Los insultos antiárabes de Wilders enturbian las elecciones municipales
El líder xenófobo quiere "menos marroquies" en Holanda. Vuelco político por la victoria de los liberales de izquierda en las locales
La victoria de los liberales de izquierda en las elecciones municipales holandesas, un partido pequeño y europeísta, muestra la distancia entre la ciudadanía y los partidos gobernantes. Dos de los más importantes, liberales de derecha y socialdemócratas, forman la actual coalición en el poder, y han visto sacudidos sus cimientos. Tres de las cuatro grandes ciudades del país: Ámsterdam, Utrecht y La Haya, están en manos de los ganadores. Rotterdam ha sido para un partido local, Leefbaar Nederland, las otras agrupaciones que han barrido en la consulta, junto con los socialistas radicales. La democracia cristiana, pata tradicional del Ejecutivo, ha mantenido el tipo, sobre todo en las zonas rurales. En cuanto a Geert Wilders, el líder anti musulmán, solo se presentaba en Almere, una ciudad cercana a la capital, y en La Haya. Aunque ha bajado algo en ambas, sigue siendo el primer y segundo partido, respectivamente. Pero, si era tan escasa su presencia ¿por qué parece tan relevante? Y sobre todo, ¿quiénes son los ganadores?
Primero, los vencedores. En holandés, el partido se llama D66 (Demócratas 66) y los fundó en 1966 Hans van Mierlo, un periodista y político liberal. Fallecido en 2010, se propuso “democratizar el sistema político nacional”, llegó a ser ministro de Exteriores y entró en el Parlamento un año después, con siete escaños. Desde entonces, la suerte de la formación ha variado. Pasó de tener 24 diputados en 1994, a tres en 2006 y a tener graves problemas de liderazgo. Sin embargo, ha participado en distintas coaliciones en las cuatro últimas décadas y está bien asentada en las grandes ciudades. Con 10 escaños en el Congreso y dos en el Senado holandeses, y otros dos en el Parlamento Europeo, es miembro de la Internacional Liberal y defiende la cooperación europea. Su líder, Alexander Pechtold, es un europeísta convencido y suele chocar con Wilders cuando este último pide abandonar el euro y la UE.
Volviendo al político xenófobo, un término que rechaza de plano por sus orígenes liberales, es una realidad insoslayable de la actual sociedad holandesa. Durante el escrutinio electoral de las municipales, la televisión estatal situó a su grupo en el apartado de “resto de partidos”. Un puesto lógico, por competir solo en dos ciudades. Al extrapolar los resultados a escala nacional, la cosa cambia. Con todas las cautelas propias de estos ejercicios, reconocidas por la propia cadena pública, el Partido por la Libertad del controvertido político quedaba en segundo lugar. Por delante, y empatados, aparecían los liberales de derecha y los de izquierda. Socialistas radicales y socialdemócratas completaban el quinteto.
Dos asuntos acaparan ahora la atención. De un lado, el golpe recibido por los socios del Gobierno, obligados a hacer examen de conciencia. De otro, los insultos de Wilders contra “los delincuentes marroquíes, de los que queremos menos, menos y menos”, según dijo, que le han valido ya la presentación de varias denuncias. En realidad, se refiere a los holandeses de origen marroquí, pero asegura que “no hay nada de qué disculparse”. Sus colegas, incluidos los socialistas radicales, opuestos como él a la Constitución Europea, le han criticado al unísono.
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