La izquierda gana terreno en el conservador Costa Rica
El joven diputado José María Villalta es la revelación para las elecciones presidenciales en Costa Rica del dos de febrero
“No seré un relleno”, dijo antes de anunciar su candidatura para la Presidencia de Costa Rica José María Villalta Florez-Estrada (36 años). Sabía que, siendo el único diputado de su partido Frente Amplio, su postulación se podía ver como una más de las que se presentan en Costa Rica para llamar la atención y obtener recursos que permitan ganar escaños en la Asamblea Legislativa, sin pretender realmente la silla presidencial. El proyecto de convertirse en el sustituto de Laura Chinchilla en las elecciones del dos de febrero de 2014 no se lo creían ni en su propio partido, la única agrupación declarada de izquierda con representación en el Congreso de los diputados.
Era demasiado joven para el promedio de candidatos presidenciales. Su partido lleva la bandera de la “izquierda”, una palabra difícil de digerir en este país más bien conservador y encaminado a la apertura económica en los últimos 30 años.
A un mes de los comicios presidenciales y legislativos Villalta llega convertido en el rival directo del oficialista Johnny Araya, candidato del Partido Liberación Nacional (PLN), la mayor maquinaria electoral de este país que ha gobernado en dos períodos continuos (Óscar Arias, 2006-2010 y Chinchilla, 2010-2014) y que hace tres meses parecía listo para asumir un tercer mandado al hilo. Villalta y Araya aparecen como protagonistas de una lucha electoral dual a pesar de once candidatos presidenciales más. Otros tres alcanzan un apoyo considerable en las encuestas con una oferta ideológica variada como nunca antes.
Araya comenzó la campaña como el favorito, pero nadie vio venir a Villalta. Pocos previeron la capacidad del diputado Villalta de recoger como frutos propios las consecuencias del malestar político en Costa Rica. Posee discurso encendido, es enemigo de la corbata y amigo de los megáfonos en las manifestaciones callejeras. Este abogado graduado de la estatal Universidad de Costa Rica (UCR) amenaza la ventaja aparente de Johnny Araya, que no ha logrado sacudirse la impopularidad del gobierno de Chinchilla a pesar de su discurso crítico contra el pasado reciente de su propio PLN, por considerar que se ha centrado en lo económico y menospreciado lo social.
El ascenso de Villalta en los estudios de preferencia de voto ha resultado sorpresivo incluso para su comando de campaña, que ha debido saltarse los manuales de manejo de una contienda electoral, atropellados por el éxito que ahora se refleja en las encuestas y levemente en las calles; la bandera amarilla de Frente Amplio y la verdiblanca del PLN son las dos que se hacen notar en medio del paisaje político apático, en comparación con campañas anteriores. Aún más marginal es el apoyo visible para Otto Guevara (Movimiento Libertario, derecha) y para Luis Guillermo Solís del Partido Acción Ciudadana (PAC centroizquierda), la mayor agrupación representada en el Congreso actual.
Más eficaz ha resultado la campaña de Villalta, ayudado por una fresca imagen publicitaria y por su discurso en ataque constante a “los mismos de siempre”, en alusión a los políticos del PLN pero también a los círculos de grandes empresarios que los rodean. A ellos alude en su programa de gobierno. “El incremento de la desigualdad social no es obra de la casualidad; es la consecuencia de políticas neoliberales orientadas a la acumulación de capital en manos de privilegiados”, dice el plan de propuestas de Villalta, en alusión a los bancos privados, representantes de firmas trasnacionales y grandes empresas exportadoras “que son las más favorecidas” con los tratados de libre comercio, la política monetaria, la explotación de recursos naturales y el desmantelamiento de entidades públicas.
Habla de controlar precios de alquileres o medicamentos, además de reducir latifundios, redistribuir la tierra y, si es necesario, expropiar “en el marco dela Constitución Política”. Propone plantear una renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, que tiene 5 años de entrado en vigencia después de una ardua disputa en el 2007 que se resolvió con un apretado triunfo del “sí” en un referendo que polarizó al país, el único en la historia costarricense. Cuando le preguntaron si su propuesta era socialista, entendió que la palabra tiene su costo político y respondió con un eufemismo: “es un plan de gobierno orientado a lo social”. En una entrevista en televisión, difundida como un video viral entre sus opositores, se le vio en apuros para defender sus postulados como autóctonos y realizables.
