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Buteflika, el Cid argelino

El presidente, con medio cuerpo paralizado y una salud muy deteriorada, se involucra en todas las batallas políticas visibles y subterráneas del país árabe

Javier Casqueiro
El presidente Buteflika vota desde su silla de ruedas este jueves en Argel.
El presidente Buteflika vota desde su silla de ruedas este jueves en Argel.M. M. (EFE)

Tiene 77 años, una parte del cuerpo paralizada por un ictus que casi le mató hace un año (llegaron a publicarse las necrológicas), apenas puede expresarse de forma continuada ni mantenerse en pie minutos y empezó en la política argelina como ministro de Juventud, Deportes y Turismo cuando tenía 25 años. Por tanto, en los últimos 52 años ha estado presente, de alguna manera, en todos los eventos de la política democrática, predemocrática y hasta del régimen dictatorial del país. Ha vivido en el exilio y ha luchado como militar en las fronteras, ha sido tres veces ministro y, desde hace 15 años, es el presidente de la República de Argelia con unos enormes poderes, casi monárquicos. Por si le faltaba algo, en 2008 mandó reformar el artículo 74 de la Constitución para derogar la limitación de mandatos. Parece inmortal, como un Cid Campeador (sidi, señor en árabe) fantasma, presente en todas las conquistas y gestas más allá de la enfermedad.

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Buteflika es una figura histórica para Argelia. Eso nadie lo pone en duda. Ha sido enormemente popular y lo sigue siendo en algunas zonas del país, menos en la capital o entre la presunta y muy maleada clase dirigente. Otra cosa es ahora su legado. Para un político de su talla su situación actual tiene que estar resultando un trago. Hace casi un año, el 27 de abril de 2013, tuvo que ser hospitalizado en un centro francés por un derrame cerebral y permaneció ingresado 80 días. Ya en 2005 tuvo que ser internado en París un mes por una hemorragia en una úlcera. Y en 2010 estuvo ocho meses desaparecido sin convocar ningún Consejo de Ministros. Su salud es mala e incierta. Este jueves acudió en persona a primera hora a votar a su colegio electoral.

Cuando aparece, en muy contadas ocasiones, es para ofrecer alguna audiencia muy selecta a una visita oficial, y que pueda ser grabado por la televisión pública. El abuso de los medios oficiales es habitual y muy criticado por la oposición. Cuando comenzó la campaña facilitó un discurso que fue leído íntegro en los telediarios. No ha intervenido en ningún mitin. Los múltiples actos diarios de campaña los han protagonizado seis veteranos políticos de su equipo y particularmente su actual primer ministro, Abdelmalek Sellal, al que han perseguido muchos alborotadores para reventar sus comparecencias incluso en centros escolares.

Los dos últimos grandes esfuerzos visibles realizados por Buteflika tuvieron como interlocutores a dos políticos extranjeros: uno español. El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, aprovechó una gira por Oriente Próximo y Europa para cubrir el expediente y visitar casi a la par a las autoridades argelinas y marroquíes, sus socios preferentes por diferentes razones en la región. La charla con Buteflika duró bastantes minutos. La televisión grabó el encuentro, que pareció largo, y se escucharon incluso algunas frases del presidente argelino. Las suficientes para abrir casi un conflicto diplomático porque todo el mundo interpretó que le regañaba por no compartir suficientemente la información antiterrorista sobre la zona del Sahel. Con el ministro español José Manuel García Margallo tuvo la deferencia de dedicarle una hora pero se complicó al aprovechar para calificar la actitud crítica de su rival con respecto a la limpieza del proceso electoral como propia de “terrorismo vía televisión”.

A los 19 años estaba en el Ejército, donde hizo la primera parte de su carrera pública. La política, la comenzó a los 25 años

La familia de Buteflika se refugió en su día en Oujda, en Marruecos, junto a la frontera, en una de las etapas negras del país. Allí nació el 2 de marzo de 1937. Tiene cinco hermanos, una hermana y tres medias hermanas. A los 19 años ya estaba en el Ejército, donde hizo la primera parte de su carrera pública. La otra, la política, la comenzó a los 25 años como ministro de Juventud, aunque al año ya fue nombrado titular de Exteriores, donde acumuló seis ejercicios. En 1974 destacó por sus habilidades de interlocución como presidente de la 29ª Asamblea General de Naciones Unidas. Pero fue al año siguiente, en 1975, cuando adquirió proyección internacional en las negociaciones secretas que entabló con el terrorista internacional Illich Ramírez Sánchez, alias Carlos, que irrumpió en Viena en la sede de la OPEP y se llevó secuestradas en un avión DC-9 a 42 personas, entre ellas 11 ministros de Petróleo. Aún no está suficientemente claro, ni en los cables de Wikileaks, cómo logró Buteflika al final la liberación de todos los rehenes.

Entre 1978 y 1988 Argelia vivió un periodo convulso, raro, de violencia, con la extraña muerte de su protector y presidente, Huari Bumedian, y Buteflika puso tierra de por medio y conjugó un retiro calculado con el exilio forzado entre Suiza y Francia, entre acusaciones ya de posible malversación de fondos por parte del Tribunal de Cuentas. Al poco de retornar al país, en 1988, se estableció el estado de emergencia, se impuso a un general para intentar remediar el caos y se llegó en 1989 a promover una Constitución con la que se pretendía acabar con el régimen de partido único y fomentar algunas medidas aperturistas. Ese periodo duró poco ante la presión del Frente Islámico (FIS) y aún hoy, ante la transición que se avecina, es visto con resquemor por lo que pasó a continuación. Entre 1990 y 2000 Argelia sufrió lo que se conoce como su decenio negro, su guerra interna, con estimaciones de unos 200.000 muertos. Es una fase que ha dejado secuelas. Muchos creen que esa sangría es la que vacunó Argelia para que no prendiera aquí en 2011 la primavera árabe como sí hizo en Egipto, Túnez o Libia. Pero no se atreven a vaticinar lo que podría ocurrir ahora.

En estos 15 años Argelia ha cambiado, ha mejorado su nivel de vida gracias al maná del petróleo y el gas, se ha estabilizado y se ha estancado en las reformas democráticas. Unos meses antes de las elecciones todo estaba preparado para otro candidato y una transición controlada pero el derrame del presidente trastocó los planes. El sucesor de Buteflika se decidirá ahora, entre muchos, tras superar de nuevo el quirófano de las urnas.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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