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El tsunami de la crisis abre paso en Europa a los partidos marginales

Las turbulencias económicas erosionan a los grupos mayoritarios históricos y espolean una mayor volatilidad en la escena política

Andrea Rizzi

El tsunami de la crisis económica avanza a toda velocidad hacia las costas de la política europea. Muchos síntomas permiten presagiar que, a corto y medio plazo, su impacto dejará un panorama político muy distinto del actual. Sin duda los electores desalojarán a muchos gobernantes de los palacios de poder. Pero, además, parece probable que las turbulencias económicas aceleren el general proceso de erosión del poder de los partidos de masa y abran paso a un periodo de mayor volatilidad y fragmentación política.

Las señales de ganas de cambio se acumulan imperiosas. Nicolas Sarkozy acaba de perder el Senado. Angela Merkel ha sufrido media docena de derrotas en elecciones regionales a lo largo de 2011. Silvio Berlusconi perdió Milán y otras importantes ciudades en las municipales de la pasada primavera. José Sócrates fue desalojado del poder en junio. Los conservadores daneses perdieron el 15 de septiembre las elecciones legislativas, tras 10 años en el poder. Los sondeos son pésimos para casi todos los partidos gobernantes en Europa, y de manera muy acentuada en España. Al otro lado del Atlántico se oye la misma música: Obama ve peligrar su reelección pese a no tener de momento rivales muy sólidos.

Naturalmente, cada voto de castigo tiene sus argumentos y la alternancia en el poder es un habitual y sano fenómeno democrático. Por otra parte, no es de descartar que algunos de los actuales gobernantes logren conquistar otro mandato. Pero es evidente que la crisis es un acelerador de las dinámicas tradicionales, un factor de desgaste poderoso y transversal. Varios politólogos advierten de que el previsible generalizado cambio de guardia en los palacios del poder es solo la consecuencia más evidente de su acción. Otras, más profundas, pueden dejar una marca más duradera en la política europea.

El politólogo Stefano Bartolini, director del Centro Robert Schuman del Instituto Universitario Europeo, ofrece un análisis interesante. “Yo observo que alternancia no es sinónimo de alternativa. Noto que los principales partidos conservadores y progresistas tienen políticas cada vez más parecidas. Sus respuestas a la crisis son casi iguales. Y entonces me temo que la época de alternancia que nos espera se traduzca en el fondo en un mero cambio de rostros, pero no de rumbo político, y que esto espolee la frustración de los pueblos, que se darán cuenta de que pueden cambiar los políticos pero no las políticas”, comenta el profesor, en conversación telefónica desde Florencia. Con el recuerdo de los recientes disturbios británicos en la cabeza, Bartolini teme nuevos estallidos.

Formaciones verdes, de extrema derecha o anticorrupción están en auge

Magnus Ryner, politólogo de la Universidad de Brookes, en Oxford, desarrolla el argumento. “Yo pienso que la consecuencia más profunda de esta situación es la aceleración en la erosión de la fortaleza de los partidos de masas. Lo que subyace a la alternancia en el poder es un paulatino encogimiento de los grandes partidos, víctima principal de la frustración popular, a favor de las formaciones marginales”, observa Ryner, también en conversación telefónica, desde Reino Unido.

El caso danés es un ejemplo muy claro: el bloque progresista ha logrado regresar al poder tras una década, pero el Partido Socialdemócrata, el principal de la coalición, tuvo su peor resultado desde la II Guerra Mundial.

Por un lado, la crisis acentúa el desgaste vinculado a la responsabilidad de Gobierno, típicamente en manos de partidos de masas. Por el otro, las turbulencias han llevado tanto a socialdemócratas como a democristianos a la misma conclusión: políticas de austeridad, con matices muy leves.

“Ante semejantes fenómenos, se abren grandes oportunidades de crecimiento para partidos marginales. Está siendo así para varias formaciones de extrema derecha, pero no solo”, dice Ryner. En Alemania, los Verdes están en auge, después del éxito de los liberales en 2009. En Italia, tiene gran tirón el partido anticorrupción Italia de los Valores, que conquistó la alcaldía de Nápoles. En el norte de Europa triunfan los partidos antiinmigración.

El fenómeno viene de atrás. Los dos principales partidos alemanes -democristiano y social-demócrata- lograron el 76% de los votos en 1998; en 2009, la cuota fue 20 puntos inferior. En Reino Unido, laboristas y conservadores han caído del 76% al 65% entre 1992 y 2010. En Holanda, los dos principales han pasado del 66% al 40% entre 1989 y 2010. En Dinamarca, del 60% de 2001 al 51% de hace dos semanas. En Finlandia, del 49% de 2002 al 39% de este año. En Portugal, del 78% en 2002 al 66% actual. Varias señales llevan a pensar que la actual situación espoleará la tendencia hacia Parlamentos fragmentados y Gobiernos inestables.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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