Israel, Estado decisivo
La estrecha alianza entre ambos países hace que los israelíes vivan las elecciones de EE UU como una cuestión de política interna
A Israel se lo conoce en la jerga electoral estadounidense como uno de esos Estados decisivos, porque lo que opinen los israelíes y sobre todo, los judíos estadounidenses, pesa casi tanto como lo que voten en Ohio. En Israel, las elecciones de EE UU son prácticamente una cuestión de política interna. Los lazos que unen a ambos países aliados son tan sólidos, que los israelíes viven las elecciones estadounidenses como lo que son, un momento político decisivo para su futuro y el de su país.
Una encuesta reciente de la universidad de Bar Ilan indica que un 93% de los israelíes piensa que mantener una estrecha relación con EE UU resulta crucial para la seguridad de Israel. Porque Washington no es sólo una importante fuente de ingresos para los israelíes. Constituye sobre todo un parapeto político y diplomático, que impide por ejemplo que salgan adelante resoluciones críticas con Israel en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o que corta su financiación a los palestinos ante el mínimo avance en los foros internacionales de su causa. Son y han sido aliados incondicionales, como han insistido durante la campaña los dos candidatos. El tercer debate presidencial fue una buena prueba de ello. Romney y Obama mencionaron Israel hasta 30 veces. Europa en cambio apenas mereció una referencia de pasada.
Este grado de intimidad entre EE UU e Israel no es nuevo. Ha sido así desde hace décadas. No obstante, la actual cita electoral, se vive en Israel con especial intensidad por varios motivos. En primer lugar, porque han sido sonados los desencuentros entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y Obama en los últimos meses en relación con Irán y antes con la expansión de los asentamientos. Los feos político-diplomáticos han sido tan exagerados, que desde la Casa Blanca se han escuchado voces muy molestas, ante lo que han considerado una injerencia israelí en los asuntos internos estadounidenses. En Israel cunde un cierto temor a que Obama gane las elecciones y que la alianza se resienta en un segundo mandato, fruto de lo que aquí se conoce como “la falta de química personal” entre Obama y Netanyahu.
Zalman Shoval, antiguo embajador de Israel ante EE UU y persona próxima al primer ministro, coincide en que las tensiones entre los líderes políticos de ambos países no se pueden ignorar, pero también piensa que en el futuro “la falta de química personal [entre Netanyahu y Obama], dejará de pesar tanto cuando surgen intereses comunes y cuestiones urgentes”, sostiene en alusión a la cuestión iraní, en conversación telefónica.
Irán fue precisamente el único país que fue mencionado un mayor número de veces que Israel en el último debate. Y evidentemente, ocupó un lugar tan destacado porque constituye la máxima prioridad para el actual Gobierno israelí. Irán constituye la madre de todas las actuales desavenencias entre EE UU e Israel. La Administración Obama se ha negado hasta el momento a participar en aventuras bélicas como con las que amenaza de forma más o menos velada Netanyahu. Los israelíes por su parte saben que un ataque en solitario a las instalaciones nucleares que piensan que amenazan su propia existencia, no resultaría del todo efectivo, pero tienen un importante problema de calendario. Por un lado piensan que en pocos meses el programa nuclear iraní llegará a un punto de no retorno, algo que pretenden evitar a toda costa. “Pero tanto si gana Obama como si gana Romney pasarán varios meses hasta que un presidente estadounidense vaya a tomar ninguna decisión radical en política exterior. Esto plantea un importante dilema para Israel”, considera Shoval.
Lo cierto es que de momento, y a pesar de los desencuentros, la Administración Obama ha resultado ser un aliado tan leal o más que cualquier otro Gobierno estadounidense en el pasado. El dinero sigue fluyendo y la complicidad diplomática no ha flaqueado. Entre la derecha que gobierna en Israel persiste sin embargo una cierta desconfianza hacia Obama, el hombre que pronunció un emotivo discurso en El Cairo y que no ha puesto pie en Israel desde que fue elegido presidente.
Las suspicacias aumentan ante la posibilidad de un segundo mandato de Barack Obama. Entonces, dicen, será más libre para mostrar sus verdaderas intenciones, que piensan favorecen a los palestinos. Esas sospechas las comparte buena parte de los israelíes y las alimenta Israel Hayom, el diario más leído en el país, y que financia el magnate de los casinos Sheldon Adelson, íntimo de Netanyahu y conocido megadonante republicano.
Las encuestas en Israel reflejan una clara preferencia entre la población por Romney, lo que constituye una rareza respecto a la popularidad de los dos candidatos en el extranjero. Mientras, desde los despachos oficiales en Israel no se cansan de repetir que no apoyan ni a un candidato ni a otro. Esas afirmaciones no acaban de convencer ni a Obama ni a muchos israelíes. Tampoco a David Remnick, director del New Yorker, quien criticó recientemente a Netanyahu “por convertirse él mismo en un factor en las elecciones de 2012”.
Al otro lado de la línea verde que marca el inicio de los territorios ocupados, la población y los líderes palestinos comparten de forma paradójica esas suspicacias. Piensan que si Obama tuviera las manos libres, adoptaría posiciones más críticas con Israel. Pero también creen que está tan maniatado como cualquiera de sus predecesores y abordan con tremendo escepticismo un posible segundo mandato de Obama. Desde que llegó a la Casa Blanca el presidente demócrata, la situación de los palestinos no ha hecho más que empeorar y no entienden por qué eso iba ahora cambiar. Romney, es el candidato republicano que a micrófono abierto dijo que “los palestinos no tienen interés alguno en alcanzar un acuerdo de paz”. De él, simplemente no esperan nada.
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