"Una vez que el pueblo se embarca en un cambio, no hay fuerza que lo pare"
Benigno Aquino III, el presidente de Filipinas, hace balance de los 25 años pasados desde la revolución contra el dictador Marcos
"Para ser honesto, yo era reacio a ser candidato a la presidencia; sentí que estaba reproduciendo el papel de mi madre (Corazón Aquino) después del Gobierno de (Ferdinand) Marcos, con la herencia de tantos problemas insolubles. Y no soy masoquista, ¿por qué presentarme voluntario para resolverlos si me había opuesto a ellos cuando estaban siendo creados? Pero el pueblo me llamó, me dio el mandato, y asumí el compromiso".
Benigno Aquino III, de 51 años, nacido en Manila, también conocido como Noynoy Aquino, es presidente de Filipinas desde junio de 2010, cuando accedió al cargo tras ganar las elecciones celebradas el mes anterior con el 42% de los votos. El 9 de septiembre de 2009, 40 días después del fallecimiento de su madre, decidió presentarse a los comicios tras ser reclamado por un amplio sector de la población. Ganó y siguió en el puesto a Gloria Macapagal-Arroyo, presidenta entre 2001 y 2010.
Titulado en Economía, de confesión católica y soltero, pertenece a una familia de raigambre política. Su padre, Benigno Aquino Jr., ferviente opositor al dictador Marcos, fue asesinado en Manila en 1983, al descender del avión en el que regresaba del exilio en Estados Unidos, donde se refugió tras haber pasado siete años encarcelado en su país. Su madre, Corazón (Cory) Aquino, ocupó la presidencia de Filipinas entre 1986 y 1992, tras la pacífica Revolución del Poder del Pueblo, que puso fin a los 20 años de poder de Marcos (1966-1986).
El propio Benigno Aquino III resultó herido por varias balas en un intento golpista en 1987. Aficionado al tiro mezclado con ejercicio físico, confiesa que apenas tiene tiempo para leer libros o ver películas. Aquino recibió el jueves pasado a EL PAÍS en el salón Amarillo del Palacio Malacañan, un complejo de edificios blancos de estilo colonial español entre jardines tropicales en el corazón de Manila. Habló sobre su casi un año en el cargo, bajo un gran óleo con el retrato de su madre.
P. ¿Cuáles son la lección y el legado de estos 25 años desde la revolución?
R. La lección central es que, una vez que el pueblo se embarca en un cambio, no hay fuerza que lo pare, y que un Gobierno que olvida que su mandato proviene del pueblo no sobrevivirá. La otra lección es que es debemos ser totalmente diferentes a aquello que nos precedió; en el periodo pos revolucionario, buscamos dar derechos especialmente a aquellos que se oponen a nosotros, porque esa es la verdadera prueba de la democracia. Pero hay muchos temas que no han sido cerrados, como la necesidad de la reforma judicial, porque tiene que existir la certeza de que si alguien comete un crimen será castigado. En los nueve años y medio previos a mi llegada a la presidencia, hubo una vuelta atrás y prevalecieron los intereses de la administración en lugar de los intereses del pueblo. Nuestro grito de batalla es "Sin corrupción, no debería haber pobres". Las instituciones que tendrían que haber surgido después de la revolución y hecho más vibrante la democracia fueron marginadas. Ahora, estamos intentando reconstruirlas.
P. ¿Es más complejo dirigir una democracia que una dictadura?
R. Hay algunas escuelas de pensamiento en Asia que aseguran que la mentalidad asiática es más proclive a un sistema paternalista de gobierno, pero nosotros mantenemos que la democracia es el mejor de los sistemas de gobierno en ejercicio existentes. Puede llevar más tiempo cuando intentas establecer un consenso, pero, una vez que lo alcanzas, tienes una base sólida para llevar a cabo incluso las transformaciones revolucionarias que imaginas para tu país.
P. Filipinas sufre un grave problema de brecha social entre ricos y pobres. ¿Qué está haciendo su Gobierno para reducirla?
R. Tenemos el llamado Programa de Transferencia de Dinero Condicionada para afrontar el problema de los 4,6 millones de familias que viven por debajo del umbral de la pobreza. Sólo el 14% de quienes entran en el sistema educativo acaban la Universidad. Intentamos corregir esto y otros problemas como la mortalidad infantil. El programa promete a las familias pagarles un dinero si mantienen a los niños en las escuelas, los vacunan y las mujeres embarazadas acuden a los chequeos. Queremos incrementar la escolarización de 10 años a guardería más 12 años y universalizar la Sanidad, y tenemos programas para dar terreno a la gente que regresa al campo. El año pasado, el PIB (producto interior bruto) creció un 7,6%.
P. Alrededor del 10% de la población filipina ha emigrado en busca de mejores oportunidades. ¿Le gustaría que regresaran?
R. El objetivo último es que vuelvan. Pero la realidad es que hay economías más avanzadas que la nuestra que precisan sus talentos. Ir a otro país a trabajar debería ser una elección no una necesidad.
