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La crisis siria convierte a Rusia y Estados Unidos de nuevo en rivales

Clinton convoca a los países que siguen creyendo en la democracia a derrocar a El Asad

Antonio Caño
La secretaria de Estado Clinton, en Sofía (Bulgaria) este domingo.
La secretaria de Estado Clinton, en Sofía (Bulgaria) este domingo. VASSIL DONEV (EFE)

El veto de Rusia, secundado por China, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a la propuesta sobre Siria obliga a Estados Unidos a diseñar de nuevo una política exterior sin la colaboración de Rusia o, como en los tiempos de la Guerra Fría, en pugna con los intereses de ese país. La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, convocó ayer a los países que siguen siendo “amigos de una Siria democrática” a continuar trabajando fuera de la ONU para derrocar a Bashar al Asad.

En términos inusualmente duros, Clinton calificó la actitud de Rusia y China el sábado de “mascarada”, lo que indica el grado de irritación que la conducta de esos dos países ha provocado en Washington. Especialmente la de Rusia, que fue el que, desde el principio, llevó la iniciativa contra la resolución y, probablemente, condicionó el voto final de China, que podría haberse abstenido en el caso de que Rusia hubiese hecho lo mismo.

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La crisis de Siria ha dado lugar al más duro choque diplomático con Moscú desde que Barack Obama está en la presidencia. Otras discrepancias, como Irán, Chechenia o el escudo antimisiles habían conseguido hasta ahora ser resueltas o controladas sin escenificar semejante desacuerdo.

Uno de los ejes de la política exterior de Obama era el de actuar de forma coordinada con Rusia en aquellas zonas en las que hubiera intereses compartidos, y discrepar de forma amigable cuando los puntos de vista fueran diferentes. Esa era la esencia de la “reprogramación” de las relaciones con Rusia que esta Administración se propuso desde el primer día.

Esa “reprogramación” está ahora en peligro. Clinton llamó ayer abiertamente a actuar sin Rusia en Siria, incluso en contra de Rusia. “Enfrentados a la realidad de un Consejo de Seguridad neutralizado”, declaró en Sofia, “tenemos que redoblar nuestros esfuerzos fuera de Naciones Unidas con aquellos aliados y socios que creen en el derecho del pueblo sirio a un mejor futuro”. “Trabajaremos”, añadió, “para dejar en evidencia a aquellos que todavía financian el régimen y le envían armas que son utilizadas contra sirios indefensos, incluidos mujeres y niños”.

Estas declaraciones sitúan, decididamente, a EEUU y Rusia en bandos opuestos en esta crisis, lo que puede acabar teniendo consecuencias que exceden los límites del conflicto en Siria. EEUU se encuentra, por ejemplo, sumergido en una angustiosa carrera contra el tiempo para evitar que Irán, otro aliado de Rusia, construya armas nucleares. Los riesgos de una deriva militar de ese problema se multiplicarían en el caso de que Washington tuviera que actuar plenamente en contra de la posición de Rusia.

Son múltiples los escenarios –Oriente Medio, Asia, Europa Oriental- en los que un rebrote de la tensión entre Rusia y EEUU podría tener efectos negativos. Ninguno de los dos países está en este momento apostando públicamente por esa dirección, pero el probable retorno al Kremlin de Vladimir Putin, mucho más si lo hace en un clima de contestación popular, puede alentar en Moscú el resurgimiento de un cierto nacionalismo antiamericano.

Por lo que atañe a EE UU, tanto las declaraciones de Clinton como el comunicado del sábado de Obama, en el que aseguraba que su Gobierno está del lado del pueblo sirio y contra el régimen de Asad, “porque defendemos principios que incluyen derechos universales para todas las personas y reformas políticas y económicas justas”, dejan claro que esta Administración da prioridad a su papel en la primavera árabe, aun a riesgo de un desacuerdo con Rusia. Obama intenta preservar el prestigio de su nación por encima de todo.

Cuando llegó la hora, Obama dejó caer a un aliado de varias décadas, Hosni Mubarak, para no perder el afecto de la población de Egipto. En Libia, aunque Muamar Gadafi era históricamente un aliado de Rusia, todos los países occidentales tenían negocios allí cuando se intervino para derrocarle. EE UU ha actuado de forma más confusa en Bahrein, donde está implicado un aliado norteamericano vital, como es Arabia Saudí.

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