Dos atentados contra mezquitas causan 42 muertos y 500 heridos en Trípoli
Las explosiones de coches bomba contra suníes en pleno rezo del viernes devuelven el terror sectario a Líbano
Pasaba la una de la tarde cuando, con cinco minutos de diferencia, dos coches bomba hicieron explosión este viernes en Trípoli, a 70 kilómetros al norte de Beirut. Las deflagraciones se han registrado a pocos metros de dos mezquitas suníes, la de Taqwa y la de Salam, en las que pronunciaban sus sermones del viernes dos destacados líderes de esta rama del islam, que profesa casi un tercio de la población de Líbano. El Ministerio de Salud ha confirmado la muerte de 42 personas. Ha habido también 500 heridos, según ha asegurado la Cruz Roja.
“Es como si se hubiera producido un terremoto”, relataba un testigo al canal de televisión Al Yazira. El Ministerio del Interior ha confirmado que la primera bomba ha matado a 14 personas y que fue la segunda, con más de 100 kilos de explosivos, la que ha causado mayores daños, quemando además una veintena de coches y destrozando cinco edificios adyacentes. El caos que se ha desatado tras los ataques complicó, según mostraban las imágenes de las emisoras locales de televisión, las tareas de rescate.
Grupos de suníes armados, con la cara tapada y banderas de Líbano se han desplegado por las calles próximas a las mezquitas en señal de duelo. La policía ha tomado literalmente la ciudad, en busca de los culpables.
Nadie ha reivindicado los ataques ni se ha producido arrestos. Las autoridades libanesas han pedido a la población que extreme su prudencia y denuncie cualquier movimiento sospechoso, ya que se temen nuevos atentados. Hace solo ocho días, otro coche bomba dejó 27 muertos y más de 200 heridos en el sur de Beirut, en un feudo de la milicia chií Hezbolá.
Precisamente a ella se dirigían ayer todas las miradas, por si el ataque en Trípoli era su venganza. Sin embargo, el partido islamista ha emitido un comunicado condenando los hechos y afirmando que son parte de una estrategia “para sumir a Líbano en el caos”. Diferentes fuentes oficiales han abundado en esta lectura, y entienden que se quiere “sembrar cizaña”, ha dicho un portavoz de Defensa. El resurgimiento de la violencia en el país viene alimentado por la crisis en Siria, que divide a los suníes, opuestos al régimen de Bachar el Asad, y a los chiíes como Hezbolá, que incluso han cruzado la frontera y están ayudando al Gobierno sobre el terreno. Tanto la Unión Europea como EE UU y Naciones Unidas han condenado igualmente el doble ataque y han pedido una investigación inmediata.
La pasada semana, el presidente libanés, Michel Suleiman, acusó a Israel de haber dejado su “huella” en el atentado de Beirut. Este viernes sus asesores solo han dicho que el nuevo ataque era “obra de los mismos” de entonces, pero no han señalado a su vecino.
Precisamente este viernes por la mañana, el Ejército de Israel ha golpeado el sur de Líbano, desde donde el jueves fueron disparados cuatro cohetes Katyusha contra el norte de su territorio. Uno de los impactos fue interceptado por el sistema antimisiles de la Cúpula de Hierro y los demás cayeron en zonas abiertas, sin causar daños personales y sí algunos cortes de electricidad y rasponazos de metralla en una decena de casas, en el oeste de Galilea. Cerca de 150.000 personas tuvieron que refugiarse en recintos blindados, especialmente en Nahariya y Acre, donde las sirenas se activaron como medida de aviso.
Al Manar, la televisión afín a Hezbolá, dijo que había destruido un silo donde el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) guardaba armamento. No se ha informado de heridos, aunque un portavoz de este grupo lo confirmó afirmando, a su vez, que en sus instalaciones no había presencia de las Brigadas Abdulá Azzam, próximas a Al Qaeda, que han reivindicado de hecho la agresión. El FPLP ha amenazado con responder.
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