La gran transformación
Este es el lema de Davos este año. Estamos ante una gran transformación que obliga, según el presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, a buscar nuevos modelos políticos, económicos y sociales, es decir, nuevas formas de poder, una organización del pluralismo, un crecimiento económico sostenible y sobre todo la creación de empleo. Todo suena como un organillo, como el resultado previsible de una ficha. Pero la frase que preside la reunión señala también en otra dirección: ‘La gran transformación’ es el título de una magna opera del pensamiento económico, publicada en 1944, cuando todavía Europa estaba en guerra, y que empieza con este párrafo de síntesis: “La civilización del siglo XIX se ha hundido. Este libro trata sobre los orígenes políticos y económicos de este acontecimiento, así como de la gran transformación que la ha provocado”.
Los orígenes del cataclismo de los años 30, según Polanyi, radican en el proyecto utópico imaginado por el liberalismo económico: crear un sistema de mercado auto regulado, que dirige la suerte de los seres humanos y del medio natural por encima de estados y de gobiernos y convierte la tierra, el trabajo y la moneda en meras mercancías. ¿No nos dice nada esta tesis en el momento de la historia en que los mercados financieros se imponen a la política y a la democracia y dictan de nuevo la marcha del mundo occidental? ¿Habrá llegado hasta Davos, centro neurálgico de las ideologías que sustentan el sistema de mercado, esta negra visión trazada para los años 30?
Polanyi se sumerge en la investigación histórica y antropológica para probar que el sistema de mercado es una construcción reciente, que no ha existido en todas las épocas ni en todas las sociedades, muy al contrario de lo que una cierta filosofía pretende inculcarnos. Claro que han existido siempre operaciones regidas por las leyes de la oferta y de la demanda, pero tenían un papel secundario en la vida económica. La gran transformación de los años 30 descrita en su libro, y que culmina con la Segunda Guerra Mundial, significa el final de la época del mercado autoregulado y la aparición de economías de Estado primero y luego mixtas, cuya evolución se sostiene al menos durante cuatro décadas, hasta la llegada de Reagan y Thatcher al poder.
El primer Davos después de la crisis, en 2009, ofrecía el Foro como el balneario antituberculoso donde debía curarse en capitalismo. El segundo, en 2010, insistía en que había que repensar, rediseñar y reconstruir, en eco a la refundación del capitalismo imaginada por Sarkozy. El tercero, en 2011, ya anunciaba la necesidad de reglas compartidas para la nueva realidad, es decir, dudaba de la propia ideología del mercado. Esta cuarta edición, todavía en crisis, sin que sea vea la salida del túnel, se enuncia con el título histórico y dramático de Polanyi, que sugiere el final de la era en que el mercado financiero regía el destino del mundo y el inicio de una nueva era gobernada. ¿Quieren decir realmente esto los organizadores de Davos con el guiño intelectual a uno de los más audaces pensadores y analistas del capitalismo? Lo veremos los próximos días.
(Si el guiño es meramente una invitación a la lectura, también vale. El libro de Karl Polanyi. La Gran Transformación. Ediciones La Piqueta, 1989, es una lectura fascinante en estos días de crisis financiera, llena de paralelismos deslumbrantes entre dos momentos de la historia. Bastan unas pocas frases entre muchas para ver que lo que servía en el caso del patrón oro sirve exactamente para la Europa que intenta salvar al euro: “Los partidos socialistas se vieron obligados a abandonar el poder para que se pudiera ‘salvar la moneda’ (…) Se redujeron los servicios sociales y se intentó romper la resistencia de los sindicatos ante los reajustes de salarios (…) Era la moneda la que estaba amenazada y con idéntica regularidad la responsabilidad por ello se atribuía a los salarios excesivos y a los presupuestos desequilibrados (…) La organización bancaria está así en situación de obstaculizar cualquier medida en la esfera económica si con razón o sin ella esta medida le desagrada. Desde el punto de vista político, los gobiernos deben pedir la opinión de los banqueros sobre la moneda y sobre el crédito, pues son los únicos que pueden saber si una medida financiera pondrá o no en peligro los mercados financieros y de cambio”.)
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