El mal perder de Karl Rove

El gran Karl es de mal perder. A pesar de su soberbia inteligencia, se empeña en atribuir la derrota de su candidato al huracán Sandy. Aunque no solo: este hombre que se conoce todas las trampas para ganar elecciones, se queja de que la campaña de Obama ha sido fea y negativa. En la noche electoral no se resignaba a reconocer la victoria de Obama cuando la propia Fox ya la anunciaba, e incluso se picó en directo con su cadena favorita.
El malhumor de Karl tiene buenas razones. Su chiringuito ha quedado tocado. Pocos gurús electorales ha recaudado tantos fondos en favor de Romney. Sobre todo para hacer anuncios negativos como los que critica de la campaña de Obama. Habrá muchos contribuyentes multimillonarios que le pedirán explicaciones. Al gran Karl no le faltarán: por ejemplo, que hubiera sido peor sin los sablazos inmisericordes que han sufrido los multimillonarios republicanos. Han pagado la campaña y ahora peligra de nuevo su cartera por los incrementos de impuestos a los más ricos.
El gran Karl es capaz de vender peines a los calvos. Convirtió a George W. Bush, probablemente el peor presidente de la historia, en un portento de liderazgo. El joven Bush le llamaba el arquitecto, el niño prodigio e incluso flor de estercolero. A Rove se debe la estrategia de polarización política que tanto ha favorecido a los republicanos hasta ahora y que muchos han imitado en todo el mundo. Ahora debe desarrollar su talento persuasivo en convencer a sus clientes que no le abandonen a pesar del fracaso que acaba de sufrir entre los electores.
(Todo lo que escribe y explica en sus intervenciones televisivas puede consultarse en su web, así como su artículo de valoración de los resultados electorales publicado en el Wakll Street Journal).
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