Sin beneficios no hay periodismo independiente. Esta es la clave de la venta del Washington Post, el legendario diario de la capital federal, con las ventas en declive y en pérdidas de 50 millones de dólares para la primera mitad de este año. La clave para entender la operación aguas arriba, es decir, desde la posición de la familia Graham, los propietarios desde hace 80 años: gracias a los beneficios han podido garantizar a los periodistas su libertad profesional, principalmente frente a los poderes establecidos, y pudieron construir con el caso Watergate la mayor leyenda de la historia del periodismo al derribar al presidente de la nación más poderosa del mundo.
La teoría más atractiva e interesante nos cuenta que un empresario del futuro se hace con una empresa del pasado para ponerla en órbita de nuevo y convertirla en algo distinto, atractivo y con amplios horizontes por delante. La lección que se desprende es bien clara: la vieja industria no sabe salir por sí sola del hoyo en que se encuentra y necesita la ayuda y la dirección de quienes sí saben cómo funcionan los nuevos mercados tecnológicos. Así vista, esta operación ratifica el agotamiento de las energías propias del negocio tradicional de la prensa, que solo podrá revivir si se ampara en las nuevas energías de una industria nueva, y podemos entenderla como una de las muchas ceremonias de los adioses que estamos viendo desde hace un tiempo y seguiremos viendo en los próximos años.
Comentarios
En las democracias del pasado los medios de información, en especial, la prensa y la radio, respondían, en cada caso, a orientaciones opuestas. Entonces el periodista, o el informador, fuese del lado que fuese, podía mantener sus propios criterios en temas de política, economía y sociedad. Actualmente, el periodismo ha perdido credibilidad porque quien decide no es el periodista sino la empresa, es decir, el directivo de la información al servicio del empresario, y éste al servicio de los intereses del poder. De aquí que la información de lo verdadero ha encontrado en Internet un fuerte rival, un gran competidor.
"Lo que está en crisis es el periodismo como institución, tanto en su aspecto económico como en su aspecto político y social, como negocio y como intelectual colectivo capaz de influir en el poder e incluso guiar o liderar una sociedad. El poder de los viejos periódicos y medios institucionales se ve desplazado hacia estos nuevos agentes antes citados, los nuevos lugares donde se ejercerá el periodismo de calidad en los próximos años, muchas veces sin que sea el beneficio el objetivo central de su actividad". ('El último que apague la luz', Lluís Bassets. De acuerdo con lo primero, pero no sé si quedará periodismo de calidad y dudo mucho que el beneficio deje de ser el objetivo central.Por lo demás, si esto vale el Washington Post, qué valdrán medios como La Razón, por citar un medio que ha hecho del periodismo-basura su bandera. Solo consuela que la mala calidad no conlleva beneficios.
La influencia de los propietarios sobre la línea editorial de los periódicos es un hecho desde siempre (v.g.Hearst). En cualquier caso, todavía no sabemos cómo se resolverá el futuro de los periódicos, pero me atrevo a apostar que cabeceras como el Washington Post o El País de una u otra forma permanecerán; son "marcas" de prestigio que acabarán por sobrevivir en el nuevo mercado; sobre todo si se tiene en cuenta que la necesidad de recibir información elegida y cribada por profesionales serios será cada vez más demandada, pues Internet puede ser un caos de infinidad de datos y noticias en bruto. Lo difícil para la prensa tradicional será encontrar un hueco en el mercado publicitario. Una apuesta personal: dentro de poco veremos periódicos cuya cabecera estará patrocinada por alguna gran multinacional. "El País Telefónica"· "Cocacola'S Washintong Post" o "El Corte Inglés- As". Al tiempol
Y de todos modos, ¿cuándo fueron los periódicos de los lectores? El propietario de un periódico, más que el periódico, se debe a sus lectores, sí, hasta que le cogen en falso y deja de ser acreedor de respeto para convertirse en acreedor de desprecio. No sé cómo evolucionará el negocio, no sé siquiera si se puede hablar de evolución. Más bien pienso que el periodismo cambia de manos, quizás menos expertas, pero solo es un cambio de manos. A ver si va a resultar que a los antiguos solo les movía la verdad. Pienso que ni aquellos fueron tan santos ni estos serán tan villanos. Serán lo que les permita su margen de maniobra, un margen en el que juegan muchos intereses, y no solo la verdad. Si hasta para publicar una carta con verdades como puños hay que hilar más fino que ni sé.
Dice Manuel Ciges Aparicio, en algún pasaje de novela "Del periódico y de la política, el libro de la decadencia" (Edit. Renacimiento): "¡Señores, no seamos muy severos!... ¡Si los hombres fuesen santos! Pero en todas partes se sufren tentaciones, y ya dijo Henry Georges que cuando los capitalistas quieren conquistar al pueblo soberano... compran a sus directores". No aclara si de periódicos o de gobiernos, o de los dos, pero yo creo que ya los directores, en general, les saben a poco, y casi prefieren el producto dirigido.