P. Su Gobierno ha convertido en prioritaria la lucha contra la corrupción. ¿Es posible erradicarla?
R. La corrupción se produce porque la gente tiene una razonable seguridad de que no será perseguida. Estamos luchando también contra la evasión fiscal y el contrabando en las aduanas. Queremos acabar con la cultura de la impunidad.
P. Filipinas se acerca a los 100 millones de habitantes. ¿Existe un problema de sobrepoblación?, ¿es esto lo que ha llevado a su Gobierno a impulsar el controvertido proyecto de ley llamado de Sanidad Reproductiva, para dar educación sexual en los colegios y facilitar el acceso a métodos anticonceptivos, y que ha sido rechazado totalmente por la Iglesia católica?
R. Cada año se producen en Filipinas 2,5 millones de nacimientos. En 1986, éramos 50 millones y ya somos más de 95 millones. Hay una escasez de 140.000 aulas, y el 40% de la población no puede visitar a un profesional sanitario en toda su vida. Desde hace mucho tiempo tenemos una situación de niños que tienen traen al mundo niños. El Estado debe advertir a los padres que cuando tienen un hijo adquieren una responsabilidad. Pero no puede imponer los métodos de planificación familiar, eso es una elección de la pareja.
P. ¿Cómo ve la situación del extremismo y el separatismo en la región de Mindanao y el sur de Filipinas (donde operan el Frente Nacional de Liberación Moro, el Frente Islámico de Liberación Moro, el Nuevo Ejército del Pueblo (comunista) y el grupo Abu Sayyaf), y el proceso de paz en marcha?
R. Somos optimistas. Esperamos tener un acuerdo completo en un año. Cuando ocurra esto, podremos acelerar el desarrollo económico en Mindanao. Hemos tenido relativa paz durante un tiempo con la insurgencia musulmana, y la amenaza comunista está siendo marginada. En lo que respecta a Abu Sayyaf, sólo se dedica a secuestrar, extorsionar; ¿es eso ideológico? Es solo una oportunidad de hacer dinero. Debemos proporcionar trabajos, educación. Una vez alcanzado el acuerdo, habrá algunos grupos que recurrirán al bandidaje, pero no tendrán una gran base de apoyo, y las fuerzas de seguridad lidiarán con ellos. En su mayor parte, lo que lleva a unirse a la insurgencia es la falta de oportunidades económicas más que las creencias ideológicas o religiosas.
P. ¿Cómo están las relaciones con Estados Unidos?
R. Tenemos un tratado de defensa mutua. Nuestros intereses coinciden con los de Estados Unidos en muchos aspectos. Es un importante socio comercial y fuente de ayuda. Vamos a reforzar la relación. Necesitamos cooperar más en cambio climático, terrorismo y crímenes como el blanqueo de dinero.
P. ¿En qué estado está la investigación de la matanza de Mindanao (en noviembre de 2010, en la que fueron asesinadas 57 personas; de ellas, una treintena de periodistas)?
R. Estamos buscando aún a un centenar de implicados, tenemos a 89 bajo custodia. Hemos cambiado a gran parte de los responsables de las fuerzas de seguridad en la zona. Este caso será clave para probar si tenemos un sistema judicial creíble.
P. ¿Cómo ve las relaciones con España?
R. Me impresiona la forma en que está organizada la comunidad filipina en España y las buenas relaciones que tiene con las autoridades municipales. En Filipinas, hay un programa para potenciar la enseñanza del español, y esperamos incrementar los intercambios comerciales, cuya balanza está a nuestro favor.
P. China y Filipinas han tenido varios puntos de fricción recientemente: disputas territoriales en el mar del Sur de China, el asalto al autobús de turistas de Hong Kong secuestrado en agosto del año pasado en Manila en el que murieron ocho de los viajeros, y la ejecución en China de tres traficantes de droga filipinos a pesar de las peticiones de clemencia. ¿Cómo ve las relaciones mutuas?
R. En el mar del Sur de China, hay un potencial de conflicto, pero, si cooperamos, todos podemos beneficiarnos de la explotación de los recursos en ese área. Agradecemos que China considere el incidente de los turistas de Hong Kong un asunto aislado. Hemos tomado acciones correctivas. El tráfico de drogas es un problema mundial. En Filipinas, hemos renunciado a la pena de muerte y esperábamos que fuera más sensible a nuestras demandas y conmutara las sentencias a cadena perpetua. Pero China tiene sus propios problemas, sus leyes y las respetamos.
P. Filipinas no envió a sus diplomáticos a la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz (al disidente chino encarcelado Liu Xiaobo) en diciembre pasado (como quería Pekín). ¿Lo hizo con la esperanza de que reconsiderara las ejecuciones?
R. Intentamos equilibrar peticiones, preocupaciones y sensibilidades. Nos concentramos más en nuestros asuntos internos, en reparar las tensas relaciones existentes en aquel momento. China es nuestro cuarto mayor socio comercial.
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