El islamismo político egipcio se fragmenta
La ascensión al poder de los Hermanos desata una pugna intestina por hacerse con él
Para muchos de sus detractores, el islamismo político egipcio constituye un movimiento compacto, unido. Y quizás lo está en el sentido de compartir unos mismos objetivos, pero no lo está para nada en su praxis política. Aun con divergencias en las estrategias, el movimiento islamista estuvo unido en su oposición al régimen de Mubarak. Pero la liberalización del sistema político, y sobre todo el ascenso al poder de los Hermanos Musulmanes, ha fragmentado este espacio político, convirtiéndolo en una nebulosa de partidos y organizaciones.
Sin duda, el movimiento más poderoso e influyente es la Hermandad, el grupo fundado por Hassan al Banna en 1928 y al que pertenece el presidente Mohamed Morsi. El grupo ocupa una posición central dentro del panorama islamista, con el partido moderado Al Wasat a un lado, y los movimientos salafistas ultraconservadores a otro. Ali Sadredín al Bayuni, uno de los más prominentes líderes de la cofradía, definió el actual conflicto que atraviesa el país como “una batalla entre el laicismo y el islam”. Sin embargo, su intento de tocar a rebato, con la finalidad de que los movimientos islamistas cierren filas, ha sido infructuoso.
El principal partido salafista, Nur (luz, en árabe), que obtuvo el 25% de los votos en las elecciones legislativas, no solo se ha negado a participar en las marchas de apoyo a Morsi, sino que incluso se ha puesto del lado de la oposición. En un comunicado, Nur urgió al rais a fijar "una fecha para las elecciones presidenciales anticipadas, la formación de un Gobierno neutral de tecnócratas, y un comité para enmendar la Constitución".
En su texto, el grupo salafista reconoce la legitimidad democrática del presidente, pero le insta a "tener en cuenta los intereses del país, el peligro de la sangre... y la guerra civil", así como a abandonar el poder. La historia de los desencuentros entre la Hermandad y Nur es larga; derivan de una diferente visión del islam, pero sobre todo de su competición por un mismo electorado. Por ejemplo, Nur no respaldó a Morsi en la primera vuelta de las presidenciales, y le ha criticado duramente por no cumplir sus promesas de formar un Gobierno de unidad nacional y, al contrario, rodearse solo de miembros de la Hermandad o figuras afines.
Entre otras disputas, la cuestión de las relaciones con los Hermanos Musulmanes provocó una escisión en Nur, el nuevo partido Watan. Su líder, Abdel Gafur, forma parte del gabinete de asesores del rais, y el partido apoya de forma incondicional al presidente. También lo hacen otros partidos salafistas menores como el Asala (Autenticidad) o el Fadila (Virtud). De hecho, una recién formada plataforma incluye una cuarentena de movimientos.
En el extremo del espectro islamista, se encuentran los grupos que han utilizado la violencia en el pasado, como la Gamá Islamiya, o los grupos yihadistas que aún recurren a ella en la actualidad. Estos últimos son solo activos en el Sinaí, y aunque se han mostrado muy críticos con Morsi por no haber aplicado integralmente la sharía (ley islámica), solo han dirigido sus atentados contras las fuerzas de seguridad, y esporádicamente.
"Curiosamente, al politizar la religión, al utilizarla como arma arrojadiza, lo que han conseguido los grupos islamistas es plantar el sello de su división", explicó a El PAÍS el catedrático Mustafá Kamel al Sayyid, que pronostica una caída en la popularidad del conjunto del islamismo. "Durante la época de Mubarak, la acusación de ser un infiel por parte de la Hermandad a sus detractores era muy poderosa. Pero su chantaje acabó después de que Nur y el moderado [candidato presidencial Abdel Moneim] Abulfutú hayan roto filas", sostiene Rabab el Mahdi, profesora de la Universidad Americana de El Cairo.
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