El ejercicio de puntuar un debate electoral como el de anoche entre Rajoy y Rubalcaba, al que todos nos hemos librado a placer como si fuera una disciplina olímpica, es una de las operaciones más enigmáticas y absurdas que se pueda concebir. Con el matiz de que todo lo que desaconseja la razón lo recomienda el espectáculo: ¿qué sería de una confrontación entre dos personajes políticos sin marcador y sin puntos? El periodista deportivo omnipresente siempre termina su interrogatorio con la misma pregunta: ¿justo el resultado?
Si hay disciplinas deportivas cuya puntuación pertenece al mundo enigmático de los arcanos arbitrales, como la gimnasia rítmica o la natación sincronizada, ¿qué decir de la eventual puntuación de los debates electorales? Solo en casos de flagrante meteduras de pata, capaces de arruinar una campaña y una biografía política, cabe imaginar que un debate, además único, sea decisivo. En situaciones normales, un debate apenas puede reforzar posiciones o desplazar ligeramente algunas opiniones volátiles. Captar estos efectos es algo que escapa a los instrumentos inmediatos de medición.
Hay una puntuación posible que es meramente técnica, estrictamente sobre el desempeño de cada uno de los contendientes en relación a sus propósitos y a sus expectativas. Ni siquiera los comentaristas suelen acogerse a este frío y neutro guion, que nos permitiría señalar al menos dos fallos garrafales, uno a cada uno, en el debate de ayer noche. Rubalcaba dio por hecha la victoria de Rajoy, quizás para reforzar el efecto miedo del programa oculto del PP, adoptando así los modos del jefe de la oposición que finalmente aspira a ser. Rajoy leyó mucho, demasiado, en un exceso inadmisible en quien aspira a ser el jefe del Gobierno y claro síntoma o de inseguridad o de pereza, o lo peor de todo, de ambas cosas.
La puntuación que funciona no es técnica sino directamente política. El público vota en la noche del debate, al igual que lo hará el día de las elecciones. No vota a quién ha ganado, sino vota a quien quiere que gane. Cada uno se dirige a su parroquia y convence a sus convencidos. Muy bien. Olvidémonos del debate y digamos que nos hemos servido un aperitivo electoral, siempre apetitoso para las generaciones formadas en la politización y profundamente inútil y tedioso para los jóvenes ajenos a la transición. Estos últimos cada vez son más numerosos y cada vez cuentan más. De ellos, los que no vieron ni siguieron el debate, va a depender en buena parte el resultado.
Comentarios
Es posible que del peso generacional de los jóvenes dependa el resultado aquí y en otros lugares, de las elecciones y las movilizaciones sociales. El caso es, que la crisis mundial es consecuencia de la pérdida de identidad y falta de un paradigma humano, con leyes y normas del buen hacer y actuar en beneficio de todos sin ventajas para nadie, que necesariamente se tienen que ir mejorando y adaptando en el tiempo. Así, la crisis, no es económica, de signo o color político, de países, de culturas o choque de civilizaciones, la crisis es que los seres humanos hemos perdido el norte al no ser capaces de asimilar y adaptarnos a la velocidad y cantidad de los acontecimientos en curso, ya sea por ignorancia, carencias, omisiones, obsolescencia o caducidad de cuanto queramos. Mientras quienes están en posición y tienen capacidad de decidir y actuar, sigan sin asumir su responsabilidad consciente libremente elegida en interés de todos, no habrá solución a los problemas y conflictos sociales. Las cosas creadas por el hombre deben de generar progreso, mejorar la calidad de vida y bienestar general, además de estar al servicio del ser humano y no al revés como sucede, pues entonces de qué sirve el progreso si sólo se benefician unos pocos privilegiados a costa de los demás.
Lluís, en cuanto al resultado: ¿Valen los goles negativos?
