Los israelíes eligen nuevo Gobierno seducidos por la derecha
El escepticismo ante una posible paz con los palestinos y el temor al auge islamista fruto de las primaveras árabes auguran un nuevo triunfo a Netanyahu
Las encuestas dejan escasísimo lugar a dudas. Una tras otra vaticinan una holgada victoria a la alianza derechista que encabeza el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y que el martes aspira a revalidar su mandato en las urnas. Parece que la cuestión no es si ganará, sino por cuánto y sobre todo qué socios formarán la coalición de Gobierno en un país cuyo electorado vuelve a escorarse a la derecha.
Atrás han quedado los años de dominio laborista, pero sobre todo, del optimismo que sucedió a los acuerdos de Oslo y que hizo creer a muchos israelíes que la paz era posible. Hoy los que triunfan son los partidos religiosos, los ultranacionalistas y en general los que proponen mano dura con los palestinos. “Israel se ha halconizado en los últimos años”, observa Rafi Smith, experto en sondeos. Los datos que él maneja indican que hace tres años, el 34% de los israelíes decía situarse en la derecha o la extrema derecha. Hoy esa cifra alcanza el 41%.
Derecha en Israel tiene que ver sobre todo con la idea de que la paz con los palestinos nunca llegará y de que por lo tanto, los esfuerzos deben concentrarse en mejorar y proteger la vida de los israelíes sin alterar el statu quo. Derecha tiene que ver además en Israel con una política de mano dura a la hora de hacer frente a las amenazas exteriores. Irán y el auge islamista subproducto de las primaveras árabes encabezan la lista de temores.
Los israelíes sienten que viven en un vecindario cada vez más hostil y que no están los tiempos como para confiar en los experimentos de una izquierda a la que consideran no solo ingenua sino hasta irresponsable por estar dispuesta a sentarse a negociar con el enemigo. “El fracaso del proceso de paz ha hecho que la gente desconfíe de los árabes y sus líderes. Simplemente creen que no va a suceder. Al final, lo que la mayoría quiere es no mezclarse con los árabes. Que ellos estén allí y nosotros aquí”, sostiene Smith. Cuánto de profecía autocumplida tiene el fracaso negociador interesa más bien poco al grueso de los israelíes, convencidos de que en el lado palestino no hay socio para la paz posible.
A grandes rasgos, el electorado israelí se divide en dos grandes bloques. Uno predominante de derechas y uno de centro izquierdas que recibe algo menos apoyos. Los sondeos preelectorales indican que los movimientos se han producido dentro de los bloques. Que hay electores de la derecha que se pasan a algún partido ultra o de los laboristas o Kadima, que saltan a alguno de los nuevos partidos de centro izquierda. No hay sin embargo grandes migraciones entre bloques en una sociedad muy fragmentada y en la que los distintos grupos —laicos, religiosos, colonos, pacifistas, nuevos inmigrantes…— se atrincheran en sus posiciones y votan para que los líderes de sus colectivos defiendan sus intereses y privilegios.
Si de puertas para adentro, los dirigentes israelíes se esfuerzan por mantener el status quo, de puertas para fuera, el mundo exterior se impacienta. El Ejecutivo de Netanyahu ha logrado irritar, a cuenta de la expansión de los asentamientos en los territorios palestinos, a una legión de países –Estados Unidos incluido-, que durante décadas han mostrado su absoluta lealtad con Israel. Para muchos israelíes sin embargo, el creciente aislamiento internacional no es fuente de preocupación. Al revés. Refuerza su sentimiento de trinchera y de incomprensión por parte del resto del mundo. En un contexto de país fortaleza, Netanyahu se presenta como un líder sobrado de autoestima, capaz de afrontar las condenas internacionales que haga falta y de seguir actuando por libre; con toneladas de asertividad. A muchos israelíes les convence.
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