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Amor polaco-español en inglés

Edyta: "Tuvimos que aprender a comunicarnos. Al principio hablábamos en inglés. Con el tiempo, Juan reconoció que entendía como mucho la mitad de lo que yo le decía"

Edyta Lachowicz Santos y Juan Santos con sus hijas Sofía y Julia en Chorzow
Edyta Lachowicz Santos y Juan Santos con sus hijas Sofía y Julia en ChorzowFot. Dawid Chalimoniuk / Agencja Gazeta

Edyta, 37 años, trabaja en la Universidad de Economía de Katowice. Juan, 37 años, trabaja empresa española de logística en Gliwice. Están casados desde hace ocho años y tienen dos hijas pequeñas: Sofia, de 6 años y Julia, de seis meses

Edyta: “Nos conocimos cuando estábamos de Erasmus en 2002. Yo era coordinadora de los estudiantes extranjeros”.

Juan: “Yo estudié biología marina (aquaculture), y luego estuve trabajando en un criadero de rodaballos. Pero decidí hacer estudios empresariales. El último año de carrera vine a Polonia”.

Edyta: “Y aquí se quedó. No dejamos de oír: ¿pero qué hacéis en Polonia? ¡Y nos lo dicen en la ciudad de Katowice! Silesia es una región minera y proletaria, los polacos la consideran poco atractiva. Nos quedamos porque Juan quería conocer mi país, mi idioma y a mi familia. Pero viajamos mucho. A España vamos por lo menos una vez al año”.

Nuestras madres se entienden estupendamente con la ayuda de los diccionarios"

Juan: “Y mi madre viene de A Coruña a visitarnos hasta dos veces al año. Cada vez que viene, nos la llevamos de excursión por Polonia. Dormimos en casa de familiares o en casa de amigos que tiene Edyta en distintas ciudades. A mi madre le encanta una sopa polaca que se llama żurek y se sirve en un recipiente de pan”.

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Edyta: “No le gustan los hospitales. Es enfermera, y cuando vino a verme al hospital, tras el parto de Sofía, le sorprendieron las condiciones que hay aquí, lo poco amable que es el personal sanitario y que los pacientes tuvieran que llevar su propio papel higiénico. Mi marido no para de repetirme: “¡Si me pasa algo, me metes en el primer avión que haya y me mandas a España!”.

Juan: “Los padres de Edyta han estado también unas cuantas veces en España. Les gustó el sol, el mar, la buena comida y que la gente sonríe. Nuestras madres se entienden estupendamente con la ayuda de los diccionarios. No tenemos que andar haciendo de traductores. A veces les preguntamos de qué han estado hablando y siempre escuchamos dos versiones distintas”.

Edyta: “Nosotros también tuvimos que aprender a comunicarnos. Al principio hablábamos en inglés, aunque por aquel entonces Juan estaba empezando a estudiarlo. Con el tiempo reconoció que entendía como mucho la mitad de lo que yo le decía. Después del inglés le llegó el turno al polaco”.

Juan: “Ahora hasta somos capaces de discutir en polaco, pero tuve que ponerme varias veces con ello, porque… ¡es complicadísimo por la declinación! No existe otra lengua como esta, que tenga más excepciones que reglas. Para Edyta fue muchísimo más fácil aprender español. Pero a ella se le dan bien los idiomas. Además, el español básico es bastante sencillo”.

Edyta: “Desde el punto de vista económico, al principio también fue complicado. Nos manteníamos gracias a mi salario en la universidad (entonces de unos 2.500 zlotys, o unos 575 euros). Juan daba clases de español. Por suerte, mis padres me compraron un piso y Juan se trajo su Golf de diez años de España. Y las comidas los domingos en casa de mis padres eran un gran apoyo para nosotros”.

Juan: “Luego encontré trabajo en una empresa española en Gliwice, a 55 kilómetros de Katowice, que se dedica a la logística y a los sistemas de almacenaje. Sigo trabajando en ella hasta el día de hoy”.

Edyta: “Pero ya es director general. ¿Qué si estaríamos mejor en España? Resulta difícil saberlo. Cuando Juan estaba terminando la carrera, le ofrecieron un puesto de trabajo de 2.000 euros al mes. En aquel entonces era mucho dinero, sobre todo en Polonia. Ahora ya no hay tanta diferencia en los salarios. Ahora que en España hay crisis, probablemente estaríamos peor allí que aquí”.

Juan: “Me gusta vivir en Polonia y observar lo rápido que cambia todo. Ver que la ciudad de Katowice atrae cada vez más inversión y que se está convirtiendo en un centro de negocios de esta parte de Polonia. Además, aquí hay muchas zonas verdes y mucho espacio para correr o montar en bici. Mi mujer y yo participamos en el triatlón de larga distancia (dos kilómetros a nado, 90 kilómetros en bicicleta y 21 kilómetros corriendo). El deporte es nuestra pasión. El año que viene queremos participar en el maratón de Silesia. Lo que más me sorprendió de Polonia fueron los centros de las grandes ciudades. ¡Son pequeñísimos! El centro de Vigo, la ciudad donde estudié y que tiene 300.000 habitantes, es mucho más extenso que el centro de Varsovia. Nuestros amigos de España dicen a menudo que las ciudades en Polonia son “pueblos”. A Edyta le sienta fatal. Otra cosa es que, en las ciudades polacas, al anochecer las calles se quedan vacías. Tengo la sensación de que a los polacos les pesa el pasado. Resulta difícil encontrar en el trabajo a alguien que sepa tomar decisiones, que se responsabilice de ellas y que no tenga miedo a equivocarse. La gente prefiere realizar a conciencia tareas que otros les encarguen”.

Edyta: “Los dos estamos abiertos a otras culturas”.

Juan: “Nadie anda mirando el pasaporte cuando se enamora. Yo me enamoré de Edyta cuando vi que tenía ganas de probarlo todo, desde escalar por cascadas hasta el buceo o el windsurf. Sabía que con una chica así, la vida no iba a ser nunca aburrida”.

Edyta: “Nunca me atrevería a afirmar que los españoles son mejores maridos. Juan es sobre todo mi mejor amigo, que dejó por mí lo que conocía y lo que amaba. Para ello necesitó valor y creer que valía la pena asumir el riesgo para apostar por nosotros”.

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