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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Morir por Cuba

El fallecimiento por huelga de hambre de un disidente preso confirma el enrocamiento del régimen

La muerte de Wilman Villar Mendoza tras 50 días de huelga de hambre muestra que hay disidentes cubanos dispuestos a resistir hasta el límite ante la iniquidad, pero también que el régimen castrista es incapaz de hacer concesión alguna que pueda interpretarse como debilidad. Resiste enrocado en un presente que se va eternizando, precisamente porque no tiene futuro alguno. Quien sí lo tenía y podía albergar la esperanza de llegar a vivir otra Cuba, en libertad, era Mendoza, de 31 años, padre de dos niñas. Pero sus carceleros han preferido dejarle morir.

Esta muerte ha ocurrido en vísperas del segundo aniversario del fallecimiento de Orlando Zapata, tras una larga huelga de hambre, cuyo impacto llevó al régimen a poner en libertad —es un decir en una dictadura— a 130 presos políticos. Mendoza, calificado de “preso de conciencia” por Aministía Internacional, era menos conocido. De hecho, no había entrado hasta septiembre pasado en la Unión Patriótica Cubana, presidida por José Daniel Ferrer, uno de los 12 excarcelados que accedieron a irse a España en 2011. Poco después, Mendoza fue detenido en una manifestación, pero lo acusaron, como es habitual en ese sistema, por otros supuestos delitos anteriores como desacato y desobediencia a la autoridad. En protesta por la falta de garantías en su juicio y su encarcelamiento por cuatro años, se declaró en huelga de hambre, y falleció en un hospital, tras días de internamiento en una celda de castigo donde atrapó la pulmonía por la que se le iba a tratar.

Las protestas se han sucedido dentro y fuera de Cuba. Desde Madrid, el Gobierno del PP manifestó su “pesar por este triste desenlace”, y su preocupación por “la situación que afecta a los ciudadanos que expresan su disconformidad” con el régimen, solicitando la garantía de los derechos humanos, las libertades fundamentales y la “libre expresión de todas las ideas políticas sin excepción”. Es una muestra de realismo. Tras más de 50 años, las medidas diplomáticas y económicas no hacen mella sobre este régimen que, acuciado por la inviabilidad del sistema y reconociendo su fracaso, se ha visto forzado a abrir algo la mano en el tema económico, aunque desprotegiendo de paso a muchos cubanos. Pero sigue bloqueando una apertura política a la que que, desde fuera y en lo poco que sea posible, hay que contribuir a impulsar. Para que, al menos, no se tengan que producir más muertes como la de Mendoza.

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