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Renzi da un golpe de timón la imponer al centroizquierda la reforma electoral

El líder del Partido Democrático defiende, tras su pacto con Berlusconi un sistema que garantice la gobernabilidad

El líder del Partido Democrático, Matteo Renzi, en la sede del partido.
El líder del Partido Democrático, Matteo Renzi, en la sede del partido. ANDREAS SOLARO (AFP)

El centroizquierda italiano lleva dos décadas dormido en los laureles (y no de la victoria precisamente). Un sueño plácido, apoyado en la autocomplacencia y en el victimismo frente a las tropelías sin castigo electoral de Silvio Berlusconi, del que lo ha sacado abruptamente Matteo Renzi. El alcalde de Florencia, de 39 años recién cumplidos, logró hace solo seis semanas auparse a la secretaría del Partido Democrático (PD) con el 70% de los votos gracias a dos promesas muy claras: jubilar a las viejas glorias de la izquierda —y a sus viejos métodos— y lograr en un tiempo récord las reformas mil veces aplazadas que tanto necesita Italia para convertirse en un país gobernable. Esto es: una ley electoral que arroje un vencedor claro, con capacidad para gobernar, y la supresión del bicameralismo perfecto reduciendo las competencias del Senado. El caso es que Renzi, para sorpresa de propios y extraños, está a punto de conseguirlo. Eso sí, a su manera.

Y su manera poco ortodoxa de hacer política pasa por poner de los nervios a su propia parroquia. La prueba más palpable ocurrió el sábado. El nuevo líder del centroizquierda no solo decidió reunirse con el exprimer ministro Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, expulsado del Senado tras sus condenas judiciales, sino que lo citó en la mismísima sede del PD. Allí, bajo una foto de John F. Kennedy y otra de Fidel Castro y el Che Guevara jugando al golf, Renzi y Berlusconi llegaron a un principio de acuerdo para aprobar una nueva ley electoral que fomente el bipartidismo, colocando al vencedor a salvo del "chantaje" de los pequeños partidos.

Más por la forma que por el fondo —el viejo tahúr de la política italiana entrando por primera vez en la sede del PD—, la vieja guardia del partido, cuya infantería recibió al coche blindado de Berlusconi a huevazo limpio, afeó la conducta a Renzi, quien fue acusado de resucitar innecesariamente a un cadáver político. El alcalde de Florencia, tan sobrado como siempre, contestó repitiendo dos o tres veces que había encontrado "una profunda sintonía" con Il Cavaliere y, cuando las críticas arreciaron, las atajó con una broma envenenada ante toda la dirección nacional del PD reunida en Roma: "Me están acusando de haber llevado a Berlusconi a vía del Nazareno [la sede del PD] los mismos que lo llevaron al palacio Chigi [sede del Gobierno]. ¿Qué queríais, que me reuniera con Dudú [el ya famoso perro de la novia de Berlusconi]".

Una vez de acuerdo con el exprimer ministro y con su delfín díscolo —Angelino Alfano, secretario del Nuevo Centroderecha y vicepresidente del Gobierno de Enrico Letta—, Matteo Renzi se presentó ante la dirección nacional del PD. Dijo que la nueva ley electoral —inspirada en el modelo español— impedirá el "poder de chantaje" de los pequeños partidos: "Queremos que el que gane lo haga con una mayoría sólida. Hacemos hoy las reglas junto a Berlusconi para que en el futuro no tengamos que gobernar juntos [como ha sucedido en los primeros meses del actual Gobierno]. Así, proponemos un premio de mayoría que lleve al 53%, como mínimo, o al 55%, como máximo, a quien haya obtenido al menos un 35% de los votos. Si ningún partido, como sucedió en las pasadas elecciones, obtiene el 35%, existirá la posibilidad de una segunda vuelta, pero no entre dos candidatos a primer ministro, sino entre dos partidos o coaliciones". A pesar de un duro desencuentro con el presidente del PD, Gianni Cuperlo, que se marchó de la sala, Renzi obtuvo 111 votos a favor y 34 abstenciones. Nadie votó en contra, lo que una vez más deja claro que el nuevo hombre fuerte de la política italiana —no solo del centroizquierda— es el alcalde de Florencia.

Otra cosa es la influencia que su fortaleza pueda obrar en el actual Gobierno de Enrico Letta, quien en los últimos días ha recibido dos mensajes contradictorios por parte de Renzi. Por una parte, el secretario del PD no se ha cansado de repetir —y no en privado, sino en programas de máxima audiencia— que el gobierno que sostiene su propio partido y Angelino Alfano "no ha hecho nada en nueve meses". Por otra, jura que su intención no es ni mucho menos la de descabalgar a Letta, sino la de allanar el camino —ejecutando las reformas que necesita el país—de la gobernabilidad. Pero lo cierto es que el tándem que oficialmente dirige el país —Enrico Letta y Angelino Alfano— se sitúa a años de luz de fuerza política y mediático que la muy extraña, y sobre todo imprevisible, pareja formada por Matteo Renzi y Silvio Berlusconi.

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