubierto la gran dependencia china del suministro energético de los países árabes por mar.
Más tarde, los conflictos por la soberanía de islas y aguas en el sureste asiático, añadieron presión sobre China para buscar alternativas a las rutas marítimas de su comercio que pasan por el estrecho de Malaca, un área muy vigilada por EE UU y sus aliados en Asia. Actualmente, entre el 80% y el 85% de las importaciones energéticas y de las exportaciones de bienes chinos se realizan por mar. El grueso de este tráfico atraviesa ese embudo que está entre Malasia y Singapur para entrar en el mar del Sur de China.
Los cambios geopolíticos y la necesidad de Pekin de asegurar y aumentar su abastecimiento de energía para sustentar el crecimiento económico dispararon en los últimos años el interés del Ejecutivo chino por ganar peso en una zona históricamente bajo dominio ruso. Mientras el Kremlin estaba ocupado en detener el avance de la Alianza Atlántica en su frontera occidental, Pekín ganaba influencia en el este.
El comercio entre China y Asia Central creció en el último lustro hasta niveles similares al de Rusia. Es incluso mayor en los países con los que el gigante asiático comparte frontera, como son Kazajistán, Kirguizistán y Tayikistán. Aparte del apetito por la energía y los minerales, el Gobierno de Pekín ha asumido fuertes compromisos para la seguridad en la región.
A medida que las transacciones comerciales aumentaron, China reforzó la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), creada en 2001, y de la que también forman parte Rusia y los países de Asia Central (excepto Turkmenistán). Desde el punto de vista chino, el objetivo principal de la OCS es la lucha contra el terrorismo islamista y los movimientos separatistas en la región de Xinjiang. Para ello, en 2004 la OCS creó la RATS (Regional Anti Terrorism Structure) con sede en la capital uzbeka, Tashkent.
En el último decenio, China puso todo su empeño en dotar a la OCS de un carácter mucho más comercial y en crear lazos económicos más fuertes con los países centroasiáticos que habían mirado hacia EE UU y Europa como posibles aliados tras el colapso de la URSS, pero que tras consolidarse como regímenes autoritarios con fachada democrática volvieron a acercarse a Moscú y Pekín, menos quisquillosas con los temas de derechos humanos y libertades civiles.
El broche de oro de esa estrategia lo puso el presidente Xi Jinping seis meses después de asumir el cargo. Unos días antes de la cumbre del G-20 en San Petersburgo en septiembre de 2013, Xi visitó Uzbekistán, Turkmenistán, Kazajistán y Kirguizistán (los dos últimos países son parte de los 3.700 kilómetros de frontera de Xinjiang con Asia Central) y firmó acuerdos por decenas de miles de millones de dólares para construir más oleoductos, gasoductos e infraestructuras para el transporte de mercancías. A través de Xinjiang pasan las tuberías que transportan el gas y crudo centroasiático hacia el corazón industrial chino, así como el ferrocarril que enlaza China con Alemania. La gira de Xi fue la prueba de la creciente rivalidad sino-rusa por influir en la región.
Hace apenas un mes, Pekín se apuntó un tanto clave en esa pugna. El presidente kazajo, Nursultán Nazarbáyev, nombró como primer ministro a Karim Massimov, un destacado funcionario del régimen que ya había ocupado el cargo anteriormente. Massimov se educó en China y habla con fluidez el chino, el árabe y el inglés. Siempre ha despertado el recelo de buena parte de la clase política y empresarial kazaja porque se le considera partidario de un mayor acercamiento de Asia Central a Pekín en vez de a Occidente. Tras recuperar un lugar destacado en el círculo de Nazarbáyev —que a punto de cumplir 74 años, parece haber desistido de forjar una dinastía familiar en Kazajistán— Massimov vuelve a situarse en un lugar destacado en las quinielas para suceder al líder kazajo, en el poder desde 1991.
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