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Rigoberta Menchú: “Siento mucho alivio en mi corazón”

La Nobel de la Paz espera que la condena a Ríos Montt sea la palanca de la integración racial

La Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú abraza a una víctima de la guerra civil.
La Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú abraza a una víctima de la guerra civil.AFP

Rigoberta Menchú Tum, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1992, no puede ocultar un sentimiento de satisfacción por la condena, este viernes, al ex dictador Efraín Ríos Montt. En alguna manera, ver sentado al viejo militar en el banquillo de los acusados es el colofón de una larga lucha personal. “La primera vez que denuncié a Ríos Montt fue en Madrid, en 1992, en el seno del Tribunal de los Pueblos”, recuerda.

Para ella, la sentencia “es importante” en la medida en que permita introducir cambios significativos en la relación entre “indios” y “ladinos” (mestizos), para dar paso a un país igualitario. Menchú enfatiza en que esa brecha, hasta ahora insalvable, no es tan dramática entre los sectores campesinos, con los ladinos pobres, pero sí muy acentuada entre los poderosos económica y políticamente, “quienes gozan de enormes privilegios frente al sufrimiento extremo de los nativos”.

“Esperamos que esa sentencia contribuya a ese acercamiento igualitario”, asegura para comentar que en el juicio quedó claro que no se trata de una persecución política, lo que se demuestra con la absolución del ex jefe de inteligencia militar de Ríos Montt, el también general retirado Mauricio Rodríguez. “No se le pudo probar la omisión de los delitos. En consecuencia, fue declarado inocente”.

El derecho universal a la presunción de inocencia es otro de los que se niegan al indígena en Guatemala, señala Menchú. “El indio es culpable por definición. Algo que nunca se aplica a un banquero, que no llega a sospechoso. Es urgente un cambio en esa relación”, subraya.

Finalmente, la Premio Nobel bromea con el señalamiento de “comunista” que le endilgan los sectores conservadores. “Yo nunca he leído a Marx, ni a Lenin. No forman parte de mi cotidianidad. Ni siquiera sé si realmente existieron”, dice, para añadir con una sonrisa de oreja a oreja: “tal vez los lea cuando ya sea vieja y tenga tiempo para hacerlo”. En relación a esto se pregunta cómo es posible que los conservadores de este país señalen a los indios de comunistas, cuando ni siquiera saben leer y escribir. “Ni que ese pensamiento llegara por ósmosis”.

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