David resiste a Goliat en Alepo
El barrio de Shaar se convierte en el epicentro de la batalla por la ciudad de Alepo
“En el pasado nunca rezaba, ahora lo hago todos los días porque sé que en cualquier momento puedo morir. La muerte está a nuestro alrededor”, afirma Mohammad mientras trata de contener las lágrimas observando como arde su casa después de que un helicóptero del Ejército disparara dos cohetes contra el edificio. La guerra ha convertido el barrio de Shaar en el epicentro de la batalla por la ciudad de Alepo. “Posiblemente sea el barrio más peligroso del mundo”, comenta este vecino. A diario, este vecindario recibe más de una treintena de obuses disparados por la artillería, por los tanques situados en el vecino barrio de Al Arqoob y por los helicópteros. “Disparan indiscriminadamente contra el hospital Dar al Shifa, contra los puestos de comida que hay en la calle o contra las panaderías”, sentencia Mohammad. De hecho, el objetivo no era la vivienda de este joven sirio; sino la panadería que estaba en la calle posterior.
Los tambores de guerra retumban por todo el barrio; ya nadie duda de que tarde o temprano las fuerzas del régimen entraran en Shaar. La calle principal está prácticamente desierta; hace una semana tres morteros destrozaron los comercios situados en la Plaza Shaar. Desde entonces los vecinos se cuidan muy mucho de salir a la calle, y los que pueden han abandonado sus casas.
Los tanques del Ejército sirio han expulsado a los rebeldes del barrio de Al Arqoob obligándoles a trasladar sus líneas de defensa al barrio de Karmal Jabl; a 400 metros escasos del hospital Dar al Shifa (el centro médico más importante ubicado en zona rebelde). El ir y venir de furgonetas con baterías antiaéreas y docenas de soldados con dirección al frente es una constante. Imagen que choca con la de las familias que huyen de la guerra.
“Tienen alrededor de seis tanques situados en Al Arqoob, desde donde bombardean nuestras posiciones día y noche”, afirma el joven Hama ‘Hellfire’ (Fuego del Infierno). El sonido del motor de los carros blindados se escucha nítidamente haciendo que el insurgente agache la cabeza y permanezca en silencio unos instantes. Sabe que no pueden hacer nada por detener su avance.
Este veinteañero está a cargo de un grupo de francotiradores encargados de hostigar a las tropas de Bachar el Asad. “Hemos tomado varios edificios en primera línea del frente desde donde disparamos sobre sus posiciones tratando de evitar que prosigan con su avance; pero, claro, contra los tanques no podemos hacer nada. Resistimos a la espera de que llegue un armamento más potente con el que poder expulsarlos de Al Arqoob”, sentencia este soldado. Hellfire, y su grupo de seis hombres disparan a los soldados del Gobierno situados a 200 metros desde unos pequeños agujeros cincelados en la pared. En el frente se juega al gato y al ratón.
“Nuestra misión aquí es tratar de que no rebasen esta línea y nos sobrepasen por el flanco porque entonces nos veríamos arrinconados"
Pero hasta que llegue ese armamento que tanto anhela, los rebeldes tendrán que aguantar las líneas con vetustos Kaláshnikov, varias ametralladoras duskha y una docena de RPG (lanzagranadas). Una lucha onírica entre David y Goliat; donde David tiene todas las de perder. Solo es cuestión de tiempo que las tropas del régimen prosigan con su imparable avance.
Un reguero de sangre seca marca el camino hacia otra de las posiciones de los rebeldes situadas en este vecindario. En una antigua fábrica de telares, doce insurgentes, tratan de mantener a raya a la infantería del régimen y lidian con los francotiradores que están escondidos por doquier y cuyas balas silban muy cerca. “Nuestra misión aquí es tratar de que no rebasen esta línea y nos sobrepasen por el flanco porque entonces nos veríamos arrinconados y tendríamos que retroceder hasta la retaguardia dejándoles todo el camino despejado”, afirma Abu Hassan.
Varias barricadas levantadas con sacos terreros, ladrillos, cascotes y bidones oxidados tratan de cortar el avance del enemigo, pero parece insuficiente teniendo en cuenta la maquinaria bélica que posee el régimen. “A penas tenemos contacto directo con el enemigo. Nos bombardean constantemente, pero enfrentamientos calle a calle... no, no hemos tenido”, sentencia. Abu Hassan tiene clara la respuesta a la pregunta ¿por qué el régimen no manda a sus tropas a aplastar los bastiones rebeldes? “Porque se producirían deserciones masivas…Mientras puedan bombardearnos lo harán, sin dudarlo”, afirma.
Después de varias horas hostigando a las tropas gubernamentales la respuesta del régimen llega de manera contundente. Los tanques desplegados en la barriada de Al Arqoob abren fuego contra las posiciones rebeldes. Humo. Cascotes. Trozos de metralla. Sonido de ametralladoras… Rebeldes corriendo de un lado a otro. Gritos. Tensión… Aguantan la línea, pero ¿por cuánto tiempo?
Mientras en Shaar y Karmal Jabl es el Ejército quién lleva las de ganar, en la Ciudad Vieja la fortuna está del lado de los rebeldes. Tras la toma de la Mezquita de los Omeyas (que ha quedado prácticamente calcinada por los combates), han logrado cortar la última vía que abastecía a las tropas atrincheradas en la Ciudadela. “Ahora toca esperar a que se les acabe la munición o se rindan. Seguiremos lanzando ofensiva tras ofensiva y no nos detendremos hasta conseguir tomar la Ciudadela”, sentencia Abu Hussein.
La centenaria Bab al Hadid (Puerta de hierro), marca el camino de entrada hacia la Ciudad Vieja de Alepo. Un grupo de rebeldes enfilan la calle Al Aryan en dirección al frente. La mayoría de las persianas de los comercios están bajadas y las calles prácticamente desiertas, los vecinos han huido. La guerra está al final del corredor y no quieren estar aquí cuando la muerte inunde las calles. La Mezquita Qastal Harami se ha convertido en el centro de operaciones de los rebeldes que luchan en este vecindario de la ciudad vieja. “Aquí la situación está bajo control. Hay una docena de francotiradores del régimen repartidos por el vecindario pero los tenemos localizados, sólo es cuestión de tiempo que acabemos con ellos. No tienen nada que hacer, esto es territorio liberado”, comenta el capitán Abu Ali.
Más que territorio liberado es territorio devastado. El 90% de las casas están parcialmente destruidas, ni siquiera la cúpula de la mezquita se ha librado de los obuses y presenta un enorme agujero. “Hemos conseguido expulsar a los soldados del régimen de esta zona. Tienen varios tanques a 500 metros desde nuestra posición desde donde nos disparan”, sentencia el insurgente.
Continúa la batalla por la conquista total de Alepo. Ha empezado un pulso de poder a poder en el que solo uno se alzará con la victoria final.
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