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Ahora, papeles para todos

Lluís Bassets

Toda derrota escuece. Pero escuece más todavía cuando obliga a quien la sufre a cambiar su programa y adoptar el del adversario. Consuélense los republicanos: les ha sucedido a muchos antes. Y les ha sucedido sobre todo a sus más odiados enemigos, la izquierda antaño comunista y socialista, luego socialdemócrata y social liberal, finalmente solo liberal y demócrata: de cucharadita en cucharadita se tragó todo la botella de acierte de ricino capitalista.

El cambio al que están abocados los republicanos les obligará a hacer lo contrario de lo que han venido predicando con intensidad creciente. Hay voces que ya se apuntan a la idea de la amnistía para los 13 millones de inmigrantes ilegales que puede haber en el país: después de haberse mofado y criticado airadamente la supuesta consigna de ‘papeles para todos’ del buenismo izquierdista, ahora son ellos quienes se apuntan a ella.

Voces hay también que no ven mal alguno en que los más ricos aporten algo más que los otros: proponen romper su juramento contra toda subida de impuestos. Otros más aseguran que es el programa económico y no la moralidad familiar lo que debe estructura un programa republicano. E incluso aparecen otras que reniegan del dogma del Estado mínimo y quieren un Gobierno que gobierne e intervenga en la buena dirección, como un socialdemócrata cualquiera.

Muchas de estas ideas son exageraciones producidas por el dolor de la derrota, que nos hablan muy a las claras del tremendo debate de ideas que se abrirá ahora en las filas conservadoras. Pero no hay duda de que algo saldrá de esta destilación y que por primera vez en muchos años los cambios se dirigirán en sentido contrario a lo acostumbrado, es decir, hacia el centro. Y eso sucederá no porque los demócratas hayan ocupado el centro, sino porque la sociedad estadounidense ha cambiado, demográficamente sobre todo, y se aleja del partido republicano blanco, protestante y masculino, más propio de los Estados Unidos de la guerra fría que de la superpotencia multicultural y multirracial del siglo XXI.

Comentarios

Las minorías no solo en los Estados Unidos sino también en los países de la Unión Europea han sabido organizarse para utilizar la democracia para imponer sus intereses, valores e ideas, dando lugar a lo que Vd. en otro artículo ha denominado el micromanagement político.Lógicamente ello ha provocado y esta provocando que la sociedad americana cambie. La cuestión es si los cambios que las minorías logran imponer a mayorías sociales que tradicionalmente han gobernado, aprovechándose de la democracia y de las ansias de poder de algunos dirigentes políticos, son positivas o negativas para los países en los que se producen , en este caso Estados Unidos. Estados Unidos tiene una enorme ventaja frente a otras democracias y es la de que hay una enorme separación de poderes, no solo entre los tradicionales Legislativo, Ejecutivo y Judicial, sino también dentro de estos, por ejemplo como estamos conociendo no es lo mismo el Pentagono que la CIA o el FBI . Además hay otros muchos grupos de poder o mas comúnmente conocidos como lobbies que actúan al margen de todo tipo de influencia política, y por tanto no condicionados por el electorado, por las minorias. Teniendo en cuenta que los congresistas y senadores americanos no dependen tango de la, entre comillas , dictadura de las minorías habrá que ver que piensan sobre cosas como la de papeles para todos sus respectivas cámaras , sobre todo el Congreso donde tienen mayoría los republicanos.
Y yo que pensaba que había dogmas irrompibles. Pero no, no hay junco, por flexible que sea, que resista el embate de las urnas. Casi mejor que se rompa, porque si después de doblarse lo indecible vuelve a las andadas, volverá pero con fuerzas redobladas.
"Las cosas y las personas"Papeles para todos, acusó la derecha a la izquierda, cuando regularizó a un millón de inmigrantes. IBIS para todos, dice ahora Montoro, buscando sacar otro 'pico' de la regularización masiva de inmuebles construidos fuera de la ley. Qué poco cuidadosos son con las personas y cuánta atención prestan a los bienes de otras, siempre pensando en las de determinada clase, que siempre ha habido clases, deben pensar. Ojalá que la solidaridad que prestaran a sus semejantes, sean del color, raza, sexo, religión o bolsillo que sean, imitara la que prestan a los defraudadores de toda laya, fiscales o urbanísticos. El cambio que aquí se apunta sobre la realidad demográfica estadounidense y su reflejo en el necesario giro de las ideologías de partido, si es que quieren pillar algo, no sé yo si la veremos aquí algún día. Más bien la tendencia es a la inversa. Quiero decir que la derecha es más derecha pese a que la derecha no es la solución para nada, y es más derecha porque la izquierda, su antídoto es menos izquierda cada vez. Vamos, que aquí quien cambiará será la línea progresista para hacerse cada vez más conservadora, dada la ascendencia electoral de la derecha, lo que quiere decir que este país cambiará de cara y dejará de ser un país socialmente de izquierdas, como suele apuntarse. Mal acabaremos por esta senda tenebrosa.
Si es que es cierto, solo cambian si todo se les pone en contra para su defenestración, técnicamente tirar por la ventana. Botella lo ve claro y cristalino, viendo cómo la atacan, que no se entera de nada pero se entera de todo, ahora que ve tambalear su puesto y sus expectativas de futuro, y sobre todo, estando tan arriba y tan cerca de una ventana de oportunidad para sus contrincantes, firma en contra de la privatización de la sanidad y en contra de lo que sea, de su partido si es necesario, si con ello consigue mantener el apoyo popular que le sirva para respaldar su poder en el PP.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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