Debacle ética global y el papel de Europa
En la década de los ochenta se aceptó sustituir los principios democráticos por las leyes mercantiles. Ahora,el poder se aleja de Occidente y las batallas que hay que ganar no son económicas sino, sobre todo, políticas
“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie”
Emily Dickinson
Ni un día más de rodillas. Ni un día más acosados por los mercados. La política debe alzarse.
El mundo a la deriva, porque en lugar de “Nosotros, los pueblos…” de la Carta de las Naciones Unidas y las referencias éticas establecidas por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aceptó en la década de los ochenta del siglo pasado sustituir los principios democráticos —tan bien establecidos por la Constitución de la Unesco— por las leyes mercantiles. Las Naciones Unidas se sustituyeron por grupos plutocráticos (G-7, G-8… G-20), pretendiendo gobernar el conjunto de la humanidad por los países ricos.
Una "Declaración Universal de la Democracia" sería ahora especialmente oportuna
El desastre está a la vista. Una crisis múltiple —social, política, alimenticia, medioambiental…— y desconcierto generalizado. El gran dominio (militar, financiero, energético y mediático) favorece todavía, en su fase terminal, una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra en lugar de una economía de desarrollo global sostenible. Se invierten cada día 4.000 millones de dólares en armas y gastos militares al tiempo que mueren de hambre más de 60.000 personas. Esta situación no afecta solo a los países más rezagados. En Estados Unidos hay más de 20 millones de parados, el doble de pobres y casi 50 millones sin seguridad sanitaria. Hay mucho que enmendar. De China, el gran país comunista-capitalista de la Tierra, por la deslocalización productiva guiada por la codicia, poco sabemos. No queremos conocer el “otro lado de la moneda”.
Europa y Estados Unidos deben cambiar de paradigma económico muy rápidamente. Estados Unidos ha elegido recientemente un camino mejor, después del fiasco del “rescate” de las instituciones financieras: incentivos para la producción, inyección de fondos, escalonamiento en el tiempo de la formalización del déficit acumulado… La crisis financiera ha dado paso a la crisis de la deuda soberana. El euro no puede competir con el dólar o el yuan porque ambas monedas —como sucede con la libra en el seno de la Unión Europea— pueden “fabricarse” a voluntad. Y se cumple la paradoja de que China es el único país que puede ofrecer abundante liquidez.
El poder se aleja de Occidente. Para corregir las presentes tendencias, Richard Youngs, en su libro sobre el declive de Europa propone una “UE más abierta, internacionalista y universal en sus valores”. Y añade: “Es urgente poner en práctica políticas adecuadas para enderezar las presentes tendencias en cinco áreas: multilateralismo, seguridad, identidad, valores democráticos y economía”. Las batallas que hay que apresurarse a ganar no son económicas sino, sobre todo, políticas. Como resultado de la crisis, el G-20 ha desplazado al G-8… que ha intentado, sin éxito, llevar las riendas de la economía mundial, con un claro predominio europeo, ahora diluido.
Europa puede hoy dar al mundo el mensaje de los grandes referentes de la acción política
Sucede que con frecuencia analizamos las consecuencias, pero no las causas: la ambición hegemónica representada sobre todo por el presidente Ronald Reagan y la primera ministra Margaret Thatcher en los años ochenta; la sustitución de los valores democráticos por el mercado; la gobernación plutocrática; la corrupción; las burbujas… En Europa nos hemos quedado en CEE, en una comunidad económica asimétrica y sin pautas de interacción y equilibrio. La Unión Europea no puede ser solo un título sino una realidad. Con carácter de urgencia. Y, para ello, el pluralismo y la diversidad que son la riqueza cultural y creadora de Europa, deben aunarse alrededor de unos valores éticos comúnmente aceptados, que constituyen la inmensa fuerza potencial de Europa. Es imperativo ser Unión Europea. A estos efectos, debe federarse y aceptar, como corresponde a una estructuración política de esta índole, una serie de directrices inherentes a la Unión: en política exterior, en política de seguridad, en política fiscal y económica, en ordenamiento jurídico, en prioridades básicas (salud, medio ambiente…). Este “compromiso federal” exigiría, entre otras cosas, que los representantes en el Parlamento Europeo fueran votados en unos comicios en los que la participación mínima fuera del 51%. Lo que sucede hoy con la representatividad de muchos de los miembros del Parlamento es un auténtico escándalo y una afrenta a la “democracia”.
