Las alcantarillas de Bogotá son mortales
Los agujeros que deja el robo de tapas de cloacas han causado en los últimos meses la muerte de dos niñas
El fin de año se convirtió en una pesadilla para la familia Galindo Martínez. Anyelen, su pequeña de cuatro años, cayó en una alcantarilla sin tapa en el sur de Bogotá y fue encontrada sin vida tras 18 horas de angustiosa búsqueda en el río Tunjuelito, hasta donde fue arrastrado su cuerpo. De nada sirvieron para rescatarla los esfuerzos de buzos profesionales del equipo de bomberos ni una cámara robot que utilizó la empresa de aguas del distrito. Anyelen, que caminaba de la mano con su padre, cayó a una alcantarilla que estaba cubierta solo por hierba.
La misma tragedia sufrió la familia de Michel Dayana Barrera, una niña de dos años que murió a finales de octubre tras caer en un desagüe de aguas pluviales sin tapa en el centro de Bogotá. Ocurrió en un descuido de su abuela, cuando la niña salió corriendo a perseguir una paloma. Ni la ayuda de la policía y los bomberos, que se metieron dentro de la alcantarilla para buscarla, fueron suficientes. Según los medios colombianos, Michel cayó a una profundidad de nueve metros, fue arrastrada por las aguas fecales y encontrada sin vida dos horas después del accidente.
El hecho encendió las alarmas y hasta el vicepresidente, Angelino Garzón, comparó el peligro que representan las alcantarillas sin tapas con las minas antipersona que utilizan las guerrillas en los campos colombianos. “Tener alcantarillas sin tapas es como tener calles en las ciudades con minas antipersonal o de la muerte”, escribió en su cuenta de Twitter.
El robo continuo de tapas de alcantarilla, que antes se fabricaban en cemento reforzado con hierro —material que luego se vende en el mercado negro— no es nuevo en Bogotá. Hace unos cinco años se empezaron a reemplazar esas tapas por otras hechas de polímeros libres de hierro para que resulten valiosas para los ladrones.
Sin embargo, los hurtos, que han disminuido en un 50% desde 2006 según la Empresa de Acueducto, Alcantarillado y Aseo de Bogotá, siguen ocurriendo y provocando que las alcantarillas se conviertan en trampas mortales. De hecho, una nueva medida será reemplazar todas las tapas con hierro por otras plásticas, así como implementar un sistema llamado Agua Inteligente —utilizado ya en Inglaterra—, que permitiría identificar las tapas robadas y a las personas que las tengan en su poder a través de una marca indeleble.
Los vagabundos, la mayoría adictos al bazuco (pasta de coca), o los pequeños delincuentes son los que suelen robar las tapas (lo que supone un delito menor) que venden en el mercado negro por un precio irrisorio que no supera los 10.000 pesos colombianos (unos ocho euros). Luego los compradores que conforman la red dedicada a comercializar estas piezas robadas las funden para vender el hierro o las comercializan en otras regiones del país, con jugosas ganancias. Así lo denunció recientemente Julio César Acosta, concejal de Bogotá, quien aseguró que en la capital colombiana se roban hasta ocho tapas por día y que a la alcaldía le cuesta reponerlas 600 millones de pesos al año (unos 240.000 euros).
Por si fuera poco, las fundidoras compran este material para hacer nuevas tapas que luego adquiere la alcaldía de Bogotá para reponer las robadas. “La Administración Distrital termina comprando las tapas que le han sido robadas después de un proceso y un camino ilegal”, dijo Acosta en su denuncia. El problema no es exclusivo de Bogotá, donde en 2013 robaron más de 2.000 tapas. Ciudades como Barranquilla, Medellín y Cali también son víctimas de estas mafias.
Ante la muerte de las niñas, la Empresa de Acueducto de Bogotá ha puesto en marcha un grupo especial de 40 técnicos que atiende las emergencias y las denuncias sobre la falta de tapas de alcantarillas para reponerlas en un tiempo máximo de entre cuatro y seis horas. Antes se tardaba hasta 24 horas.
En Bogotá hay 210 puntos con alcantarillas, de las que el 15% conectan con grandes tuberías, de ahí el gran peligro para desprevenidos transeúntes como las pequeñas Anyelen y Michel, que terminaron ahogadas.
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