Un guiño al ala marxista
Es yerno del fallecido Chávez, habla inglés y holandés y cursó un máster en Cambridge
Jorge Arreaza, el nuevo vicepresidente de Venezuela, no parece alterarse nunca en público y su voz siempre parece la misma. El suyo es un tono aplanado y sin matices, incluso aburrido para quien lo escucha en televisión. Eso saltaba a la vista cuando era presentador en horario estelar de un programa de entrevistas en la estatal Venezolana de Televisión. A pesar de ese temperamento desangelado se las arregló para ascender en la burocracia bolivariana y conquistar el corazón de Rosa Virginia Chávez Colmenares, la hija mayor del fallecido Hugo Chávez. Tal vez le haya ayudado el firme argumento que tiene a la hora de defender sus ideas que le atribuyen quienes lo conocen.
Fue presidente de Fundayacucho, la institución creada por Carlos Andrés Pérez para capacitar al talento venezolano en el extranjero, viceministro de Desarrollo Científico y hasta el viernes ministro de Ciencia y Tecnología. Fue la coronación de una carrera que empezó al obtener un grado de Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela. A sus 39 años, puede presumir de una vida medianamente cosmopolita. Cuando era niño vivió en Curacao (Antillas holandesas) y en Vigo. Sus padres eran diplomáticos. Habla con fluidez inglés y holandés. Estudió un máster de Estudios Políticos Europeos en la Universidad de Cambrigde. Y tiene vínculos con la oposición. Es primo del denostado exdirector de la planta Globovisión y del portal La Patilla, Alberto Federico Ravell, uno de los enemigos públicos del chavismo radical.
En los últimos meses de vida del comandante presidente, Arreaza estuvo al pie de su lecho en La Habana y en Caracas, así que conoció como nadie los entresijos del real alcance del cáncer que fulminó a su suegro. Fue él quien enseñó en la transmisión obligatoria de radio y televisión la última foto de Chávez, esa en la cual salía recostado en una cama junto a Rosa Virginia y María Gabriela, su otra hija, leyendo una edición del diario Granma. Arreaza se mudó a La Habana durante el trance de caudillo y era el enlace con la jerarquía del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela.
Una galería de fotos de la cadena estadounidense Univision muestra hasta qué punto Chávez y Arreaza eran cercanos: en una de las imágenes están juntos bañándose en un río junto al niño Jorge Alejandro, fruto de la unión con Rosa Virginia; en otra juegan al tenis de mesa en el solar de una vivienda no identificada. Ambos eran una yunta muy cercana en privado, aunque en público siempre mantuvieron las distancias. Pero en los funerales afloraron todos sus sentimientos. La noche del viernes el presidente encargado Nicolás Maduro lo juramentó frente al féretro del líder bolivariano. Allí, con la Constitución venezolana en una mano y el brazalete tricolor en la otra, la señal de luto de la nomenclatura y el pueblo chavista, Arreaza aceptó la jura “en nombre de su padre, comandante Hugo Chávez Frías”.
El compromiso con Chávez es más profundo de lo que sugiere la primera lectura de ese acto. El director de la firma Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, lo califica “como un Giordani joven”, aludiendo con ello al pensamiento económico del ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, un devoto de las teorías económicas marxistas. “Si bien Giordani era el ideólogo, él era el encargado de llevar a la práctica todas esas ideas destinadas a avanzar en la planificación centralizada del Estado”, explica.
El nombramiento de Arreaza es un guiño al ala marxista que convive en el batiburrillo que es el chavismo
Oliveros cree que Arreaza es el responsable del diseño de la Ley de Costos, un instrumento que permite al Gobierno calcular, de acuerdo con la estructura de costos presentadas por las empresas privadas, el precio que deben cobrar al consumidor final, y de los aportes parafiscales que debe hacer el empresariado. De acuerdo con los cálculos de este economista, en Venezuela los controles institucionales han mermado los ingresos del capital privado hasta en 50%. Así, toda empresa debe pagar 1% de los salarios pagados al Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (Inces); 2% de los salarios pagados a la Ley del Régimen Prestacional del Vivienda y Hábitat; 1% de la utilidad de la operación para fortalecer la lucha contra las drogas; 0,5% de los ingresos brutos para proyectos relacionados con ciencia, tecnología e innovación y el 1% de la utilidad neta para fortalecer el deporte venezolano.
En el modelo de planificación centralizada que es hoy Venezuela, Jorge Arreaza tiene también la llave de la repatriación de las divisas. Después de 2008, el presidente Chávez transfirió al ministerio que hasta ayer encabezó Arreaza la responsabilidad de emitir a las empresas el aval definitivo para adquirir dólares preferenciales. En Venezuela rige un estricto control de cambios desde hace 10 años, que le ha permitido al gobierno cerrar un poco el grifo de la fuga de capitales, a la vez que obligar a los capitales extranjeros a reinvertir sus ganancias en el país.
Arreaza es un hombre de la línea dura. Su trabajo ha contribuido a mantener el control sobre la acumulación del capital privado sin pagar un alto costo político. Su nombramiento es una clara señal de que la silenciosa batalla con el ala pragmática que encabeza Diosdado Cabello, el poderoso presidente de la Asamblea Nacional, seguirá en los próximos meses. Como Maduro es consciente de que debe compartir el poder con Cabello, el nombramiento de Arreaza es también un guiño al ala marxista que hace vida en el batiburrillo que es el chavismo. Un ejercicio de equilibrio que determinará en buena medida el futuro de la llamada revolución bolivariana.
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