Concretamente:
— Reducción de los medios destinados a armamento y gastos militares, con una política europea de seguridad que evite la obligación de adquirir artefactos propios de guerra pretéritas y permitir a Europa ser un gran interlocutor de Estados Unidos, Rusia y China, especialmente, no solo para evitar conflictos sino para luchar contra el terrorismo y el crimen organizado.
— Promover alianzas internacionales y contribuir a la refundación de un Sistema de Naciones Unidas adaptado a la gobernación mundial, dotado de los recursos personales, financieros y técnicos adecuados. La inclusión de la Organización Mundial del Comercio y de las instituciones de Bretton Woods a las nuevas Naciones Unidas permitiría recuperar las funciones que exigen coordinación global (catástrofes naturales o provocadas; medio ambiente; respeto al derecho internacional, evitando la actual impunidad…). La modernización del multilateralismo implica incorporar representantes de la sociedad civil a la Asamblea General y demás órganos, y disponer —sin veto pero con votación ponderada— de dos Consejos de Seguridad adicionales: Consejo de Seguridad Socioeconómico y Consejo de Seguridad Medioambiental.
— Regulación de los flujos financieros a escala mundial, con inmediata desaparición de los paraísos fiscales, máximo exponente de la insolidaridad social a escala local y colectiva.
— Financiación económica y fiscal, con emisión de eurobonos y avales, evitando asimetrías y comportamientos indebidos en el seno de la Unión.
— Fuentes de financiación alternativa dedicadas sobre todo a la cooperación internacional, lucha contra la pobreza y en favor de la igualdad, ayuda al desarrollo y a la innovación.
— Educación, que forme a ciudadanos “libres y responsables”.
— Adoptar políticas de educación ciudadana y atención sanitaria cuando así se requiera, de tal modo que el consumo de alcohol, tabaco y drogas, dependa de la responsabilidad ciudadana, sin limitar el acceso por el precio, que estimula el tráfico ilegal y carece de efecto disuasorio alguno.
— Políticas de integración y respeto a la igual dignidad ciudadana. Es precisamente en tiempos de crisis cuando no debe abdicarse de los valores éticos esenciales.
— Energías renovables y fomento de la agricultura, pero disminuyendo los subsidios agrícolas tradicionales que llegan a ser ocho o 10 veces superiores a lo invertido en I+D+i.
— Observatorio de evaluación y calificación económica, de gran rigor.
— Relocalización ponderada de la economía productiva.
— Evitar la evasión fiscal y la economía sumergida…
Corresponde a Europa el gran papel de restablecer las referencias éticas universales de la acción política, a través de los derechos humanos, y procurar el establecimiento de democracias firmes y eficaces en todo el mundo, no como un “modelo occidental” sino como “principios” aceptados a escala planetaria. Una Declaración Universal de la Democracia, podría ser ahora —como lo fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948— especialmente oportuna. Cito de nuevo a Youngs: “Debilitar el apoyo europeo a los derechos humanos y la democracia es una de las dimensiones más desalentadoras de la deriva de Europa”. El Consejo de Europa y la Unión Interparlamentaria podrían aportar los esfuerzos ya realizados a este respecto, para que en muy poco tiempo fuera posible disponer de un texto que orientara los rumbos de la gobernación mundial y liberara a los políticos del acoso actual de los mercados.
Los problemas globales que afecten al destino común requieren soluciones basadas en principios globales.
Un aspecto a destacar, muy positivo, porque representa, por fin, la capacidad de expresión popular y dejar de ser espectadores pasando a ser ciudadanos participativos, es el de las movilizaciones a favor de sistemas plurales, con una mayor contribución popular a la toma de decisiones, gracias a lo moderna tecnología de la información y la comunicación. Hay que escuchar su voz.
Europa puede hoy, ahora, puesta en pie, dar al mundo en su conjunto —tan necesitado de horizontes y asideros éticos— el mensaje de los grandes referentes de la acción política.
Es tiempo de alzarse.
Federico Mayor Zaragoza es presidente de la Fundación Cultura de Paz.
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