La ola de inmolaciones tibetanas a lo bonzo se extiende a India
Un tibetano exiliado se prende fuego en Nueva Delhi en vísperas de la visita del presidente chino
Un tibetano exiliado se ha inmolado hoy a lo bonzo en Nueva Delhi, en vísperas de la visita que el presidente chino, Hu Jintao, realizará esta semana a India. El manifestante, que aparentemente se había impregnado con un líquido inflamable, se ha prendido fuego y ha echado a correr profiriendo gritos delante de la tribuna en la que varios oradores estaban criticando al Gobierno chino por lo que consideran la represión de la religión y la cultura tibetanas.
Alrededor de 30 miembros de esta minoría étnica –muchos de ellos monjes y monjas, y a menudo de poco más de 20 años- se han quemado en el último año en Tíbet y otras provincias chinas para protestar contra Pekín y pedir el regreso del Dalai Lama, que huyó de la región del Himalaya en 1959 durante un fallido levantamiento contra el control chino. Según los grupos de defensa de derechos de los tibetanos, al menos 20 han muerto en los actos de reivindicación.
El Gobierno acusa al Dalai Lama de incitar la ola de suicidios, algo que este niega. El líder espiritual de los budistas tibetanos ha culpado de las protestas a lo que llama el “genocidio cultural” en Tíbet y, aunque ha alabado el coraje de quienes dan el paso de inmolarse, ha insistido que no alienta esta práctica y que podría tener incluso como respuesta una mayor represión por parte de Pekín.
Jampa Yeshi, el joven que se ha prendido fuego en Nueva Delhi, ha sufrido quemaduras en el 85% del cuerpo y su condición es crítica, según ha señalado la policía, informa Associated Press. Otros manifestantes presentes intentaron impedir al principio que la policía le trasladara al hospital. Yeshi, de 27 años, escapó de Tíbet en 2006, y vivía en Nueva Delhi desde hacía dos años.
Más de 600 personas se han manifestado en la capital india contra la visita de Hu, que va a participar en una cumbre de los BRICS, grupo integrado por Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica. Algunos llevaban carteles que decían: “Arde Tíbet” o “Tíbet no es parte de China”. Pekín asegura que la región del Himalaya ha sido siempre parte de su territorio, pero muchos tibetanos defienden que fue virtualmente independiente durante siglos.
La inmolación registrada hoy es la segunda que se produce en India en los últimos meses. El año pasado, otro joven en el exilio se prendió fuego delante de la embajada china. Sufrió quemaduras leves.
El sábado de la semana pasada, unas 7.000 personas se congregaron en Tongren (provincia de Qinghai) durante el funeral de un campesino que se inmoló a lo bonzo ese mismo día para protestar contra la política del Gobierno central en las regiones tibetanas, según Radio Free Asia. La emisora estadounidense dijo en un comunicado que Sonam Thargyal, de 44 años, se cubrió el cuerpo con algodón, se echó queroseno y se prendió fuego. También había bebido el combustible. La organización con sede en Londres Free Tibet afirmó que Thargyal, que tenía tres hijos, era muy amigo de un monje que sobrevivió, con heridas graves, a un intento de inmolación tres días antes, también en Tongren.
El rosario de suicidios ha colocado en una posición difícil al Gobierno, que ha intentado desacreditar a quienes se han prendido fuego, llamándoles criminales, marginados y enfermos mentales manipulados por el Dalai Lama. Pekín ha definido la ola de inmolaciones como el resultado de una maniobra orquestada por elementos separatistas en el exterior, como demuestra, según dice, que antes de quemarse los manifestantes suelen gritar “Independencia para Tíbet, y otros eslóganes que pretenden dividir la nación”.
China ha confirmado solo algunas de las inmolaciones de las que han informado la prensa extranjera y los activistas tibetanos fuera del país. Las cifras de sucesos y las de fallecidos difieren entre unos y otros grupos. Li Changping, miembro de la dirección del Partido Comunista en la provincia de Sichuan, que visitó recientemente las zonas tibetanas en su región, dijo a principios de marzo que “alrededor de 20” personas se habían quemado a lo bonzo en Sichuan en los dos últimos años. La prensa internacional tiene vetado el acceso libre a Tíbet, una práctica que ha sido extendida en los últimos años a muchas de las zonas tibetanas en otras provincias chinas, lo que hace prácticamente imposible saber qué está ocurriendo realmente. Un número indeterminado de quienes se han prendido fuego han muerto bajo custodia policial sin que se sepa de qué forma.
Tres tibetanos que llevaban un mes en huelga de hambre delante la sede de Naciones Unidas, en Nueva York, pusieron fin el viernes pasado a su protesta, después de que la responsable de derechos humanos en el organismo internacional, Navi Pillay, les hiciera llegar una carta en la que señala que ha dado instrucciones a un grupo de investigadores para estudien lo que está pasando en Tíbet. Según los organizadores de la huelga de hambre, Pillay tiene “una invitación abierta para ir a China y están buscando la fecha”. Según los activistas, Pekín ha instaurado en Tíbet una “ley marcial no declarada”.
Las autoridades chinas han intensificado en los últimos años el control en los templos tibetanos por todo el país, y, según algunas informaciones, han detenido y han forzado a acudir a clases de adoctrinamiento a cientos de tibetanos que fueron a India a recibir clases del Dalai Lama. El líder budista dice que no persigue la independencia de Tíbet como asegura Pekín, sino una autonomía real. El Gobierno afirma que trata a los tibetanos de forma justa y que ha invertido miles de millones de euros en la región para mejorar las condiciones de vida de la población.
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