Un Ejército demasiado estático y bajo un férreo control político
Las Fuerzas Armadas sirias de Bachar el Asad tienen poca flexibilidad operativa en un conflicto interno
Resulta difícil evaluar la fuerza real del Ejército sirio. Su punto más débil radica en la lealtad de los soldados, que no se pondría en cuestión en el caso de una guerra contra un enemigo exterior, sobre todo si fuera Israel, pero suscita grandes interrogantes en un conflicto interno. El ritmo de deserciones va en aumento desde hace meses. En cualquier caso, la capacidad operativa se mantiene y la fuerza de las unidades más directamente ligadas al régimen, la Cuarta División Mecanizada y la Guardia Presidencial, es muy considerable.
Los especialistas consultados coinciden en subrayar tres características: es un Ejército más defensivo que ofensivo, la clave de su organización es la prevención de golpes militares (sólo la Guardia Presidencial puede operar en Damasco) y la escala de mando está muy marcada por consideraciones religiosas y políticas: la minoría alauí, a la que pertenece la familia El Asad, ocupa una cantidad desproporcionada de altos cargos, entre el 50% y el 70% según distintas estimaciones.
El Ejército israelí, el único contra el que Siria ha combatido desde su formación como Estado moderno, le atribuye dos rasgos fundamentales: una absoluta incapacidad para improvisar, probablemente debida al control político de las operaciones (los tanques israelíes habrían sido una presa fácil en 1973 si los generales sirios hubieran cambiado su plan de batalla en el Golán), y un alto nivel de resistencia en posiciones estáticas.
Esos factores, relevantes en la guerra convencional, pueden ser secundarios en un conflicto interno. Cuando se enfrenta a fuerzas irregulares en situaciones más o menos desordenadas, el Ejército sirio no recurre a la movilidad de comandos o paracaidistas, sino que tiende a apoyarse en un uso abrumador de la artillería para sitiar y destruir lo que considera bases enemigas. Lo hizo contra las milicias cristianas en la segunda fase de la guerra del Líbano, lo hizo contra los islamistas sirios en 1982 y está haciéndolo ahora contra las poblaciones rebeldes. Dispone de un notable arsenal químico (gases sarín y mostaza, sobre todo) y de misiles capaces de enviarlo hasta 700 kilómetros de distancia (los Scud-D norcoreanos), aunque nunca ha utilizado ese tipo de armamento.
El número de efectivos rebasa los 200.000 (sin descontar las deserciones de los últimos meses), en su mayor parte soldados de reemplazo. Los analistas israelíes consideran más realista reducir la cifra a unos 60.000, porque esos son los soldados profesionales agrupados en las unidades mejor armadas y de mayor fidelidad al régimen por su composición casi exclusivamente alauí: la Guardia Presidencial o Republicana (unos 10.000), la Tercera División Mecanizada (unos 15.000), la Cuarta División Mecanizada (unos 20.000) y las Fuerzas Especiales (unos 15.000).
Incluso entre esas unidades de élite existen peculiaridades. La Cuarta División Mecanizada, creada con el nombre Unidades de Defensa por Rafaat el Asad, tío del presidente Bachar el Asad y actualmente exiliado, rinde un culto absoluto a su jefe, hoy Maher el Asad, hermano menor del presidente, por encima de cualquier otra lealtad.
Los 5.000 carros de combate son antiguos, de fabricación soviética, y muy vulnerables a los ataques con lanzagranadas, pero eficaces en situaciones estáticas. También dispone de veteranos helicópteros soviéticos Mi-24 y de una cantidad indeterminada de modernos Mi-35, proporcionados por Rusia, y de unas decenas de aviones de ataque no tripulados de fabricación iraní.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.