Un laboratorio radical
La temporada de primarias ya ha empezado y el Partido Republicano sigue sin aclararse. Tiene ante sí a un presidente acogotado por el desempleo, bloqueado por el Congreso republicano y con su imagen empañada por las promesas incumplidas y las decepciones cosechadas. La oportunidad de recuperar la presidencia dejando a Obama como presidente de un solo mandato, como Carter o Bush padre, parece al alcance de la mano. Pero el problema es que no ha aparecido todavía el líder que sea capaz de unir las filas conservadoras para echarle de la Casa Blanca.
Los caucuses de Iowa de ayer, con los que arranca la campaña de las primarias, señalan con nitidez la división y las dudas de los republicanos a la hora de dar con el nombre de quien venza a Obama. Mitt Romney, ex gobernador de Massachusetts y candidato republicano batido por McCain en las primarias de 2008, ha quedado en cabeza con el 25 por ciento de los votos y a solo ocho sufragios de distancia respecto a Rick Santorum, un ex senador ultraconservador sin posibilidad alguna de vencer en una elección presidencial. En tercer lugar, a corta distancia y 21 por ciento, ha quedado Ron Paul, otro candidato testimonial. Y en cambio, el gobernador de Texas Rick Perry y el ex speaker de la Cámara Newt Gingrich, dos políticos de fuste y que albergaban posibilidades cuando se lanzaron a la carrera, han quedado hundidos con 10 y 13 por ciento.
Solo hay a partir de ahora dos caminos posible en la carrera republicana. O Mitt Romney se impone, a pesar del escaso entusiasmo que levanta en las filas cada vez más derechizadas del republicanismo, o sigue la alegre y alborotada marcha de los fundamentalistas morales y del estado mínimo hacia el desastre que significaría para ellos una nueva victoria de Obama. Romney está acentuando ahora sus perfiles más conservadores y trata de que sus votantes pasen por alto una trayectoria política muy convencional, que incluye una reforma sanitaria muy similar a la de Obama. Su principal baza, sin embargo, es su capacidad para retar y ganar a Obama más que la pureza conservadora de su mensaje.
Basta un solo dato, reflejado ayer por las encuestas a la salida de las votaciones: seis de cada diez votantes republicanos se consideran a sí mismo cristianos renacidos. Como los salafistas con el Corán, son gente que cree que todo lo que cuenta la Biblia es una verdad histórica. No es extraño que el santurrón de Santorum haya conseguido tal éxito entre estos votantes. La derecha estadounidense está aquejada de un mal propio de los izquierdismos, capaces de renunciar al poder antes que a la radicalidad de sus ideas y valores. Es el camino más seguro para la victoria de los otros.
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