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La crisis del euro reaviva las tensiones sobre Europa en Reino Unido

La crisis de la moneda común reabre el debate sobre el vínculo británico con la UE

El primer ministro británico, David Cameron, y el viceprimer ministro Nick Clegg, en una imagen tomada de un vídeo de un debate en el Parlamento, el pasado 11 de julio.
El primer ministro británico, David Cameron, y el viceprimer ministro Nick Clegg, en una imagen tomada de un vídeo de un debate en el Parlamento, el pasado 11 de julio.REUTERS

La crisis del euro afecta a los británicos más de lo que parece. Desde el punto de vista económico la conexión es obvia porque, aunque la libra está fuera del euro, la economía británica está demasiado ligada a la europea como para no sentir en propias carnes los vaivenes de la eurozona, sin contar con el impacto que esos vaivenes tienen sobre la demanda mundial y la estabilidad de los mercados financieros internacionales.

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Pero la crisis del euro también afecta políticamente porque ha despertado a ese longevo enfermo crónico de las islas: el debate sobre los límites y la profundidad del vínculo entre Gran Bretaña y la Unión Europea. Un debate especialmente delicado en un país gobernado en este momento por el más antieuropeo y el más proeuropeo de los grandes partidos: el Conservador y el de los liberales-demócratas.

Cada vez parece más claro que la zona euro está abocada a una de dos opciones: o romper el euro o profundizar los vínculos de Gobierno económico de los países que lo componen. Una mayor coordinación de las políticas económicas y fiscales que en la práctica significa una mayor integración política. Agua fría de la que huyen los escaldados euroescépticos.

“El éxito del euro tiene una importancia capital para nosotros”, dice el ministro del Tesoro 

Que la zona euro ha de intensificar sus vínculos fiscales es algo ya asumido por los conservadores británicos. Lo proclamaba hace apenas dos semanas el canciller del Exchequer y ministro del Tesoro, George Osborne, en unas jornadas económicas en Londres, horas antes de volar a Polonia para asistir a una reunión con sus homólogos europeos.

“Gran Bretaña no está en el euro y yo y otros hemos luchado arduamente para mantenernos fuera”, se vanaglorió. Pero añadió de inmediato: “No nos deleitemos por sus problemas; no disfrutemos con las desgracias ajenas. El éxito del euro tiene una importancia capital para nosotros”. “Es crucial que nuestros colegas europeos acepten la lógica implacable de la unión monetaria de que una moneda única lleva a una mayor integración fiscal”, añadió.

Integración fiscal

El problema para los políticos británicos son las posibles consecuencias de esa mayor integración fiscal. Los conservadores jamás aceptarán que esa mayor integración fiscal les incluya a ellos. ¿Significa eso que el Gobierno británico acepta reforzar el modelo de una Europa con distintos grados de integración? Es ahí donde más peligro hay de una reapertura del debate europeísta en la política británica. Dos pesos pesados de la coalición parecen defender posiciones no exactamente gemelas.

En una entrevista publicada hoy en la revista política The Spectator, el jefe del Foreign Office y furibundo euroescéptico, William Hague, se vanagloria de que él tenía razón cuando en los años 90 denunció que el euro iba a ser un edificio en llamas sin salidas de emergencia. “Fue un disparate crear ese sistema y durante siglos va a ser citado como una especie de monumento histórico de disparate colectivo. Pero ahí está y tenemos que aceptarlo”, se explaya. A su juicio, la UE “tiene demasiado poder, no he cambiado de opinión desde que estoy en el Gobierno. De hecho, el estar en el Gobierno no ha hecho más que reforzar mi visión de que hay poderes que han de ser devueltos a este país”.

Los conservadores jamás aceptarán que una mayor integración fiscal para salvar el euro les incluya a ellos

Una conclusión que no parece concordar con las reflexiones que la crisis suscita al líder de los liberales-demócratas y número dos del Gobierno, Nick Clegg. “Europa está claramente embarcada en un periodo de cambio. El peligro que afrontamos es que ese cambio nos lleve a la fragmentación. De que acabemos más divididos, dándonos la espalda unos a otros, tanto dentro de la Unión Europea como con nuestros socios que no son, o aún no son, miembros de ella”, ha advertido también hoy en un debate en Varsovia.

Clegg ha recordado que ya ahora hay distintos grados de integración y que no es ese el problema. “El problema es que la crisis económica profundice las líneas divisorias entre nuestras naciones y nos acabe enfrentando. Es muy posible que, durante un tiempo, los países de la zona euro se encierren en si mismos. Está claro que para resolver sus actuales problemas sus miembros necesitan una mayor integración. Hay varias ideas al respecto, fundamentalmente en torno a una mayor integración fiscal para apoyar la unión monetaria. (…) Pero está claro que ningún cambio en las estructuras de Gobierno ha de llevar a una Europa más débil o dividida en la que los objetivos de los que están dentro del euro se opongan a los de los que están fuera”, ha advertido.

Referéndum

El renacimiento del debate sobre Europa en la política británica se ha plasmado en la fuerza que vuelven a tener los movimientos a favor de convocar un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea. Una opción descartada de forma tajante por el primer ministro, David Cameron, en una reciente comparecencia en una comisión parlamentaria y también a preguntas de un diputado tory en el pleno de los Comunes.

Pero se percibe también en movimientos menos directos, como el puesto en marcha por diputados euroescépticos como George Eustice, que hace dos semanas reunió a 120 colegas del grupo parlamentario conservador para promover la repatriación de poderes de Bruselas a Londres. Algunos ven en debates como ese el germen de una aspiración más alta: repatriar todos los poderes delegados a Europa. Quizás la crisis del euro acabe siendo la primera piedra de esa carretera.

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