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El islamismo enarbola su emblema

La autorización a las mujeres para cubrirse con el pañuelo en la Administración rompe con uno de los últimos tabúes del laicismo en la Turquía moderna

Juan Carlos Sanz
Erdogan y su esposa Emine (a su derecha), el 7 de septiembre en Buenos Aires.
Erdogan y su esposa Emine (a su derecha), el 7 de septiembre en Buenos Aires.Scott Halleran (Getty)

Cuenta Orhan Pamuk en Estambul, ciudad y recuerdos que en su acomodado barrio de Nisantansi las mujeres que se cubrían la cabeza con un pañuelo parecían todas invisibles hace medio siglo. Eran las criadas, las limpiadoras de las casas y negocios de los turcos blancos, la élite laica y occidentalizada que controló durante casi 80 años la República de Turquía, donde 6 de cada 10 mujeres usan el velo islámico. Pero desde hace más de una década el Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), de base islamista, ha pugnado por hacerlas visibles, y no solo en la calle.

El primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, ya se estrelló contra los guardianes del Estado laico cuando intentó levantar la prohibición del velo en la Administración y en las universidades en 2005 y en 2007. Las leyes emanadas de la Constitución kemalista impuesta por los generales tras el golpe militar de 1980 calificaban el pañuelo como símbolo de una militancia política —islamista, claro está—, no tolerada ni en las aulas ni las oficinas públicas. En ambos casos las iniciativas legales de Erdogan fueron tumbadas por el Tribunal Constitucional, que a punto estuvo de disolver el AKP, que se libró de ser ilegalizado por un solo voto de diferencia entre sus magistrados.

Erdogan, que no ha ocultado nunca en sus campañas electorales que quería acabar con el veto legal al pañuelo islámico, ha necesitado otros seis años más, dos reelecciones por aplastante mayoría y devolver definitivamente a los cuarteles a los militares —después del reciente procesamiento y condena de centenares de oficiales integrados en tramas golpistas— para conseguir su objetivo. Aprovechó ayer la presentación del llamado "paquete democrático", una serie de reformas legales que la Unión Europea aguardaba desde hace años, para proclamar "el levantamiento en las instituciones públicas de medidas discriminatorias que violan la libertad de credo".

En realidad, la prohibición del velo en las universidades ya había ido perdiendo peso paulatinamente. Los rectores dieron a los bedeles la orden de que dejaran de cachear a las alumnas que acudían a clase con sombreros, gorras e incluso pelucas para disimular sus pañuelos. Primero se toleró en los campus privados, y más tarde en los públicos. Y hace apenas dos años el Consejo Superior de Enseñanza dejó sin aplicación en la mayoría de los centros las normas que vetaban el paso a las alumnas cubiertas con el velo. Ahora las profesoras y el resto del personal femenino de los campus también podrán llevar la simbólica prenda.

Erdogan no parece haber querido esperar tanto para autorizar a las funcionarias a cubrirse según la interpretación ortodoxa del islam. Pero las mujeres que son jueces, fiscales, militares y policías seguirán sujetas a la prohibición establecida por el Estado kemalista. No es este el caso de las diputadas y concejalas, que sí podrán usarlo.

Cuando entre en vigor la legislación anunciada por Erdogan Turquía se encontrará en vísperas de las elecciones municipales de 2014, en las que el AKP se juega su hegemonía electoral. El primer ministro —que también aspira a reformar la Constitución para ser elegido presidente de la República con plenos poderes ejectivos— ha querido enviar a las bases de su partido y a sus votantes conservadores y religiosos el mensaje de que las reformas presentadas —especialmente las polémicas medidas de reconocimiento de la identidad de la minoría kurda— no van a variar su política de defensa cerrada de los valores islámicos.

La prohibición del pañuelo también ha tenido un efecto adverso para la economía turca, al impedir la incorporación de muchas mujeres al sector público, en un país donde la tasa de ocupación femenina apenas supera el 25% frente, por ejemplo, al 52% de España.

Pero apenas tres meses después del estallido de indignación juvenil en Estambul y otras ciudades turcas contra el autoritarismo de Erdogan y su política de reislamización de la sociedad, como en la legislación que restringe la venta de alcohol, el levantamiento de la prohibición del velo amenaza ahora con desatar de nuevo el rechazo de los sectores laicos de la población turca.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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