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“En Michoacán los ciudadanos se hartaron de ser una esclavitud nueva”

La senadora Luisa María Calderón, excandidata a gobernadora en el conflictivo estado azotado por el narcotráfico, no cree que el regreso de Fausto Vallejo vaya a cambiar nada

Paula Chouza
Luisa María Calderón en el Senado de México este martes, 29 de octubre.
Luisa María Calderón en el Senado de México este martes, 29 de octubre.saúl ruiz

La senadora Luisa María Calderón (Morelia, 1956) conoce bien los problemas de Michoacán, un Estado azotado en los últimos años por la violencia del narcotráfico. Además de hermana del expresidente de México Felipe Calderón y miembro del Partido de Acción Nacional desde 1976, esta senadora fue candidata en las últimas elecciones a gobernadora de Michoacán, pero Fausto Vallejo, del PRI, la derrotó. La hoy legisladora dice que el PRI le ganó “levantando” a sus candidatos, “amenazándolos y pidiendo que no fuesen a votar”. No cree que el reciente regreso del mandatario estatal, tras casi cinco meses de convalecencia por una enfermedad nunca aclarada, vaya a cambiar la situación en la entidad, y hace su propia explicación sobre el surgimiento de las guardias comunitarias: “Son gente que se hartó de ser sometida, cercada, sitiada, era una esclavitud nueva”, dice a EL PAÍS en su oficina del Senado.

Pregunta. ¿Cuál es el estado de los cuerpos policiales en Michoacán?

Respuesta. La policía está bajo el mando de la delincuencia organizada desde hace muchos años. Hasta 2006 el delito de venta de droga solo estaba perseguido por la federación y a partir de ese año, al haber mucha alarma por los puntos venta de narcomenudeo –estaban de moda las “tachas” (drogas sintéticas), por ejemplo--, afuera de las escuelas, en las tienditas, en todos lados, hubo una modificación del código penal y de la Constitución para que la persecución de este delito fuera también competencia de estados y municipios. A partir de ahí, la delincuencia organizada, sabiendo que la policía municipal los va a perseguir, la copta, se adueña de ella. A los alcaldes los obligan a poner en los mandos a gente de ellos, les sirven de informantes, les abren el paso... En nuestro estado la policía obedece o depende del crimen organizado.

P. ¿En todos los municipios?

R. Yo diría que sí. Y luego está además la policía estatal, ministerial, que desde hace dos o tres años tiene involucrados a muchos de ellos, delinquen, asaltan. Se decía que si iban contra alguien que chocaba o tenía un accidente, si lo identificaban como suyo, lo liberaban y si era enemigo, se lo entregaban al crimen organizado. Es un tema del que todo el mundo habla y no creo que afecte solo a los alcaldes que yo conozco. Cuando Fausto Vallejo presentó su plan de desarrollo estatal, me llamó porque no habíamos hablado desde que tomó posesión el 15 de febrero de 2012 y me dijo que el plan de Gobierno incorporaba muchas de mis proposiciones y que para lo que se me ofreciese, ahí estaba. Yo le dije: “Cuide a mis ayuntamientos, porque están sometidos, porque les imponen la policía, porque les piden dinero de todo el recurso que llega”… y me dijo:” Pues así están todos, ¿no?” “Bueno, yo creo que se libra Morelia”, le contesté y él me respondió: “No, ya verás que en pocos días cambian al director de obras porque es una exigencia del crimen” y así sucedió. Entonces sí creo que hay una imposición de los mandos de la policía municipal y al que se opone, lo asesinan.

P. Si el problema en Michoacán tuviera un nombre, ¿cuál sería?

R. Descomposición social. En 1986 yo subí, estando en campaña, a Aguililla [un municipio de 16.000 habitantes al suroeste de Michoacán]. Era un pueblo muy pobre y nos sorprendimos de que llegara un joven en camioneta, con magnetófono y con un arma de este tamaño (abre los brazos más allá del ancho de su torso). Medio petulante; fue a ver qué hacíamos el candidato y su comitiva, que no éramos más de tres. Le preguntamos que por qué no estaba en la escuela. Dijo que él no iba a la escuela, que era el jefe de una cuadrilla y que ocupaba su tiempo en mover macetas. Nos señaló a unos amiguitos que tenían los dedos negros de estarle quitando la goma a las amapolas. Ese chico tendría trece años. Más 27, que son los que han pasado desde entonces, si aún vive, hoy tiene 40. Creció rodeado de eso, nadie lo vio, había muchas complicidades… Pienso que ha habido una descomposición social que se fue generalizando, que en la medida en que fueron creciendo las propias bandas, se desdoblaron y se enfrentaron entre ellas. Hay gente que dice que en los años cincuenta bajaba un avión que venía lleno de zapatos de Guadalajara y se iba repleto de churros de mariguana u otra droga. Luego en tiempos de los ochenta secuestraban gente por esa zona. La situación fue amplificándose, siendo un tema de posición socioeconómica: una encuesta de 2010 de la Secretaría de Educación Pública dice que 4 de cada 10 chicas quieren ser novias de un narco y que a muchos jóvenes no les importa vivir cinco o siete años si tienen un poco de poder. Hay una descomposición o reorientación de lo que se consideran valores de la vida donde lo que menos importa es la propia vida.

