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REPORTAJE

La caída de Bo Xilai facilita el camino a los reformistas en China

El presidente chino llama a los altos dirigentes del país a que muestren unidad, sofoquen las tensiones políticas y consideren el escándalo como un “caso aislado"

Chinos participan en una marcha con motivo de la próxima conmemoración del 23 aniversario de la Masacre de Tiananmen, hoy en Hong Kong.
Chinos participan en una marcha con motivo de la próxima conmemoración del 23 aniversario de la Masacre de Tiananmen, hoy en Hong Kong.JEROME FAVRE (EFE)

Cuando el pasado marzo Bo Xilai fue apartado del cargo de secretario del Partido Comunista Chino (PCCh) de la municipalidad de Chongqing y al mes siguiente fue expulsado del Politburó, no solo cayó uno de los líderes más influyentes, polémicos y carismáticos de China sino que salió a luz la peor crisis política que ha vivido el país desde las protestas de Tiananmen en 1989 y se pusieron claramente de manifiesto las fuertes divisiones que existen entre las distintas facciones del partido.

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La caída de Bo, de 62 años, ha facilitado el camino a los reformistas, que se disputan con el ala conservadora los asientos en los máximos órganos de poder que se renovarán en el 18 Congreso del PCCh a finales de año. El cónclave del partido es el acontecimiento político más importante que vive el país cada quinquenio, y el que se acerca pondrá fin a una década de mandato del actual secretario general del PCCh y presidente del país, Hu Jintao, y del primer ministro, Wen Jiabao. Hu y Wen serán sustituidos, respectivamente, en marzo del año que viene casi con toda seguridad por el ahora vicepresidente, Xi Jinping, y el viceprimer ministro Li Keqiang.

El congreso es el equivalente a unas elecciones presidenciales en los países democráticos salvando las grandes distancias, ya que los ciudadanos chinos no tienen voz ni voto en el proceso, y, cuando se reúnan sus alrededor de 2.200 delegados llegados de todas las provincias, ya habrá sido decidido de antemano cuántos miembros integrarán el máximo órgano de poder de China -el Comité Permanente del Politburó del PCCh, actualmente formado por nueve personas- y quiénes y por qué orden jerárquico se sentarán en él.

“Antes de febrero, pensábamos que la sucesión en la dirección del partido estaba prácticamente arreglada y que solo faltaban algunas caras por decidir en el Comité Permanente de Politburó. Lo sucedido supone la ruptura de cualquier acuerdo que pudiera haber hasta entonces. Ahora, hay más incertidumbre sobre quién entrará en el comité y en el propio Politburó (que tiene 25 miembros) y cuál será el equilibrio entre los diferentes grupos que estarán representados. Habrá más politiqueo y pugnas hasta el congreso”, afirma Steve Tsang, director del Instituto de Política China en la Universidad Nottingham.

La caída de Bo sacó a luz la peor crisis política que ha vivido el país desde las protestas de Tiananmen en 1989

Bo fue destituido después de que trascendiera que su esposa, Gu Kailai, es sospechosa del asesinato de un hombre de negocios británico, Neil Heywood, a quien supuestamente pidió que le ayudara a evadir una gran suma de dinero de China. En febrero, el jefe de policía de Bo Xilai en Chongqing, Wang Lijun, se refugió en el consulado de Estados Unidos en Chengdu (capital de la provincia de Sichuan), aparentemente porque temía ser asesinado por orden de Bo después de haberle dicho que tenía pruebas de que su mujer estaba implicada en la muerte de Heywood. Wang solo accedió a salir del consulado bajo la custodia de agentes enviados por el Gobierno central. Su decisión condujo a una investigación oficial y a la purga y una campaña pública para desacreditar a Bo, uno de los llamados principitos por su condición de hijo de uno de los líderes históricos del PCCh. Bo Xilai también ha sido acusado, según algunas informaciones, de haber espiado a Hu Jintao.

Luchas dentro del PCCh

El hundimiento de Bo ha generado ondas de choque en la política china, que han llegado hasta uno de los nueve miembros del Comité Permanente, Zhou Yongkang, máximo responsable de la seguridad nacional. Según algunas informaciones, Zhou, de 69 años, está en la cuerda floja por haber defendido a Bo Xilai, y algunos miembros del partido han pedido su cese. Pero el zar de la seguridad parece seguir bien instalado en su puesto. Ha continuado sus apariciones públicas y este mes ha sido nombrado delegado del Congreso por la región de Xinjiang.

“La existencia de luchas dentro del partido, en las que las diferentes facciones se someten a restricciones y se produce un equilibrio de poderes, puede ser una buena cosa”, afirma Hu Xingdou, profesor de Economía en el Instituto de Tecnología de Pekín. Hu Xingdou declina opinar sobre la situación de Zhou Yongkang.