Para sus adversarios y algunos de sus simpatizantes, esto es socialismo sin matices. Le dicen “comunista” y no han faltado videos en que le hacen ver la similitud de sus respuestas de ahora con las que daba Hugo Chávez en 1998, en su primera candidatura presidencial en Venezuela. El conservador periódico local La Nación, el más influyente del país, afirmó en un reciente editorial que la propuesta de Villalta es “populista, estatista y ahistórica” y celebró que también sea “inviable”. La cúpula del movimiento solidarista, un tipo de organización laboral que cuentan con el respaldo de los patronos privados, lo considera su “enemigo”.
Estos sectores conservadores tienen razón de preocuparse, según el historiador Vladimir de la Cruz, excandidato presidencial del partido izquierdista Fuerza Democrática y embajador en Caracas durante el gobierno de Óscar Arias (PLN, 2006-2010). “El partido Frente Amplio es una de las dos fuerzas comunistas del país y él es el candidato presidencial de esta agrupación. Aunque ahora no exhiba el lenguaje comunista, es comprensible que se preocupen quienes adversan el comunismo”, declaró De la Cruz. Explicó que la popularidad de Villalta obedece en parte a la cobertura mediática que ha recibido en los tres años y medio que lleva como diputado, en los cuales se ha erigido como el rostro de la oposición, a pesar de ser el único de de su partido.
El Frente Amplio de Villalta es modesto y nuevo. Lo fundó en 2004 un exdiputado de origen español llamado José Merino, que se presentaba como un comunista clásico y que conoció a Villalta en las fuertes protestas del año 2000 en contra de la ruptura del monopolio estatal en telecomunicaciones y en electricidad. Lo llevó de asesor legislativo cuando ni siquiera se había licenciado de Derecho y lo promovió como figura política durante la intensa disputa del 2007 en torno al TLC con Estados Unidos. En los debates era agresivo, astuto y documentado: era un dolor de cabeza para los promotores del TLC.
Ahora, en los debates de candidatos presidenciales, Villalta sigue siendo aquel. Su discurso, salpicado con algo del acento peruano que adquirió en la niñez por su familia materna, está cargado de la indignación manifestada por miles en las calles durante el gobierno de Chinchilla, en el que se duplicaron las protestas. Esto lo muestra el informe anual del centro de estudios Estado de la Nación (formado por cuatro universidades estatales) que reporta también el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres. Costa Rica el país de América Latina donde más creció en la última década el coeficiente de Gini, utilizado para medir la desigualdad social.
El candidato de Frente Amplio tiene además, según las encuestas, una especial sintonía con los jóvenes, para quienes la filiación a un partido es algo pasado de moda. Él mismo no deja pasar la oportunidad de recordar que pertenece a ese millón de jóvenes dentro del padrón de 3 millones de costarricenses convocados a las urnas en febrero para elegir un presidente, sus dos vicepresidentes y los 57 nuevos diputados.
Villalta, sin embargo, sabe que tampoco gana con solo el encanto ante los jóvenes o la empatía con quienes se declaran indignados o con los seguidores de la izquierda. Aún hay recelos entre fuerzas socialistas e incluso entre dirigentes de sindicatos del sector público, una de las bases del Frente Amplio. Costa Rica es un país donde importa lo católico, la familia y lo tradicional. Eso lo sabe él, su equipo de campaña y el grupo de publicistas que sí pertenecen al establishment. Así se entiende por qué el diputado más activo a favor del reconocimiento legal de las parejas homosexuales subraya también el catolicismo de su familia (aunque no el suyo). O por qué para la Navidad publicó un anuncio en el que posa junto a su pareja (no esposa) y su hijo Emiliano, sentados en familia con un árbol navideño de fondo. “Reflexionemos sobre esta Costa Rica que podemos construir juntos”, dice en tono conciliador.
“Ese José María Villalta no es el dirigente loco que muchos hubieran creído, pero tampoco el líder de masas populares. Él es la alternativa en esta coyuntura electoral capaz ciertamente de sorprender en unas elecciones; ha crecido con efervescencia”, añadió De la Cruz, quien a diferencia de otros críticos de Villalta, sí acredita al Frente Amplio la capacidad de formar un gobierno. Otros analistas especulan sobre una alianza suya con otros partidos políticos, en caso de que acceda a una segunda ronda, si ninguno de los candidatos alcanza el 40% mínimo este 2 de febrero.
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