P. Entonces, ¿en qué medida ha empeorado la situación en estos años?

R. Se ha diversificado y es mucho más violenta. Al partirse los grupos delincuenciales, estos se pelean el territorio, el control. A los limoneros [Michoacán es el primer productor de limón en todo el país y muchos pueblos de la zona viven dedicados a su cultivo] les dicen ahora qué día cosechan, qué día no, les ponen el precio y una cuota en la producción por caja. No solo pasa con los aguacateros [hasta 46 ayuntamientos de la entidad cosechan este fruto], que se supone que tienen la producción más rentable. También a los que siembran pepino. A las tiendas les dicen cuándo abren, quién entra a los pueblos. Han llegado a tener un control tal que a quien desobedece, lo maltratan.

P. ¿Cuál debería ser la estrategia gubernamental para revertir la situación?

R. El mando municipal no puede seguir siendo cómplice. Allí en Tepalcatepec [un pueblo de 12.000 habitantes donde las guardias comunitarias se levantaron el 24 de febrero] también les dieron clases a todos los punteros –informantes-, los nalguearon y los pusieron a barrer, fueron por los taxistas y les quitaron los aparatos de radio porque tienen una base de infiltados muy horizontal. Esta base les permite protegerse, escapar. Hay que tomar medidas firmes, hacer que la policía municipal no sea su cómplice. Esto en la parte social que se ha ido descomponiendo, pero creo que también en las instituciones se necesitan cambios. El presidente Calderón [2006-2012] hablaba de tres líneas de acción: la transformación de las instituciones, la recuperación del tejido social y la contención. Hoy se sabe de la contención nada más. Sirvió, porque antes de que él se fuera no teníamos estas tragedias en Michoacán, pero la transformación de las instituciones también es muy importante. 

P. En cuanto a las autodefensas, ¿qué papel jugarían ellas en este nuevo modelo de participación ciudadana, deberían tener alguna coordinación con el Gobierno?

R. Creo que el diálogo establecido en semanas pasadas del Ejército con los liderazgos de las guardias comunitarias facilitó el acercamiento, que no los vean en la misma categoría que al crimen organizado, que entiendan los militares que ellos están tratando de liberarse. El sábado fue un día delicado para todos, cuando las autodefensas entran en Apatzingán desarmadas , porque allí están atrincherados [los Caballeros Templarios]: ahí nacieron, el alcalde es primo del Chayo [Nazario Moreno González, líder del cártel de La Familia Michoacana dado por muerto en 2010, aunque existen dudas al respecto], la tesorera era esposa del Chango [José de Jesús Méndez Vargas, cabecilla del mismo grupo criminal], ahí están sus casas, su familia, ahí tienen armamento guardado, ahí se abastecen de gasolina. Todo eso hace que inicialmente parezca que entran en desventaja, pero acompañados por el Ejército ya no están tan en desventaja. El crimen organizado no puede enfrentar a las guardias comunitarias porque el Ejército los acompañas. Pienso que se evitó una masacre y que debe construirse un diálogo a partir de eso, conocer y reconocer su historia, también que mantengan las zonas liberadas (Aguililla, Tepalcatepec, La Ruana...) No sé si sea un principio de recomposición. Hay que ir también con los ayuntamientos, nosotros estamos muy agraviados con el asesinato de nuestro amigo Octavio [el líder del PAN en Apatzingán, hallado sin vida el 16 de octubre]. No sé si sirvió de bandera para ir a la ciudad ni que tan asustados están los vecinos, pero hay que romper este círculo vicioso.

P. ¿Explica entonces el nacimiento de las autodefensas?

R. Sí, lo explico y lo entiendo. Son ciudadanos que se hartaron, muchos de ellos son míos, son personas que conozco hace años, que están ahí y que dicen: “Pídele a dios que volvamos mañana”. Estoy cerca de gente de Tepalcatepec, Aguililla, Apatzingán y son gente que se hartó de ser sometida, cercada, sitiada, era una esclavitud nueva.

P. ¿Cree que el regreso de Fausto Vallejo al Gobierno estatal puede suponer un cambio de estrategia?

R. No. Él acaba de declarar que la culpa es de Leonel [Leonel Godoy fue gobernador de Michoacán entre 2008 y 2012]. Anteayer dijo que era honesto y hoy dice que la violencia es su culpa. Primero, no creo que se trate de decir de quién es la culpa. Segundo, yo fui candidata a gobernadora en ese Estado y sé cómo me ganó Fausto. Me ganó levantando a mis candidatos, evitando que fueran a votar, amenazándolos. El tema no es cuántos votos me ganó sino cómo me ganó y le dije que tuviera cuidado porque no querríamos que se hincara frente al crimen. Vuelve obligado, es un regreso no libre y no creo que tenga mucha opción.

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Sobre la firma

Paula Chouza
Periodista de Política en EL PAÍS. Participó en el lanzamiento de EL PAÍS América en México. Trabajó en el Ayuntamiento de A Coruña y fue becaria del Congreso de los Diputados, CRTVG o Cadena SER. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, Máster en Marketing Político y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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