En los encuentros de fútbol, se juegue mal o bien, lo que cuentan son los goles. En el boxeo se gana por K.O., resultado insoslayable, o por puntos, debidamente contabilizados. En un debate político puede haber goles, en propia puerta o en puerta ajena, pero como dice el articulista, tienen que ser por la escuadra, en chilena y desde el medio del campo para que llamen la atención y hundan al contrario. Entonces, cómo puntuar el debate político. Difícil. Suele ocurrir que los rojos lo ven todo de color de rojo y los azules todo de color azul. Y los que prefieren otros colores, pues lo mismo. No hay nadie objetivo cien por cien a la hora de apreciar con justicia el resultado. Pero una cosa es la valoración meramente contable y otra la sensación que pueden haber producido en la mente ciudadana las propuestas o no propuestas, los silencios de uno y las apreturas de otro. Lo que sí tengo claro, y ahora hablo de las relaciones humanas del día a día, es que si mañana el administrador de mi casa, para lograr el cargo, me propone mejorar la economía de la casa sin detallarme cómo, sólo con retórica de que hay que esforzarse y mirar hacia adelante, no conseguirá mi apoyo. Y si lo quiere de verdad, deberá decirme cuánto me va a subir la cuota, y durante cuánto tiempo, y cómo y en qué se va a invertir ese dinero. Si me habla de generalidades y obviedades, no logrará el cargo. El próximo día 20-N no sé si muchos seremos tan exigentes con el que nombramos o confiaremos simplemente en las siglas y en las buenas palabras más que en las listas y en los buenos números. Seguro que cada uno de nosotros en nuestra propia casa no se muestra tan confiado con quien solo les ofrece esfuerzos sin cuantificar y cantos de sirenas para eludir la tormenta.
Publicado por: Ciro | 08/11/2011 12:47:26¿Y nos fiaremos del Administrador que ha arruinado y malgastado la cuenta corriente de nuestra comunidad mientras se hundía el techo, estallaban las tuberías y ardían los cables? Me parece bien que se exija al candidato de la oposición, pero ¿al responsable del desaguisado no le exigimos nada?
En este debate,como entre 2 candidatos a presidente de gobierno ,lo importante no es la puntuación,"quién gana o quien pierde"sino que medidas concretas proponen o,al menos las lineas generales pero nítidas de sus programas de gobierno.Es más importante aún en medio de una crisis espectacular.Y allí,HAN PERDIDO LOS DOS.
El debate fue muy pobre y programado.Están dando los resultados desde hace meses, no sería inteligente utilizar estos últimos recursos efectistas para votar.Los debates ,en todo caso de este tipo preelectoral,deberían ser con todas las fuerzas políticas.De Epi o Blas ya sabemos y los goles ya nos los han metido,quedan más por eso mismo debería un ente público ofrecer más calidad,más profundidad en los debates y más pluralidad. De nuevo nos meten goles sin querer ver el abanico de debates más diversos en cuanto a representación democrática. Saludos.Pdt.- el indice de inteligencia de la opositor propresidencial es verdaderamente nefasta.
La democracia del siglo XXI hace aguas por todas partes. La política se ha convertido en un gran burdel,eso si, con mucho teatro, en la que todos compiten por ser mejor que Pinocho (el gran mentiroso del comic del siglo anterior). Ya no hay diferencias entre unas y otras etiquetas (izquierda, centro, o derecha). En realidad lo que existe es una plutocracia. o sea, una putocracia. Espero que el rebaño humano despierte y salga del establo por su propia cuenta.
