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El apagón del Black Bloc

La ofensiva policial y la heterogeneidad del grupo, desmoviliza el movimiento de los enmascarados

María Martín
Un policía detiene a un manifestante del Black Bloc en São Paulo.
Un policía detiene a un manifestante del Black Bloc en São Paulo.REUTERS

El día 15 de noviembre estaba reservado para ser el último gran acto de 2013 del movimiento Black Bloc en São Paulo. Semanas antes, las redes sociales ardían con posibles estrategias a ser seguidas durante la protesta. Algunos hablaban en concentrar a los manifestantes –y al efectivo policial- en el Museo del Arte de São Paulo (Masp), mientras varios grupos de enmascarados sembraban el caos en otros puntos de la ciudad sin supervisión policial. Más de 1.000 personas habían confirmado su presencia en la página del evento en Facebook. Como contraofensiva, más de 1.500 efectivos de la Policía Militar estaban listos para actuar.

Pero, el día 15, solo diez adolescentes vestidos de negro aparecieron con sus máscaras dentro de las mochilas. No hubo acto y no fue el primer fiasco. El día 6 de noviembre, 110 policías acompañaron la marcha de solo 50 manifestantes. El grupo cortó la avenida Paulista, en la región central de São Paulo, pero la protesta no fue más que una manifestación simbólica y descoordinada.

La dispersión de los movimientos callejeros coincide con el anuncio de la presidenta Dilma Rousseff de disponibilizar la estructura de la Inteligencia de la Policía Federal tras la agresión a un coronel de la Policía Militar por un grupo de enmascarados, el día 25 de octubre. Pero, en la práctica, lo que deshidrató el movimiento fue el equipo especial creado por el Estado de São Paulo en octubre, en el que la Fiscalía y la Policía Civil y Militar abrieron una investigación para identificar, vigilar y responsabilizar a los enmascarados, vándalos o no, que continúan siendo una incógnita para las autoridades y para la población.

Un día antes del 15 de noviembre, 65 jóvenes, detenidos en diferentes protestas por ser sospechosos de actos de vandalismo, fueron llamados para declarar. Todos negaron adoptar la táctica de la violencia. No había pruebas contra ellos, pero el miedo los calló. La intención de la Policía es comenzar a procesar sospechosos por asociación al crimen y, como mínimo, prohibirles participar en manifestaciones, como ya se hace con aficionados que promueven conflictos en los partidos de fútbol.

La investigación abierta para identificar, vigilar y responsabilizar a los enmascarados deshidrató el movimiento 

El Black Bloc llegó a ser comparado por el Ministerio Público de São Paulo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), “una organización criminal armada”. “Aparentemente, en este tipo de crimen que no es profesional, pero sí organizado, la policía tardó demasiado para tener un plan. Ahora aprendieron que tenían que trabajar con la identificación de los Black Bloc”, dice Guaracy Mingardi, investigador de seguridad pública, y exsecretario de Seguridad en Guarulhos, ciudad del Estado de São Paulo.

La investigación motivó críticas de abogados y manifestantes que denuncian que se está atacando el derecho a manifestación. “La investigación se está usando como una herramienta para amedrentar a los manifestantes. Ahora salir en la calle para protestar significa ser objeto de criminalización”, critica Daniel Viral, uno de los Abogados Activistas que defiende jóvenes que no están relacionados con los movimientos violentos, pero que son detenidos como tal. “Lo que se vio el día 14 en la comisaría era una mayoría de universitarios que no tenían nada que ver con vandalismo y que ahora están con recelo de continuar manifestándose”, explica Viral.

Entre aquellos 65 jóvenes estaba Felipe de Carvalho, de 21 años, estudiante de ingeniería naval. Carvalho fue detenido –y herido- en la protesta del día 7 de septiembre, día de la Independencia de Brasil. Ese día, explica, él estaba usando máscara para proteger su imagen ante su familia que, “por los medios, ya cree que cualquier manifestante es un vándalo”. Carvalho asegura que nunca participó en ningún acto violento. Según su relato, la policía intentó impedir el paso del grupo. En seguida, un grupo de policías comenzó a golpearle. “Acabé con una herida de cinco puntos en la cabeza. Pasé la noche en la comisaría y solo al día siguiente me llevaron al hospital”, relata.

Tras ese episodio, a Carvalho le llamaron para declarar la víspera de la manifestación del 15 de noviembre. Allí respondió a preguntas “genéricas” como si formaba parte del Black Bloc o lo que pensaba de la policía, además de tener que enseñar su página de Facebook a los investigadores. “No voy a dejar de salir en la calle, pero me quedé con miedo de ser acusado injustamente”, lamenta.

No hay duda de que se están violando algunos derechos, pero antes era peor porque la policía actuaba agresivamente contra las personas

Para Mingardi, no hay duda de que se están violando algunos derechos. “Antes era peor porque la policía actuaba agresivamente contra las personas. Lo importante ahora es saber si van a usar la inteligencia para parar el Black Bloc o van a usar esa estrategia para asustar a los manifestantes legítimos”, afirma. El especialista apunta que la policía debe tener un cierto grado de libertad para actuar, pero los agentes políticos necesitan establecer límites. “Si no, estás criminalizando movimientos que no tiene nada que ver con la violencia”, argumenta.

La profesora de la Universidad Federal de São Paulo Esther Solano, que estudia el movimiento desde junio, cree que “el Black Bloc de São Paulo pasa por una clara fase de debilidad”. Dos fechas aparecen con gran simbolismo para Solano: el día 7 de septiembre, cuando se celebró la mayor manifestación del Black Bloc en la ciudad al reunir cerca de 1.500 manifestantes, y el día 15 de noviembre, que pretendía repetir el acto del día 7, pero que acabó en nada. “La investigación fue un elemento esencial para explicar esta aparente caída”, afirma Solano.

La heterogeneidad y la aparente falta de liderazgo de los que practican la táctica del Black Bloc también dificultó la convocatoria de los últimos actos. Un reportaje publicado por la revista Época, en el que se apuntaba el periodista anarquista Leornardo Morelli como entrenador y financiador del Black Bloc por medio de su ONG Defensoria Social, generó una enorme revuelta. Morelli desconvocó el llamado Día de la Furia, un acto de apoyo a la convocatoria oficial del Black Bloc, por haber recibido amenazas.

Los rumores se propagaron a la misma velocidad que los desmentidos. “En el Black Bloc no hay líderes”, repetían los participantes de foros en internet. “No voy a ir a nada que tenga que ver con ese tío”, justificaba un joven integrante del Black Bloc en la víspera del día 15. “Otros leyeron el reportaje y creyeron que Morelli era realmente el líder, y cuando suspendió el acto se quedaron en casa”, cuenta otro muchacho, que afirma que hay mucha descoordinación en torno a las acciones del grupo.

El Black Bloc continúa convocando pequeños actos, incluso para 2014. Para Solano “eso puede significar que es solo una parada de los Black Bloc para resurgir durante el Mundial y las elecciones presidenciales. Pero la pregunta más pertinente es si será algo temporal o el fin del Black Bloc en São Paulo”.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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