Tsang, sin embargo, no está convencido de que Zhou -que tiene responsabilidad sobre la policía, los tribunales y las agencias de seguridad- haya sido arrastrado en la caída de Bo. “Sabemos que hay divisiones y lucha por la sucesión, pero no hay evidencias claras de que esté realmente en peligro. Eso no significa que no tenga problemas. Una expulsión de Zhou Yongkang sería algo mucho más grave que lo ocurrido a Bo Xilai, ya que modificaría significativamente el equilibrio en el Comité Permanente actual”.

El 18 Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) se celebrará  a finales de año

Para Hu Xingdou, el caso Bo Xilai, como el del activista Chen Guangcheng -que fue autorizado recientemente por el Gobierno chino a irse a Estados Unidos tras refugiarse en la embajada norteamericana en Pekín- son una prueba clara de que “la democracia china y el sistema legal son incompletos”.

La destitución de Bo ha sido percibida como el resultado de una lucha entre el ala reformista del PCCh, encabezada por Hu Jintao y Wen Jiabao, que defienden la necesidad de una “sociedad armoniosa” y la disminución de las grandes diferencias sociales que han generado tres décadas de rápido crecimiento, y el ala conservadora, representada por Bo Xilai -líder, hasta su defenestración, del ala más izquierdista y conservadora- y Zhou Yongkang, que propugnan el desarrollo veloz al precio que sea.

Reformas políticas

Los analistas coinciden en que la caída de Bo ha beneficiado a los reformistas, que, de momento, llevan delantera en las negociaciones en curso para definir el próximo Politburó y su Comité Permanente. Unas negociaciones que alcanzarán el clímax en la reunión que celebrarán los líderes en julio o agosto en el enclave costero de Beidahe. Uno de los beneficiados por la defenestración de Bo ha sido el reformista Wang Yang, de 57 años, secretario del PCCh de Guangdong, cuya entrada en el próximo Comité Permanente se da casi por segura.

Wen Jiabao veía a Bo Xilai como una amenaza al legado reformista que intenta impulsar antes de jubilarse. Desde el año pasado, Wen ha repetido la necesidad de que China acometa reformas políticas de forma “urgente” si quiere profundizar los logros obtenidos hasta ahora y continuar las reformas económicas; lo que no significa abandonar el sistema de partido único sino expandir la democracia “primero dentro del partido, y luego más allá”, y promover la igualdad social y la justicia, y luchar contra la corrupción.

La capacidad del Partido Comunista para mantenerse en el poder depende de que sea capaz de proyectar públicamente que tiene la voluntad política y la capacidad de sofocar cualquier desafío" Steve Tsang, director del Instituto de Política China en la Universidad Nottingham

“Habrá que ver qué resulta del 18 congreso. Espero que los reformistas salgan con ventaja, porque podrán conducir a China por la vía del constitucionalismo, la democracia y la legalidad. Si son los conservadores quienes ganan, China se sumirá en el estancamiento, se intensificarán las contradicciones y podrían producirse incluso revueltas sociales”, señala Hu Xingdou.

Que, de momento, los reformistas lleven la delantera no implica que resulten vencedores en el congreso, según Tsang. “Es demasiado pronto para decir quién ganará. La política china no es tan directa. Y el peligro real no es qué grupo vence, porque las diferencias en las políticas entre los dos grupos no son tan grandes. El riesgo es que no sean capaces de organizar la sucesión sin grandes problemas y que la dirección del partido sea vista como dividida abiertamente. Esto podría provocar una potencial parálisis política, los disidentes podrían desafiar la autoridad del Partido Comunista y, si el partido no reacciona rápido, las cosas podrían liarse. La capacidad del Partido Comunista para mantenerse en el poder depende de que sea capaz de proyectar públicamente que tiene la voluntad política y la capacidad de sofocar cualquier desafío. Y para eso necesita una demostración pública de unidad”.

Consciente del peligro de hacer visibles las divisiones internas, Hu Jintao ha pedido a los altos dirigentes del país que muestren unidad, sofoquen las tensiones políticas y consideren el escándalo en torno a Bo Xilai como un “caso aislado”.

¿Está China, entonces, en un momento crucial de cambio? “El Gobierno tiene que mejorar la democracia y el sistema legal, de lo contrario continuarán produciéndose sin fin casos como los de Bo y Chen. Quizás China está en un cruce de caminos y cambia hacia una dirección mejor gracias a Wang Lijun”, afirma Hu Xingdou. Steve Tsang matiza: “Sería bueno que China cambiara. Pero no hay que subestimar la capacidad del sistema en vigor. Puede continuar sin cambios aún por bastante tiempo. La democracia solo llegará a China cuando los propios chinos la quieran”.

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