Ay, el responsable del desaguisado, las cabezas responsables del desaguisado no se presentan, ni la que sembró la semilla ni la que la regó. Se presentan sus herederos, uno desde 2004 y otro recién estrenado. Empatados en el ayer, fijémonos en el hoy. A RbCb le veo más centrado, más decidido, más capacitado, más sincero, pues reconoce que no dispone de la fórmula mágica, de la piedra filosofal para sacarnos de todos los agujeros en que nos hallamos metidos. A Rajoy, en cambio, le veo más en posición de stand-by, a la espera de la llegada del cetro sin moverse, tumbado a la bartola, y creyente de que posee el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura. Quien entra cansado, nos garantiza que saldrá en plena forma. Si Rajoy hoy merece la confianza absoluta para lograr una mayoría absoluta es simplemente porque se encuentra en el lugar apropiado en el momento apropiado. España no ha confiado en su candidatura en las dos últimas citas electorales, y si lo hace ahora, como puede observarse en el resto de países de nuestro entorno, es simplemente porque los pueblos están probando suerte, pero no por convicción. Quiero decir que le toca. Pero si la política que se intuye detrás del velo es finalmente la que despliega el candidato popular, no sé por qué me da que sufrirá un desgaste mucho más acelerado y un envejecimiento más prematuro que el que ha sufrido su predecesor. No saldremos de este agujero montados en otra burbuja, desengáñese, señor Rajoy. Más que nada porque no hay dinero, y si me apuran, no hay ni suelo. Y la excusa de la herencia recibida valdrá para los próximos cien mil parados, no para los siguientes. Ojalá me equivoque con Rajoy, pero confiar en su programa es todo lo contrario de una cita a ciegas. A la vista está cuál será su estrategia, por más que la oculte. RbCb, es verdad, mete miedo sobre lo que viene, sabedor de que le tocará ser jefe de la oposición, pero Rajoy evita hablar claro para no meter miedo, sabedor de que le tocará ser presidente del gobierno. Cuántas menos palabras suelte de forma incontrolada menos recordatorios y más vías de escape, de ahí su negativa a ofrecer ruedas de prensa durante la campaña. Tapón informativo para restañar el flujo de munición que pudiera ser utilizada. Cuanta menos información y menos detalle, más mano ancha para disponer y para imponer. No temo al PP. Es más, siendo egoísta, estoy convencido de que, dada mi situación económica, saldré favorecido. Quiero decir que ganaré más, pero no porque trabaje más sino porque pagaré menos. Sí temo, en cambio, a un PP absolutista, revanchista y retrógrado que convierta ese apoyo masivo en la disculpa perfecta para hacer lo que le venga en gana. No diré si el PP o el PSOE, pero sí diré que me parece que una mayoría absoluta no me parece el mejor antídoto para curarnos de esta crisis, y mucho menos la mayoría absoluta en manos de un partido que hace bandera de aquello que otros hacen por sumisión. Me refiero a que algunos recortan derechos por imposición ajena mientras que otros se dan ese capricho por mera fruición. A ver si va a resultar ahora que en este mundo no hay sádicos.
¿Justo el resultado? Me pregunto: ¿el resultado de qué? Una sesión de entrenamiento para entretenimiento de la audiencia, no es un encuentro, ni el campeonato de liga. De momento, el resultado es bastante desalentador y lamentable. Si esto es todo lo que tenemos que seguir esperando de los dirigentes y gobernantes, poco o nada podemos esperar en mejor. ¿Puede llegar a peor? Si la élite política sigue cocinando, quedándose y repartiendo la mayor parte, con quienes atentan al interés general, mucho me temo, que sí llegará a peor. Este juego perverso de intercambio de papeles y rol entre el personal de cocina, nos va a llevar a una enfermedad grave por indigestión colectiva. ¿Hasta cuándo seguiremos con esta patraña?
Basta ya, por favor, de símiles futbolísticos, el que quiera fútbol que se vaya al campo o sintonice una emisora deportiva. Creo que el bajo nivel de conocimientos políticos y sociales que tenemos los ciudadanos, muy en general, viene de una larga intoxicación y desinformación perpetrada por todos desde muy largo. Sin educación no alcanzaremos nunca a mucho más nivel político que el que tenemos y que ayer nos enseñó alguno de los dos contendientes en liza. Y no hablo de la educación de excelencia ni de ser brillantes en matemáticas o en lengua y saber tres idiomas, que también, más bien me refiero a la educación como individuos de la res publica que deberíamos tener todos para no dejarnos arrastrar por infames comentarios sin más contenido que el puramente populista.
'Vamos saliendo ya', apremian los mercados al caimán italiano, que no acaba de irse. Nosotros votamos, ellos deciden. Al Cavaliere no le quedará más remedio que largarse si no quiere hundir aún más a Italia. Cuánto me recuerda su final al de Gadafi, salvadas las distancias y cambiado lo que haya que cambiar. No quiere irse hasta que haga los recortes, que como aquel que dice viene a significar que pedirá el cambio cuando meta gol, sin darse cuenta que su sola presencia impide materializar la jugada.
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