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Dios entra en la campaña republicana

La barrera entre la religión y la política en Estados Unidos es algo más difusa que en Europa

Antonio Caño
Ron Paul, Rick Santorum, Mitt Romney y Newt Gingrich.
Ron Paul, Rick Santorum, Mitt Romney y Newt Gingrich. DON EMMERT (AFP)

El conflicto de Barack Obama con la iglesia católica a propósito de los anticonceptivos y el perfil acentuadamente religioso de los candidatos republicano han metido definitivamente a Dios en la campaña electoral norteamericana. Un asunto que se plantea con la intención de abundar en la deslegitimación del presidente, a quien se supone laso en materia de fe, puede acabar convirtiéndose en una prueba más del radicalismo republicano.

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La barrera entre la religión y la política en Estados Unidos es algo más difusa que en Europa. Aunque la Constitución garantiza que no pueda haber ninguna religión oficial, y uno de los padres fundadores, Thomas Jefferson, introdujo el concepto del “muro de separación” entre la iglesia y el Estado, aquí no se ha desarrollado una sociedad laica similar a las europeas. Una mayoría superior al 90% se declara creyente, y es inconcebible aún un presidente ateo o agnóstico.

Obama es un hombre religioso que ha aludido en varios ocasiones a Dios como fuente de inspiración o fortaleza. Pero, como presidente, ha vivido esa religiosidad con cierta discreción. No ha escogido una iglesia en Washington y, hasta ahora, ha prescindido de las tradicionales imágenes dominicales junto a la familia, con la Biblia en la mano, camino de la oración.

Ya en la anterior campaña electoral, Obama se vio obligado a probar que era un cristiano. Pese a esos esfuerzos, todavía hay un porcentaje considerable de norteamericanos que creen que es musulmán, y la controversia promete alargarse hasta noviembre. Esta misma semana, el reverendo Franklin Graham, hijo del célebre Billy Graham y heredero de su enorme influencia en el movimiento evangélico, declaró que Obama es considerado “un hijo del Islam por los propios musulmanes”, y añadió que es natural que así sea porque desde el principio ha dado “vía libre al Islam”.

En 2008, Obama tuvo que contraponer su fe con la de un rival que creía en la religión como un ingrediente de la vida privada. Esta vez, el presidente mide su espiritualidad con un católico ultra conservador, un antiguo obispo mormón y otro católico de reciente adscripción que exhibe sin complejos el fanatismo de los conversos: Rick Santorum, Mitt Romney y Newt Gingrich.

Santorum ha salido estos días en defensa de unas declaraciones hechas en 2008 en las que advertía que “Satanás ha puesto la vista en EE UU”, aparentemente minado por el materialismo y la corrupción de los valores sagrados. Romney ha asegurado que “Obama está destruyendo la libertad religiosa” y amenazando al clero. Y Gingrich ha anunciado que “Obama desencadenará una guerra contra los católicos desde el día uno de su presidencia”.

Esta denuncia sobre los peligros que atenazan a la religión ha crecido de volumen tras la polémica sobre los anticonceptivos y en la medida en que la mejora de la situación económica privaba a los candidatos republicanos de otros argumentos. En el debate electoral del miércoles, el último antes de las importantes primarias de Michigan y Arizona, tanto Romney como Santorum como Gingrich coincidieron en que no aceptarán ningún programa social que incluya dinero público para anticonceptivos.

Los tres declararon su compromiso con la defensa de los principios religiosos en esa materia, algo que entusiasmó a la audiencia del debate pero que puede provocar el rechazo de una mayoría de mujeres y de población en general que asume los anticonceptivos como un avance médico esencial y no entiende que eso sea un asunto en el que deba mezclarse la religión.

Santorum es quien más lejos ha ido para inyectar la religión en la campaña, declarando que el aborto debe de estar prohibido incluso en los casos de violación o incesto y que la función adecuada del sexo es la procreación. De esa manera trata de fortalecer su base de votantes conservadores frente a sus dos principales rivales.

Pero ese extremismo está empezando a volverse contra él. Un influyente columnista conservador, George Will, que en el pasado se había pronunciado en contra de Romney, escribía ayer que “Santorum está convirtiendo su catolicismo en un asunto más central y problemático para la nominación que el mormonismo de Romney”.

Uno y otro van a ser objeto de debate en los próximos meses. Romney tiene que convencer a los votantes republicanos que, aunque mormón, su religiosidad conecta perfectamente con ortodoxia dominante. Tanto él como Santorum se presentan como la alternativa de la fe verdadera ante la supuesta plaga secular que ambos anuncian.

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