Y dice mi suegro, hombre de campo: papel, ponel lo que querel. No, no es chino, pero es que en algunos sitios se habla de tal modo para dar trabajo a Alex Grijelmo. En todo caso, el mensaje se entiende en cualquier idioma, el escepticismo ante lo escrito por pura ignorancia. Cuántas veces nos ocurre que nos tenemos que creer lo que viene escrito por pura ignorancia pero no por la fuerza de los argumentos que se utilizan.
Y yo que pienso que la pérdida de la presunta objetividad anterior irá acompañada de la pérdida de la confesa hipocresía posterior. Si con la primera podría haber engaño, con la segunda ya sabremos a qué atenernos. Engaña el que defrauda, no el que cumple lo que se espera de él. Y llegará el día en que nos informemos de forma negativa, si es que no ha llegado ya: según lo que nos digan unos, entenderemos lo contrario.
Inmersos en la marea inmensa de la era de la información, el criterio y la inteligencia sufren el exceso de desinformación que deviene de tal abundancia. Es tal de titánico el trabajo, que solo a base de voluntad, de exhaustiva selección, sacamos algo. Estamos más informados que nunca, pero la celeridad de cambios es tal, que no tenemos tiempo de procesar y medir al ritmo incesante de los bits que emergen de líneas de fibra óptica, dándonos esas imágenes, textos y videos que hozamos con holgura, mientras en otras partes del mundo, semejante lontananza apenas se vislumbra.
Empero, lo que me preocupa, no es la riada. Es que su inmediatez poco o nada trabaja la voluntad del receptor, o a veces directamente anula el lapso necesario para calibrar su peso o trascendencia. Sabemos bien que sucede a cada minuto en el mundo, pero sabemos poco o nada bien qué NOS sucede a nosotros. ¿Cabe la posibilidad de que el hombre desconozca si realmente controla esta revolución post-industrial, de información y robotización compleja dispositivos e incluso, procesos industriales?
Quizá es momento de comprender realmente QUÉ estamos haciendo, y adquirir una perspectiva más holística y humana, que meramente materialista y mercader.
Es decir, un cambio de paradigma.
El hecho de usar asuntos tan delicados como combustible soberanista, no solo genera un grave peligro social a medio plazo, sino que además deja meridianamente clara la catadura moral y ética de quien así actua.
Se están poniendo las cosas de un modo que no sé yo dónde vamos a tener que ir para informarnos. Con el periodismo profesional hay que andarse con tiento y mirar la lista de propietarios del medio en cuestión antes de adoptar una postura, mucho engorro para un adulto, y de la red puedes tomar lo que puedes tomar si previamente sabes compruebas que sabe más que tú. Asín que, casi mejor quedarse quieto hasta ver claro, que todos los problemas, decía Pascal, surgen por querer salir uno de su habitación, en nuestro caso, por querer salir de nuestra ignorancia, si es que no son la misma cosa. Tanto salir, tanto salir, con lo cómodo que se está uno quieto viendo la vida pasar, como hace quien yo me sé, que veía sobres volar y ni se inmutaba. Seguramente porque alguno caía en su bolso. No sé yo si con la información tendremos tanta suerte, si nos caerán noticias frescas, no adulteradas, quedándonos quietos, me parece que no.
El pez grande se come al chico, Bezos se come a Graham, el dueño de Amazon se come al Post, Internet se come el papel, eso sí, previamente reducido en su peso económico, que al grande le gusta deglutir pero sin pesadas digestiones. El negocio perfecto. Otra cosa es qué busque el 'pequeño' digital en el 'gigante' analógico, porque podría haberse conformado con borrarlo del mapa, salvo que conozca algún secreto que asegure, no solo la pervivencia del dinosaurio sino su preeminencia.
No duró nada la esperanza del sr. Bassetts. El fin está aquí y no hay escapatoria. Un periódico de izquierda muere y se integra a un sitio web de izquierda naturalmente. Aquí está la historieta... «El mundo de los medios fue tomado por sorpresa cuando Jeff Bezos compró el Washington Post por $ 250 millones la semana pasada. Lo que el empresario multimillonario detrás de Amazon.com ha planeado para el periódico de 135 años de edad, es una incógnita, pero Silicon Valley financiero dice que cambios radicales son inminentes.Michael Moritz, un capitalista de riesgo que invierte en gigantes como Google, Yahoo! y PayPal (por nombrar algunos), la teoría de que salva de apertura de Bezos podría ser la adición de otra poderosa característica medios Beltway a su cesta de la compra: Politico. Moritz dijo al Financial Times que Bezos era probable que hacer un cambio drástico - como la combinación de las dos publicaciones - de inmediato.Incluso sugirió que Bezos podían detener las máquinas de impresión por completo y gire el mensaje en una línea de sólo fuente de noticias.FT flota la idea de que la compra del Washington Post de Bezos se hizo para avanzar en sus intereses personales, y la acumulación de otra marca de medios DC podría favorecer este objetivo."Los cínicos dirían que está comprando la mejor voz de cabildeo en Washington, y no creo que está lejos de la verdad," high-tech inversor Roger McNamee le dijo al Financial Times.»
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Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).