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El ‘escándalo del Ferrari’ sacude el liderazgo chino

Ling Jihua, mano derecha del presidente Hu, es apartado del poder tras el accidente de su hijo con un exclusivo coche deportivo

Ling Jihua, de pie, junto al presidente Hu Jintao, en marzo de 2012.
Ling Jihua, de pie, junto al presidente Hu Jintao, en marzo de 2012.Andy Wong (AP)

Los dirigentes chinos no logran controlar la pasión de sus hijos únicos por la riqueza y su exhibición. Ling Jihua, mano derecha del presidente Hu Jintao en los asuntos internos del Partido Comunista Chino (PCCh) como director de la poderosa Oficina General del Comité Central, fue destituido el sábado con una escueta nota de dos líneas emitida por la agencia oficial Xinhua.

El cese de Ling, a dos meses de la celebración del XVIII Congreso del PCCh durante el que pretendía ascender al Politburó —órgano de 25 miembros y segundo círculo del poder en China tras el Comité Permanente del Politburó, en el que solo se sientan los nueve miembros de la dirección colegiada del país—, sorprendió a la casi totalidad de los expertos. Fue el South China Morning Post el que arrojó el lunes cierta claridad sobre la caída en desgracia de Ling Jihua. El prestigioso diario hongkonés la liga al misterioso accidente de un Ferrari ocurrido el pasado 18 de marzo.

Tras el choque, la policía rodeó el vehículo y no permitió el acceso de curiosos. Cuando comenzó a circular por las redes sociales que en el Ferrari siniestrado viajaban dos mujeres y un hombre y que una persona había muerto y que las otras dos resultaron heridas de gravedad, la policía cibernética china bloqueó todas las entradas que contenían ‘Ferrari y accidente’.

Ahora se ha sabido que el Ferrari era de Ling Gu, el hijo del político degradado. Según South China Morning Post, el joven murió en el siniestro y fue incinerado con un nombre falso para no dañar la reputación del padre, aunque otras webs de la disidencia china indican que está vivo pero que aún no se ha recuperado.

El presidente Hu había apostado para que Ling Jihua, de 55 años, ascendiera al Politburó, como uno de los fieles a través de los que seguiría teniendo influencia en ese órgano. Está previsto que Hu Jintao abandone en el congreso su cargo de secretario general del PCCh y, en marzo próximo, la jefatura del Estado.

En un clima de creciente descontento social y de cara a un congreso que quiere hacer hincapié en impedir que siga agrandándose el abismo abierto entre pobres y ricos de China, Hu se ha visto obligado a dejar caer a Ling. Y no solo por el escándalo de su hijo, sino porque el propio Ling Jihua estaba vinculado al exministro de Ferrocarriles Liu Zhijun, expulsado del PCCh el pasado 28 de mayo porque durante los ocho años de su cargo (2003 a 2011) favoreció a empresas de amigos y familiares y desvió de los fondos para la construcción de la amplia red de trenes de alta velocidad cientos de millones de euros a sus cuentas personales.

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La corrupción rampante en el país es una de las mayores causas de descontento entre la población, que critica duramente cómo se enriquecen los dirigentes comunistas y sus familias mientras la vida se encarece para la absoluta mayoría de los habitantes del país más poblado del planeta.

El director de la Oficina General del Comité Central del PCCh actúa como un jefe de gabinete del máximo líder comunista. De ahí, que la sustitución de Ling por Li Zhanshu, de 62 años, habrá requerido una delicada negociación entre Hu Jintao y Xi Jinping, el hombre que está destinado a ser el nuevo secretario general del PCCh y presidente de China.

La caída de Ling llega tras el escándalo de Bo Xilai, el exalcalde de la municipalidad de Chongqing, cuya esposa, Gu Kailai, fue hallada culpable del asesinato del hombre de negocios británico Neil Heywood. Bo era una de las estrellas más brillantes y populistas de la política china, cuyo fulgor comenzó a apagarse en marzo pasado cuando un escueto comunicado de Xinhua —igual al emitido el sábado pasado sobre Ling— informó de su destitución como alcalde y jefe del PCCh en Chongqing. Bo Xilai representaba el ala más izquierdista y conservadora del PCCh y pugnaba por entrar este otoño en el exclusivo Comité Permanente del Politburó.

El juicio de Gu Kailai, en agosto pasado, dejó al descubierto el enriquecimiento de los dirigentes y la cada vez más evidente fuga de capitales del país. Gu —que fue sentenciada a la pena capital con suspensión (lo que equivale a cadena perpetua)— reconoció que decidió matar a Heywood para proteger a su único hijo Bo Guagua, a quien, dijo, Heywood había amenazado después de que ella no quisiera pagarle la alta comisión que el súbdito británico le exigía por haber sacado de China una fuerte suma de dinero.

Bo Guagua, de 24 años, que antes de que estallara el escándalo estudiaba en EE UU —país en el que ahora se ha refugiado—, también conducía un Ferrari.

Forzados por la política del hijo único impuesta para controlar el crecimiento de la población por el fallecido dirigente Deng Xiaoping —arquitecto de la reforma económica que ha convertido a China en la segunda potencia económica y autor de la frase “enriquecerse es glorioso”—, sobre el liderazgo chino comienzan a pesar los desmanes de unos hijos educados como pequeños emperadores.

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